Val: el ejercicio de encontrar tu propia voz
Por Manuela Bares Peralta
Si pudieras contar tu historia, ¿cómo lo harías? Es decir, si tuvieras la oportunidad de hacerlo sin intermediarios e interferencias, tomando algo de todos los personajes que alguna vez interpretaste, pero sin convertir tu historia en una ficción, ¿cuál sería la manera correcta? ¿cómo construirías tu propio documental, tu propia versión de los hechos?
En esa pregunta que nunca termina de materializarse pero que está presente durante los 109 minutos de Val, el nuevo estreno de Amazon Prime, se asienta el propio Val Kilmer para relatarse a sí mismo. Como si fuera un ejercicio de improvisación, el relato es capaz de construirse a medida que el largometraje avanza, acompañado de un registro audiovisual personal que él fue guardando a lo largo de los años. Un monólogo sobre su pasado y presente, sobre el tipo que rechazó volver a ponerse el traje de Batman, el que sabía actuar con precisión y método, el que estaba decidido a interpretar a Hamlet a sus 28 años, pero en su lugar filmó Top Gun con Tom Cruise. Una vida de deseos y logros, de pérdidas y fracasos, una vida en constante movimiento.
“Todos los niños quieren ser Batman, pero no creo que quieran ser el actor que lo interpreta”
Batman fue uno de los recuerdos más felices en la infancia de Val Kilmer y la oportunidad de interpretarlo se parecía bastante a su deseo de chico. Después de Batman returns, Warner Bros decidió relanzar la franquicia con otro tono, menos parecido al que Tim Burton le había incorporado, y volverlo más caricaturesco. Batman forever se transformó en un éxito comercial, pero tuvo malas críticas. Para Val Kilmer significó el fin de una ilusión infantil y una experiencia a la que recuerda como solitaria.
Podría haber sido un momento de inflexión en su carrera, un trayecto meteórico hacia las grandes producciones, pero para Kilmer fue todo lo contrario. Se dio cuenta que todos podían lucirse. Jim Carrey y Tommy Lee Jones tenían la posibilidad de desarrollar a sus villanos, hacerlos crecer, mientras que de él no se esperaba nada. Sólo que estuviera parado en el lugar correcto. Sobre ese éxito a medias, se ríe de sus poses exageradas, casi telenovelescas, donde intenta conquistar al personaje interpretado por Nicole Kidman y se enorgullece de su decisión de haber rechazado hacer una secuela. Él, al igual que muchos niños, soñó con ser Batman pero no con interpretarlo.
Una situación parecida sucede un año después, mientras filma La isla del Dr Moreau. Otro sueño de su infancia se hace presente: filmar junto a Marlon Brando. Cuando John Frankenheimer pasa a hacerse cargo de la película todo comienza a desintegrarse, una experiencia que podemos vivir a través de las grabaciones que Kilmer hizo durante el rodaje. Ese deseo desaparece, pero sin dejar de reírse de sí mismo con un fragmento en el que quiere hablar con Marlon y él sólo le ordena que lo hamaque.
Ese es Val Kilmer, el tipo que deseaba ser prestigioso más que popular, el que atesora cada momento de su interpretación de Jim Morrison en el film de Oliver Stone pero se ríe de sus protagónicos en superproducciones. El tipo que deseo tanto convertirse en Mark Twain que vendió más de 2.500 hectáreas en Nuevo México para representarlo en un unipersonal con el que recorrió el país.
Val Kilmer, que dejó en cada uno de los personajes que interpretó algo suyo y guardó algo de ellos en él. Alguien que conoce todas sus pérdidas y decide compartirlas imponiéndoles su propio tono, que hizo de su propio proceso de curación una película porque no iba a dejar que nadie le arrebatara el privilegio de contar su propia historia.