A 50 años de la aparición del primer libro de Jorge Boccanera, se reedita "Sordomuda"
Sordomuda es el libro de Jorge Boccanera que se sitúa en el mismo centro de su mejor tríada, entre Polvo para morder y Bestias en un motel de paso, entre el poema “tirado por caballos” y el deseo que se pronuncia diciendo “¡Ah, si el silencio dijera sus lugares!”.
Reeditado nuevamente, esta vez por Averso, este libro clave dentro de la obra del poeta nacido en Bahía Blanca, viene a mostrar que el paso del tiempo le ha sentado bien; que esa relación creativa, conflictiva con la poesía, reformulada al ser transformada en personaje, es una acción que la mantiene fresca a pesar de que han transcurrido unos cuantos años desde su primera aparición, a principios de los 90, bajo el sello de la Universidad Autónoma de México.
El trajinar de este libro es largo: a esa edición inicial de la UAM le continuaron dos más en Costa Rica, a cargo de EDUCA (Editorial Universitaria Centroamericana) y el sello Germinal; en Argentina tuvo 3 ediciones en el sello El Dock y una en la editorial Turkestán. Como si fuera poco, apareció traducido en Italia por la editorial Lietto Cole y fue incluído entero en los volúmenes La poesía se come cruda (Chile, edit. Ajiaco), en Bestias en un hotel de paso (México, editorial Arlequín) y en la Summa literaria llamada Tráfico/ Estiba. Además, existe una edición digital en Perú dentro del programa "Lima Lee" a cargo de la Municipalidad de Lima.
Para celebrar que se cumplen 50 años de la aparición de Los espantapájaros suicidas, el primer poemario de Jorge Boccanera, la editorial española Averso decidió agregar Sordomuda a su cuidado catálogo (que cuenta con trabajos de Gabriela Mistral, Robert Frost, Alfonsina Storni, Pablo Neruda, Juan Manuel Villalba, Vicente Huidobro, Julia Otxoa, T. S. Elliot, César Vallejo y Raúl Alonso, entre otros), lo que lleva la cuenta de las reediciones a 13, un número realmente impresionante.
En Sordomuda, Boccanera encara el desafío que le presenta la aventura de conversar con lo que no se dice en lo que se dice, de ver qué es posible en esa imposibilidad, ya que sólo en la cotidianeidad del silencio encontrará la oportunidad de reconocer las señales que ella le deja: “Sordomuda,/ estoy sentado en el lugar de siempre y en tu lengua vacía/ escucho pasos”.
Hasta podría decirse que el poeta tiene la absoluta seguridad de que su recompensa está en eso que se esconde a la vista de todos, en aquello que desconoce de lo que parece conocer:
Ella
saca la lengua,
que es la punta del iceberg.
“La historia de este libro se remonta a 1989 en un viaje a Chile, cuando una noche soñé que estaba en un bar y una niña me observaba sentada en el mostrador del bar con las piernitas colgando y la lengua afuera: de pronto esa lengua que se desenrollaba hasta el suelo pasó a ser una especie de pantalla de cine donde cruzaban imágenes vertiginosas que yo trataba de descifrar.
Allí empecé a borronear algunas líneas y lo terminé en Costa Rica dos años después de un trabajo que me dejó bastante agotado, ya que estaba obsesionado por ese personaje que intentaba decirme algo que yo no llegaba a comprender bien, y tenía que descifrar, como quien debe leerle los labios a un muñeco de nieve (eso lo escribí en uno de los poemas).
Recuerdo que le hablé de la fatiga que me causó ese librito a Olga Orozco, con quien fuimos muy amigos desde 1974, y me dijo que pasaba por momentos así en su trabajos de escritura que son muy intensos. Por eso llamé a mi última antología Tráfico / Estiba: lo de tráfico por el intercambio de imágenes subterráneas que implica la poesía, y lo de ‘estiba’ porque me sentí, cuando terminé, como si hubiera hombreado una pila de bolsas”, afirma Boccanera.
Claramente es el silencio el territorio donde Sordomuda se maneja con soltura, a tal punto que el autor de Contraseña se pregunta si “El poeta que se llama a silencio, va/ voluntariamente o el silencio lo llama?”. Pero no es un silencio que calla, como bien lo ha explicado el poeta, sino que obliga a descubrir cuál es la palabra por decir, algo que ya expuso en Polvo para morder cuando pide “enterrar palabras en el fuego” como aquel que entra solo en la oscuridad, porque no ignora que “El que pierde palabras tiene los días contados”. Y si bien adentrarse es una acción ineludible, recela como aquel que lo embarga la certeza de lo definitivo:
No le temo al silencio,
aun cuando se estrelle con sus alas de polvo
en mi ventana.
No da miedo escucharlo.
Tengo miedo de verlo.
“Lugar es el nombre del animal más grande de la tierra”, dice el poeta bahiense en Bestias en un hotel de paso. Y es un animal que acechará su poesía, ya que en parte de su vida lo llamó desarraigo. Como muchos que se vieron obligados al exilio, de su tierra quedaba el polvo que guardaban los zapatos, era tierra que anda, era sentirse extranjero aún regresando. Es que “Una derrota es todas las derrotas./ La vida que te corre con un cinto en la mano”.
“Estaba obsesionado por ese personaje que intentaba decirme algo que yo no llegaba a comprender bien”.
Tal vez por eso le dice a Sordomuda que es “el extranjero que descubrió tu rostro/ y se animó a escribirlo, que era como besarlo”. Doblemente extranjero. De esos que cargan su soledad entre la multitud y de aquel que no comprende del todo eso que ama. Partiendo de este punto, quien conviva con ella debe saber que “lo hará maniatado espalda con espalda”
la vida no es
la cara ni el llanto de la cara
ni la mano ni el golpe de la mano en la cara
ni el viaje de la mano ni la estéril huida de la cara
es el hilo de sangre que sale de tu boca.
“Siempre les digo a los poetas más jóvenes que la poesía es trabajo y que yo corrijo lo que está bueno (lo malo ya lo deseché), lo que tiene posibilidades, Corregir no es mala palabra, es algo muy importante en el proceso de la escritura”, agrega Boccanera, para completar diciendo “para mí, Sordomuda significa mucho porque se independizó de mí y sigue viajando; sus poemas fueron traducidos al francés, italiano, griego, entre otros países”.
Jorge Boccanera coincide que la tríada nombrada al principio “es de lo mejorcito que escribí”, pero le agrega Palma Real (libro de 2008 que obtuvo el VIII Premio Casa de América de Poesía Americana) y “un libro que estoy terminando ahora, luego de 7 años de laburo y que me tiene como ‘tomado del cuello’, que es la forma que toman mis obsesiones en la escritura, cuando aparece algo que uno cree que vale la pena”.
En un año en el que lo han invitado a un montón de festivales y que saldrá un libro objeto, Guantes, ilustrado por el gran artista plástico argentino radicado hace años en México, Jorge Sposari, es bueno que todos estos reconocimientos pongan a la poesía de Boccanera nuevamente bajo las luces, aunque hoy día las mismas estén enfocadas en otras formas de concretarla. Y que aparezca este libro no es algo menor, ya que define toda una relación con el hecho escriturario. Porque aunque nadie lo confiese, “Todos queríamos que ella nos nombrara”, e indefectiblemente “Sordomuda entra al espejo tarareando canciones/ que nadie escuchará”.