Contar lo indescifrable: entrevista a Diego Hurtado, autor de “Mar y Punto”
Que un libro sea difícil de catalogar puede ser un valor agregado en tiempos de formatos que se repiten y expresiones que no avanzan más allá de lo convencional y lo previsible. Mar y Punto, el libro de Diego Hurtado que editó el sello Biblos y que agrupa secciones de cuentos y poemas, se desmarca por una trama regida por
lo indeterminado, los claroscuros donde asoman personajes anónimos y astillados, y la tensión que da la lucha de contrarios entre la materialidad y lo abstracto. Aquí, ni el lugar es dónde, ni el tiempo es cuándo.
En Mar y Punto concurren alusiones a los tiempos duplicados, paralelos, desdoblados, circulares, y una nutrida escena onírica con sus espejismos, laberintos y secuencias fragmentadas, segmentos de un rompecabezas o, al decir de su autor, de “una novela perdida”.
Destaca el lenguaje frondoso de Hurtado: el modo de adjetivar, las ceñidas descripciones, sus atmósferas anómalas y a ratos lúgubres: “el subte de Buenos Aires… hace tensar los músculos del rostro con su estruendo de metales retorcidos, el calor viciado de los túneles, la luz tejida con cabellos de espectros”, escribe en el relato “Los años noventa”.
La originalidad del armado de la trama tiene que ver con un clima de extrañeza y paradoja constante, donde lo indescifrable y ambiguo desata un enjambre de elucubraciones eslabonadas.
Sobre estos tópicos de Mar y Punto entrevistamos a Hurtado, escritor y Doctor en Física. Actualmente es Secretario de Planeamiento y Políticas en Ciencia, Tecnología e Innovación del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Agencia Paco Urondo: El libro se abre con una especie de antiprólogo, que más que invitar a leer, habla de la obra como una “batalla perdida”. Pienso a esa introducción como un relato más del libro, que da cuenta de un “naufragio” premeditado, ¿lo ves así?
Diego Hurtado: El “Prólogo” es una ficción de prólogo. El autor quiere hacernos creer que hay épica en su libro fallido. La idea de ocultar una selva en un tratado de geometría copia el dislate de la Ética demostrada según el orden geométrica de Spinoza. El supuesto autor de Mar y Punto, se lamenta de no haber encontrado las palabras para develar el orden y la permanencia que, según él, subyacen al caudal de contingencias fugaces que es la vida y podrían develarse en la ficción. Y si bien el resultado del libro se orienta a la antítesis, la opacidad y el desorden de la experiencia, el autor buscar persuadirnos de que hay una victoria no convencional en la desmesura del plan. En esta dirección, hay un par de cuentos donde se argumenta que hay heroísmo en, digamos, la antiaventura. En no haber visto el mar, por ejemplo.
APU: El armado de Mar y punto amalgama “prosas y versos” según el “prólogo”, mientras el texto de contraportada habla de 13 cuentos y 13 poemas; yo agregaría algunas escenas teatrales. ¿Ves a tu libro más cerca del cuento, la poesía, la novela, la dramaturgia, o fuera de todas estas categorías?
D.H.: Yo hablaría de collage. No se pueden desbordar las fronteras de los géneros. No existe ese lugar. Empecé a escribir a los diecisiete años. A los 28 años me empezaron a salir bien algunas cosas. Hoy tengo 60. Este libro es una selección de un cúmulo de textos escritos y reescritos a lo largo de tres décadas. Es una selección que tuvo un plan: crear una atmósfera. No importa que no sepamos de qué se habla; importa la certeza de percibir que lo que se cuenta es inasible y trágico. Los cuentos son el cimiento; las poesías y algunos relatos breves juegan como líneas de fuga de los cuentos. Y el todo me gustaría que fuera como las piezas de un rompecabezas tipo tangram.
APU: ¿Cuáles considerás tus vecindades; aquellas lecturas que pueden haberte influenciado? Arriesgo algunos nombres: Borges, Philip Dick, Kafka, Bradbury, Beckett, Roberto Arlt...
D.H.: Vallejos, Borges, Saer, Onetti. La revolución es un sueño eterno. Iván Karamazov como una matriz. Los endemoniados y los setenta de Rusia (1870), el nihilismo, y sus ecos en los setenta de Argentina (1970). Faulkner, Bernhard, Salinger. Beckett, insoportable e hipnótico, como mirar una piedra clavada en el mar. Ionesco, el viajante de Miller. A los 18 años, en 1981, le mandé dos cuentos por correo a Ernesto Sábato, le escribí que iba a estudiar física y me invitó a su casa. Me dijo que olvidara la física, que me dedicara a escribir y me contactó para que me publicaran un par de cuentos. No avancé por ahí, me doctoré en física. En los 90 dejé la física y desde entonces me dedico a la historia de la ciencia y la tecnología. La historia y su metodología comparten engranajes comunes con la maquinaria de la ficción. Nunca dejé de escribir, pero no había publicado nada de ficción hasta este libro.
Aquí, ni el lugar es dónde, ni el tiempo es cuándo.
APU: En 2010 escribiste junto a Miguel de Asúa la biografía Imágenes de Einstein. Relatividad y cultura en el mundo y la Argentina. ¿Podría haber algunas marcas en Mar y punto del físico alemán, su vida, su pensamiento, sus leyes físicas?
D.H.: Digamos, de paso, que los libros preferidos de Einstein eran Los Endemoniados y la Ética, de Spinoza. Con Asúa dedicamos un par de años a trabajar el impacto de la visita de Einstein a la Argentina, entre marzo y abril de 1925, en la prensa, la filosofía, la literatura y la cultura. La investigación terminó siendo una cantera inagotable. Las ideas de Einstein fueron disputadas y codiciadas por estancieros, generales, políticos, periodistas. Fingir que se entiende de qué habla Einstein es un capital ficticio que los señores de las clases altas y sus intelectuales buscan acumular con avidez. Lugones pronunció en agosto de 1920 una conferencia donde interpreta la teoría de la relatividad en clave teosófica y en 1925, se pasea con Einstein del brazo por la calle Florida. Pero bueno, aunque Imágenes de Einstein es historia política y cultural de la ciencia y Mar y Punto es ficción, hay un hilo común: la precariedad de la vida social y política en un país de América Latina, que la literatura permite explorar desde lo existencial. Claro que el existencialismo de Mar y Punto es, digamos, periférico.
APU: En tu libro la ficción va imbricada al rigor científico (abundan alusiones a tiempos duplicados, metales, el vacío, la densidad, la luz, etc), ¿cómo funciona en tu escritura que el escritor de ficción sea a la vez un doctor en física especialista en ciencia y técnica? ¿Se complementan la inventiva y el dato frío y objetivo?
D.H.: De un lado, la voluntad de rigor y transparencia. Es un nervio aterido de la modernidad, la teatralización de la razón moderna como núcleo cínico de civilización. Esto se refracta en América Latina con inflexiones propias. Está el libro de Beatriz Sarlo, La imaginación técnica. En este registro Arlt, el escritor-inventor, y algunos de sus personajes saltan a la primera fila. En esa misma línea está el libro de Soledad Quireilhac, Cuando la ciencia despertaba fantasías. O la tesis doctoral de Hernán Comastri, historiador joven brillante, sobre el imaginario técnico-popular durante el peronismo. Del otro lado, una ontología que asume la densidad, la opacidad, el desamparo de seres que les toca vivir en contexto de un país del sur, que padeció un genocidio, la búsqueda exasperante de un punto fijo, de un sentido que no sea equívoco o evanescente, que haga posible alguna certeza vital, no importa de qué naturaleza. De un lado el pensamiento analítico como voluntad, del otro el sonido y la furia como experiencia. El monstruo no explícito, creo, en Mar y Punto, aludido en la poesía “Un dios menor” o el relato “El ojo de Satán” es el capitalismo, su crueldad criminal. La salida de esta contradicción es la construcción colectiva, la política. Este hilo, aunque sea casi invisible o aparezca en los márgenes, en mi manera de pensar los textos es fundamental.
APU: También en el breve “prólogo” de Mar y punto se habla de una obra hecha en base a “fragmentos de una historia mayor en un archipiélago de secuencias inconexas”. Esta fragmentación, este caleidoscopio, esta imantación de sueños rotos, ¿es una forma buscada, premeditada, trabajada?
D.H.: Creo que es premeditada. Cuando empecé a darle forma al libro asumí que tenía que ser una novela. La idea vaga era guiada, en términos formales, por obras como Rayuela, o Megafón, o la guerra. Yo que sé, era la bruma de un texto masivo. Sin embargo, el tiempo fue destilando otro objetivo: algo muy breve y muy denso. La estructura de fragmentos narrativos que se conectan parcialmente supone otra idea de coherencia que suprime la artificialidad y el lugar común del hilvanado y la continuidad. Queda una consecuencia de esta decisión; la certeza de haber perdido una novela en el camino.
APU: La trama discursiva elude desbordes expresivos convencionales -explicar, describir, dar pistas, etc, en favor de un estilo que retacea señales entre franjas de soliloquio; todo a cuenta gotas, ¿se podría hablar de una de las marcas de tu escritura?
D.H.: Me gustaría que fuera así. El libro asume que los desbordes expresivos son un defecto narrativo, una intromisión del autor por falta de capacidad para transmitir la experiencia de sus personajes en los propios términos del contexto de los personajes. La literatura puede ser honesta en este punto. Porque no hay pretensión de verdad en la ficción. En las ciencias sociales es un problema. Porque hay que persuadir y a la vez producir “efecto de objetividad”. En lo que se suele aludir como la extrañeza del pasado o de otras culturas, que son la materia de la historia y la antropología, se juegan formas narrativas como el registro etnográfico, por ejemplo. Al leer a Clifford Geertz se corre el riesgo de pensar que al escribir antropología está escribiendo literatura. Hay una vecindad peligrosa entre las ciencias sociales, las humanidades y la ficción. Mar y punto quiere jugar el juego de la extrañeza y del “efecto de objetividad”, pero del lado de la ficción.
"'Mar y punto' quiere jugar el juego de la extrañeza y del 'efecto de objetividad', pero del lado de la ficción".
APU: En esta dirección, incluso el “dice” que en la narrativa convencional da paso al diálogo, es reemplazado aquí por el “piensa”, desplegando un enjambre de elucubraciones, observaciones y supuestos.
D.H.: Sí, porque el “piensa” hace posible navegar aguas por donde no puede navegar el “dice”, que te limita a lo que se enuncia. Con el “dice” se hace teatro, con el “piensa” se rompen todas las barreras. Creo que es simple y puro fluir de la conciencia, que descubrí en Faulkner, de quien sigo leyendo todo el tiempo fragmentos marcados en varias de sus novelas. Me interesa como recurso de exploración de la empatía, que según Philip Dick es lo que diferencia a los humanos de los androides. Es decir, como rasgo que define lo humano. Alguien se pincha un dedo y quien mira, si no es un psicópata o un androide, sufre.
APU: Dentro de ese armado los personajes están diluidos, son generalmente: “ella”, “él”, “ellos”, dando una idea de lo difuminado en tiempos y lugares indeterminados, a lo que se suma una fuerte la presencia de lo onírico, ¿ves que tus atmósferas se mueven entre el sueño y lo fragmentado?
D.H.: El “Prólogo” habla de “las Evas y los Adanes”. La elección del recurso de la no nominación es posible en cuentos con cierta estructura y los de Mar y Punto presentan una estructura donde no hacen falta los nombres propios. Salvo el cuento “Manual de metodología”, donde cada personaje tiene un nombre asignado. Uno en la calle, en el subte, o cuando compra algo en un quiosco convive e interacciona con gente sin nombre. Pero ojo, que el libro apela a otros recursos para nominar, como los lazos familiares y afectivos: “el padre”, “la madre”, “el hijo”, “el hermano”, “la mujer que amó mi hermano”, por ejemplo.
APU: Hay un uso reiterado de situaciones marcadas por la disyuntiva, el planteo dilemático, que se evidencia sobre todo en el uso de la conjunción adversativa “pero”. ¿pensás que esta característica trabaja a favor del matiz y la apertura de opciones, y realidades “otras”, frente a lo absoluto, lo definitivo?
D.H.: Silvia Plath habla de las ramas del árbol de todas las vidas que se vislumbran y desean, pero que no se pueden vivir. Me parece que esta idea está muy activa en algunos personajes y, en general, en la ontología de Mar y Punto. El pasado en permanente transformación y el devenir como un sendero arborescente de mundos posibles. ¿Qué cosa pesa más en una vida que aquello que se deseaba hacer y que no se pudo, o se hizo a medias, o se hizo mal? En mi próximo libro va a haber un cuento sobre Plath.