“Alguien a quien contarle todo”, relatos de Joana D´Alessio
Por Inés Busquets
Alguien a quien contarle todo es un libro de ocho relatos, entrelazados entre sí. El primer libro de Joana D ´Alessio, realizadora cinematográfica, editora y productora, editado por La Crujía.
Una voz que narra en primera persona y que interactúa con distintos personajes. Los mismos en todos. Solo cambian las circunstancias, los escenarios, las coyunturas.
Un libro de relatos que bien podría funcionar como novela, pero que no por azar fueron elegidos ir por separado y es así como se define, porque la potencia está en esa escisión.
La voz narradora funciona con maestría, porque es un registro que logra imponer el clima en el relato, entonces el humor por momentos convive con la tragedia y lo vuelve real, frecuente.
Los cuentos se complementan y fluyen en lectura continuada. El epílogo es una vista panorámica, una mirada en tercera persona que sintetiza las acciones posteriores al dolor, la complejidad de la trama después de un quiebre, la posibilidad de que algo se desintegre y la metáfora de una familia de cristal en la vidriera, sin embargo aparece la respuesta a todo lo que nos atormenta diariamente: “Lo bueno de todo esto es que va a dejar de pensar en la muerte.”
Joana D´Alessio escribe sobre la familia, los vínculos, la maternidad, la muerte, la infancia, la vejez, e l amor; trabaja la materia prima de la que está hecha la vida con el lenguaje y en esa elección de las palabras materializa lo intangible.
Alguien a quien contarle todo es una invitación a escuchar ese secreto, esa confidencialidad, a convertirse en cómplice de ese pensamiento que subyace en cada situación.
En el libro, un momento pasajero puede ser el disparador de una reflexión profunda, o la piedra de toque para una decisión definitiva.
Los encuentros, la camaradería, las relaciones humanas generan empatía e identificación. La autora capta en diversas circunstancias el concepto de que siempre tenemos algo para contar.
“En el universo de papá hay una membrana muy finita que separa el caos de la felicidad, y puede ser el punto del pescado.”
Las expresiones y los aspectos de la comunicación enriquecen el perfil de los personajes, cada uno con sus características propias, sus gestos, sus maneras de ser y de vestir al punto de que el lector/a pueda anticiparse a las reacciones, según la atmósfera que se genera.
La muerte y la enfermedad incursionan como una parte de la vida y así se resuelven y se comunican, por eso confluyen con almuerzos, compras y viajes donde los personajes entran y salen, lloran, se ríen y comparten la desilusión o las expectativas.
“No sé por qué no hay música en los entierros. Hay un viento helado. ¿Cómo vamos a dejar a mamá acá un día como hoy? La odio por haberse muerto antes de tiempo, ¿A quién le voy a contar esto? ¿Con quién voy a hablar de las cosas si no es con ella?”
“A veces la tristeza y la alegría se tocan, como dos puntitas de un hilo.”
La separación es un tema transversal, recorre la mayoría de los relatos, pero no como un hecho definitivo sino en secuencia de proceso, igual que ocurre en la realidad. Eso permite vivir el día a día, el desgaste, los matices de una pareja que se diluye y una voz que recuerda con pensamientos rumiantes los momentos claves de ese amor que se apaga: “¿Cuántas veces habla una pareja sobre separarse antes de separarse?” “Creo que prefiero no pensar en todo eso. ¿Estoy cómo el tarado de la película esa que quiere borrar los recuerdos? En realidad no, creo que solo me gustaría esconderlos en el fondo del placar, por un rato.”
Y en contraposición la fórmula de un matrimonio feliz condensada en una frase: “Nos dimos la mano y cruzamos el río, hubo momentos duros, pero nunca nos soltamos la mano.” Y en esos pasajes una también va de la mano de la narradora por todas sus vicisitudes.
En alguien a quien contarle todo el hallazgo es la luz que resplandece en lo simple, en la epifanía de las ideas detrás de las cosas, como decía el poeta William Carlos Williams.
A medida que leía pensaba en cuáles eran las voces que me remitía, por la elocuencia y el desprejuicio para contar se me venía a la cabeza Lucia Berlin y algo de Magalí Etchebarne por esa libertad para soltar las palabras.
Quizá sea un vicio buscar las huellas, porque también tiene la impronta de una voz nueva, la frescura de un universo recién descubierto. Un mundo descarnado, pero donde abunda con pericia el lenguaje de las flores y enseguida lo gris se convierte en una paleta de colores.
En palabras de Virginia Cosin, “ Como si fueran caracoles, piedritas erosionadas por la sal y el agua del mar que se desparraman en la orilla, Joana D´Alessio recoge y enhebra situaciones cotidianas a las que le saca brillo." Y las convierte en diamantes.