Soy Rada, serendipia: un show necesario
Por Francisco Pedroza
El jueves 27 de mayo Netflix estrenó el segundo especial de Agustín Aristarán, mejor conocido como “Radagast”. Tras el éxito de Soy rada, ahora nos topamos con un especial diferente a teatro vacío. En Serendipia el comediante no se achica ante la sensación de soledad que producen las butacas desnudas, sino que nos hace reír de forma variada mientras conocemos su historia.
El especial comienza con una introducción actuada. Tras bambalinas, lo vemos a él y a su nerviosismo por salir al escenario. Luego de una pequeña charla del comediante argentino, nos damos cuenta que, más allá del escenario, el panorama es desolador. No confiesa, entonces, que a lo largo del especial va a haber risas grabadas ni su deseo de que las nuestras tapen las que ya han sido impuestas. Esto da pie para uno de los primeros chistes, que, como una pieza de dominó, a lo largo de Serendipia van a ir apareciendo encadenadamente, dejando sonrisas y alguna carcajada a su paso.
Aristarán conoce sus puntos fuertes y los despliega con facilidad, poniéndolos en juego desde el inicio. Para el que lo conoce, los cambios de voz e imitación de diversos instrumentos se volvieron un clásico. Si fuera sólo eso quedaría como un detalle más, pero Radagast combina voces graves y finitas, onomatopeyas y toda clase de efectos sonoros, con cambios abruptos en su cara, que van desde un llanto desconsolado hasta un niño enojado y desde un tipo poseído hasta una nena asustada en cuestión de segundos. El humorista pone todo su cuerpo, con la ayuda de manos y posturas, para retratar a todos los personajes de cada ocasión.
A lo largo de Serendipia vamos a ir conociendo la historia de Agustín, desde su infancia en Bahía Blanca hasta la crianza de su hija Bianca. Como ya mencionamos, corporalmente Radagast va atravesando diversas metamorfosis a lo largo del show, pero es acompañado por el escenario, con juegos de luces y algunos pocos muebles. La historia se completa según los deseos del comediante: vemos a un niño de ocho años, escribiéndole una carta a Papa Noel, y diez minutos después a un señor infeliz, llorando en el diván. De izquierda a derecha, estas locaciones están perfectamente logradas. Nuestra cabeza racional nos muestra que todo ocurre en un mismo lugar, pero la performance y la música nos dejan la sensación de que hemos viajado en espacio y tiempo acompañando a Rada.
Es el segundo especial del comediante y desde la salida del primero, en 2018, la maduración artística de Agustín también se nota, ya que a diferencia del anterior, éste elige desarrollar más lo que funciona y, a su vez, relegar otras facetas. No teme a bajar línea y posicionarse como artista experimentado, ni a tirar máximas que nos llaman a reflexionar. La más destacada, “con la comedia se pueden decir muchas verdades”, pone a pensar sobre nuestra manera de consumo y creación.
Serendipia llega en un momento donde el miedo y la tristeza son moneda corriente, pero a lo largo de su hora de duración nos hace pasear y sonreír. La realidad se impone en ese teatro vacío, pero por suerte está Radagast, tal vez el comediante más completo de la actualidad, que frente a nada más que butacas nos muestra que todavía podemos jugar y divertirnos.