“Confiar en el misterio”, el mapa que Boccanera trazó para viajar por la poesía de Gelman

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    Juan Gelman
    Ilustración: Leo Olivera
DOSSIER PARA GELMANEAR

“Confiar en el misterio”, el mapa que Boccanera trazó para viajar por la poesía de Gelman

30 Abril 2023

No recuerdo quien, en un festival que se hacía en el foyer del Teatro El Círculo, de Rosario, me dijo hace unos cuantos años “a la poesía debe presentársela con poesía”. Algo que parece haber tenido en cuenta Jorge Boccanera cuando escribió Confiar en el misterio. Viaje por la poesía de Juan Gelman que Sudamericana diera a conocer en 1994 y, tal vez, sea el ensayo más preciso sobre el autor de Cólera Buey.

Boccanera no se dedica solamente a hacer un trabajo de disección de la poética gelmaneana para marcar sus obsesiones, palabras claves, sus cambios y persistencias, tanto en su escritura como en su vida, como si una no influyera en la otra. A través de una serie de diálogos ¿apócrifos? (Juan sonríe desde muchos lugares donde se lo encuentra) traza un increíble y bello mapa que nos permite transitar sin perdernos (o quizás, todo lo contrario) por la poesía de Gelman. Diálogos que son la llave para facilitar ese acceso, a través de sus vecindades y el reflejo de las mismas, dejando coincidencias en la palabra.

Si bien, éstos, arrancan con la parte familiar, la llegada de sus padres al país y la relación con sus hermanos, es en el segundo (creo que uno de los más bellos) donde empiezan a cobrar fuerza. En él, un grupo de muchachos y muchachas cuya edad ronda los 20 años entre los que se encuentran Juan, Juana Bignozzi y Atilio Castelpoggi, se reúnen en un bar alrededor de una mesa repleta de bebidas, a discutir hasta altas horas lo que sería el inicio de una revista mítica, El pan duro. Alguien pasa y pregunta qué se festeja. “¡Nacieron incendiarios en un mundo bombero!”, es la respuesta. Se hace la hora de irse y de arreglar la cuenta. “Ya está todo pago”, avisa el mozo y señala hacia dónde, hasta hace un rato, estuvo sentado Raúl González Tuñón. Esa es la elipsis que el autor de Sordomuda trazará para mostrarnos de qué forma, Tuñón, influyó en estos jóvenes.

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Tapa "Confiar en el misterio"

“Raúl nos acompañó mucho, porque además de ser un gran poeta, era un hombre generoso”, supo afirmar, alguna vez, Gelman. El abanico de temas que recorre la poesía del autor de “La luna con gatillo” es la mayor influencia sobre ellos. Tuñón defendió esos primeros pasos de Juan advirtiendo que “no es simple propagandista, ya que su búsqueda constante lo aísla de lo discursivo. A la retórica altisonante contrapone una media voz, una conversación entre compañeros”. Qué manera de dar en el clavo.

Otro de los diálogos lo concreta con Homero Manzi y de esa forma nos introduce en esa vecindad de la palabra gelmaneana con la cadencia de la música ciudadana, en mayor medida en su primera etapa, por algo su primer libro que trasciende fuertemente se llama Gotán. En este diálogo, Juan le marca a Manzi que fue capaz “de meter en el mismo cubilete a Neruda, Darío, los payadores, Carriego, los franceses y sacó cosas memorables”. Homero le confiesa unos versos que le hubiese gustado escribir: “Malena canta el tango con voz quebrada/ Malena se parecía a la palabra nunca”, aludiendo al verso con que comienza “Gotán”. Boccanera nos advierte que este cruce con el tango se dará, sobre todo, en el repertorio de lo cotidiano, en la cadencia o pronunciación de soslayo.

Gelman traduce, comenta, adjudica textos suyos a otros, reelabora, intercala versos ajenos, coloca citas verdaderas y falsas.

Si hubiese apostado qué diálogo no podía faltar, ése era el que realiza con César Vallejo. Entre las vecindades de Gelman, es el peruano el referente más cercano, con una mirada común hacia el trabajo. Este apócrifo cruce se da en una librería, ambos extienden el brazo hacia el mismo libro, Los poetas franceses modernos. Jorge le hace decir a Juan algo para nada inocente: “Discúlpeme, ambos parece que buscamos lo mismo”. Si bien el argentino dejará que el peruano se lo lleve, se volverán a encontrar y, tras conversar sobre el libro, se realizará un traspaso más que simbólico.

José Coronel Urtecho aparece para abrir la puerta a lo conversacional en la poesía del autor de Dibaxu. Cañas de pescar de por medio, va “enredando los hilos con los ismos que venían de Europa”, rescata “un bombín comido por los ratones” y termina con una maravillosa confesión: “Mire, Juanito, la verdad es que no sé pescar, yo me invento los pescados”. Lo conversacional en Gelman, según Boccanera, se mueve como una especie de convención callejera polemizante, donde los textos del habla popular cruzados con un lenguaje supuestamente culto, dan un efecto de teatralidad o carnavalización.

Y si hablamos de Urtecho, puente de la poesía norteamericana hacia abajo del río Bravo, el próximo diálogo se cae de maduro que es con Ezra Pound. Aquí el encuentro se realiza a través del teléfono, con el argentino siendo secretario de redacción de Crisis (la revista le dedicaría su primer número al autor de los famosos Cantos). El nombre de la revista lleva al norteamericano a hablar de la usura, de Galeano pasan a la poesía china, derivan en la traducción y el juego de los datos falseados, para quedar en volver a comunicarse y hablar sobre Yamanokuchi Ando, uno de los heterónimos del argentino. En el medio, una diálogo (otra vez) para nada ingenuo. “¿Me oye bien?”, pregunta Ezra. “Hay alguna interferencia, pero lo escucho”, es la respuesta.

“A pesar de estar equivocado desde el punto de vista político, a Pound lo movía, desde el punto de vista de la cosmovisión, una cuestión anticapitalista profunda”. Gelman va a heredar esa mirada (sólo recordar su verso “toda poesía es hostil al capitalismo”) y ese ataque a la usura, además de que ambos combinan lo coloquial con textos ajenos. Y eso de jugar que sean otros los que aparecen “traduciendo” sus propios textos, como lo hace con John Wendell o Dom Pero.

No es la primera vez que utiliza ese recurso, ya venía usando la figura del otro para escribir desde Los poemas de Sidney West y aparecerán, también, los heterónimos del ya nombrado Ando, Julio Grecco y José Galván. Y si uno usa la palabra heterónimo, la vecindad de Fernando Pessoa es ineludible. En este diálogo, para completar el número de una revista en la que participan, ambos inventan un texto, un poeta que lo escribe y el momento particular en que desarrolla su obra, algo que refleja a ese Gelman (como bien marca Boccanera) que traduce, comenta, adjudica textos suyos a otros autores, reelabora, recoge para sí, intercala versos ajenos, coloca citas verdaderas y falsas. Y en eso de “poner textos de mí en los textos de grandes poetas”, Eliezer Ben Jonon recibe carta de Yehuda Ha-Leví que le inquiere “¿Me pregunto dónde estará su tienda? ¿Dónde la mía?”. Uno lee esto y agradece que el ensayista sea, también, poeta.

Volviendo a Sidney West, en ese dejar hablar a los otros que habitan al poeta, Gelman entra en diálogo con Oliverio Girondo en una búsqueda de ruptura constante, "casi delirante, lleno de invenciones y desvaríos que van a ser más concurridas" en libros como Anunciaciones y lo llevan a “elaborar una escritura sostenida por códigos propios”, haciéndolo conversar, también, con Aimé Cesairé.

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Una de las partes más emotivas del ensayo cuyo puente son estas charlas apócrifas, es la carta con la cual se comunica con Paco Urondo desde el exilio, en Roma, que le sirve a Jorge para ingresar en la etapa “de la pena y el extrañamiento". “No debería arrancarse a la gente de su tierra o país, no a la fuerza. La gente queda dolorida, la tierra queda dolorida”, escribe Juan. Es la época de los libros que serán recopilados en Interrupciones, una de las más fructíferas y más triste. Uno llega a preguntarse cómo puede poetizar desde tanto dolor, cuya piedra basal es la desaparición de su hijo Marcelo y su nuera María Claudia. Su poesía "atiende a la demanda de una memoria que no se puede perder". Gelman escribirá un libro que si bien no es de poemas, lo llamará Contraderrota; nombre que, creo, resume el deseo poético de esa etapa que “nuclea la derrota política del 73 y los claroscuros del exilio, sin caer en la propaganda”.

En esa carta pregunta por Haroldo Conti (“Está rodeado. Su casa y sus personajes están rodeados”), por Roberto Santoro, Dardo Dorronzoro, Rodolfo Walsh y Miguel Ángel Bustos, mientras José Galván apenas si logra escapar con los escritos de Julio Grecco. Lleva consigo papeles lleno de “muertos que hablo y que me hablan/ en las palabras que palabro”, que intentan volver a unir lo separado a través del misticismo de San Juan de la Cruz.

Cierra los diálogos Vicente Huidobro ("fundó una libertad que Juan tomó para sí"), Césare Pavese (“Gelman suele recurrir a Pavese para explicar su propia dinámica creadora”) y Luis Cardoza y Aragón, una debilidad de la casa, podríamos decir. Con él hablan de las utopías, del oficio (“uno tira una botella al mar y eso es todo”), una de las obsesiones del argentino, y del militarismo. El guatemalteco cerrará diciendo “usted mismo ha vivido y sufrido una tragedia que ejemplifica la tortura del pueblo de su patria”.

Como dijimos al principio, este hermoso libro fue publicado, por primera vez, en 1994 y creo no estar errado si digo que no hay una edición actual, aunque se puede conseguir usado o en algún lugar que cuenten, todavía, con ejemplares del stock saldado. A lo que iba es que Gelman escribió unos cuantos libros más después de que este ensayo viera la luz. Y aún faltaba el momento reparador de recuperar a su nieta, Macarena. Para algunos, esta última etapa escritural no modificaría lo expuesto por Boccanera en su ensayo, pero estaríamos cometiendo una tremenda injusticia dejando afuera a ese gran libro que es Mundar, donde Juan empieza a abrazarse con los amores del pasado y en el que profundiza su conversación con Mara, su compañera por tanto tiempo. Ese diálogo poético es, en sí, de una enorme riqueza. Si tuviéramos la suerte de que Confiar en el misterio se reeditara, le propondría a Jorge sumarlo. Sospecho que le gustaría mucho la idea.