Arturo Desimone: “El amor y la revolución son fuerzas poéticas letales”

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Arturo Desimone: “El amor y la revolución son fuerzas poéticas letales”

27 Marzo 2022

Por Ignacio Vázquez |​  Fotos: Julieta Bugacoff

Una tarde de febrero, nos reencontramos con Arturo Desimone (Aruba, 1984) en el bar Ouro Preto, esquina de Corrientes y Talcahuano. Poeta y pintor, Arturo me guía por los varios andariveles de su libro La amada de Túnez. Editado por Clara Beter en 2019, el poemario se presenta en versión bilingüe: el texto original va en inglés –es la primera sorpresa- y la versión al castellano rioplatense, realizada por Lucas Brockenshire.

 

Todo amor es amor prohibido, todo deseo es deseo

prohibido / luchá solo para asir / tu amada, tu deseo / no te

pongas ningún traje malva o gris a rayas / de negocios

para discutir con el Estado / no reclames la legalización

de tu amor/ de tu sueño lo anhelado/ no puede vivir, nadar

ni amar/ en una jaula hecha de leyes/ (…)

 

Indisociable de su contexto socio-político, la poesía de Arturo Desimone transita también los carriles del diario de viaje.

Su propia y trashumante experiencia personal lo conduce, casi naturalmente, a dicho plano: nacido en Aruba en 1984, hijo de exiliados argentinos; vive siete años en Holanda y recala en Túnez en plena efervescencia de la primavera árabe.

Su libro, que me recuerda bastante el cruce entre poesía amorosa y política que practicara Ernesto Cardenal, va de las epifanías netamente eróticas a consideraciones sobre los pueblos y el estado moderno. A pesar de esta impresión mía, Desimone se declara más cercano al mundo de la poesía árabe, tanto de la proveniente de Al-Andalus medieval como de la actual.

Escrito originalmente en inglés y publicado en 2015, La amada de Túnez retrata aquellos tiempos previos a la pandemia que también afectaron la buena salud de los viajes. Testigo excepcional del giro político en Túnez, Desimone incursiona en el cruce entre la esfera personal, íntima, y la política.

Agencia Paco Urondo: Tu libro comenzó con el contexto histórico de la revolución de Túnez en 2010. ¿Cuándo llegaste a Túnez y qué lapso de tiempo viviste ahí?

Arturo Desimone: Viajé a Túnez en varias ocasiones. En realidad, llevaba muchos años leyendo sobre el mundo árabe, el Medio Oriente, la política alrededor del conflicto palestino-israelí, y tenía compañeros de estudio palestinos. Cuando viví en Europa, conocí muchos refugiados de Irán, así que llevé mucho tiempo pensando en estos temas. Después, cuando se sucedieron las revoluciones contra los regímenes imperantes en el norte de África, tuve la oportunidad de ir a Túnez en 2011, justo cuando estaba cayendo Ben Alí, el dictador.

APU: ¿Cómo era vivir bajo ese régimen?

A.D.: Bueno, era un estado policíaco. Y como yo había conocido esa realidad desde un lado intelectual, quería conocerla más de cerca, de primera mano, por así decir.

APU: ¿Cuánto incidió la aparición de internet en el derrumbe de estas teocracias?

A.D.: Mucho. Antes, el estado tunecino tenía su propia versión de internet, que se llamaba Publinet, y era controlada por el régimen. El papel de internet coincidió con que la cultura, en el norte de África, es una cultura donde la noticia muchas veces pasa por rumores. No van directamente a un conflicto, sino que buscan maneras alrededor de un conflicto. Y las redes sociales permiten no solamente publicar, sino pasar información secreta. Eran una herramienta muy importante: ya había mucha solidaridad entre la gente y una cultura del complot al mismo tiempo.

APU: Me imagino que, en ese contexto, las libertades y en particular de las mujeres, están bastante restringidas ¿Cómo lo viste y cómo influyó en esta historia que contás en tu libro?

A.D.: Túnez constituye una excepción dentro de los países musulmanes. La primera cosa que me di cuenta, fue que el uso del velo no era tan común ahí. Fui a una protesta fuera de la Casbah, que es la casa de gobierno y estaba la gente del poder judicial y también las mujeres en la protesta. Túnez es un país famoso por haber avanzado en el tema de la emancipación femenina. Incluso el aborto está admitido.

Lo que pasa, es que el régimen que cayó no era islámico; tenía una relación hipócrita con la religión. El Islam era una pantalla. Era un régimen laico. Porque Túnez tuvo un prócer, Habib Burguiba, un general que luchó contra los franceses y logró la liberación nacional. Habib Burguiba quiso mantener la división laica y separar la mezquita del Estado. Así que no era un régimen islamista; era laico, pero al estilo occidental, que mantiene una relación muy hipócrita con la religión organizada.

El colonialismo francés fue muy distinto del inglés, por ejemplo. Así que hay mucha gente que defiende el legado francés de la colonia.

De la reina de Saba a la chica árabe

Agencia Paco Urondo: Para no caer en algo literal, ¿la amada es una mujer o es algo más?

A.D.: Lo veo como cuando San Juan de la Cruz hablaba del amado; lo comparaba a un ciervo. La muchacha es un personaje femenino, pero estoy hablando del país, buscando la esencia de esa revolución. La amada es el país, en definitiva.

 

_ …como el ciervo huiste/ habiéndome herido. (San Juan de la Cruz)

 

A.D.: Claro: San Juan era un converso, del judaísmo al catolicismo. Y él fue muy influido por la poesía arábigo-andaluza. También encontramos estas imágenes en el Cantar de los cantares: no estamos muy seguros si es una chica o es una nación. No está muy bien definido, porque es todas esas cosas a la vez. Y yo me dejé llevar mucho, en esa época, por ese tipo de pensamiento...

APU: ¿Y yendo puntualmente a la identificación entre la amada y un país? ¿Hay, aquí también, una tradición oriental?

A.D.: Exactamente. Mahmud Darwish, el poeta palestino, suele comparar a Palestina con una novia que se va a casar. Darwish tiene un verso, puntualmente, en que habla de la amada y de Palestina como de una sola entidad. No olvidemos que él vivió la colonización israelita, de modo que debió aprender hebreo y estudiar su literatura antigua. Esta literatura tiene mucho en común con las demás tradiciones literarias semitas. Pensemos que, para los poetas judíos, Israel o Sión era vista como una novia. De modo que hay una clara conexión entre esa tradición literaria y mi libro.

APU: ¿Hay escritores que consideres guías en el modo de abordar una realidad extraña a sus orígenes?

A.D.: Sí, por supuesto. Lo cierto es que fui a Túnez con esa inspiración de los escritores de antaño, como Orwell cuando escribió sobre los anarquistas en Cataluña. O como un escritor de Surinam que admiro mucho, Albert Hellman, que fue a España como corresponsal del periódico Rotterdam. Mi libro es más bien un diario de viaje, en el que fui coleccionando poesías y dibujos de ese período.

APU: El libro trata de igual manera el amor y la revolución, el deseo y el giro político-cultural; ¿dónde está el punto de unión entre esas dos esferas existenciales?

A.D.: Hay mucho en común. De hecho, el amor y la revolución son fuerzas poéticas letales. Y tanto cuando una revolución o un amor terminan mal, pueden ser muy destructivos. Por ejemplo: los pesimistas suelen asociar la revolución con el odio. Para mí, como anti-estalinista y como neo-guevarista, la revolución debe sobrepasar a los odios de clase. El amor y la revolución son como una especie de psicosis; sólo que, a diferencia de la psicosis, no son experiencias solitarias. Por otra parte, no se puede separar el odio del amor. Decir esto, no es caer en un facilismo new age. Incluso Santo Tomás de Aquino sostenía que el odio es como una versión oxidada del amor. Una cierta alquimia, la de las pasiones, es la que está en juego.

La poesía, los poetas

APU: Si tuvieras que hacer un ejercicio de memoria, ¿quiénes eran los poetas que te gustaba leer, previamente a tu experiencia en Túnez?

A.D.: Estaba leyendo a Mahmud Darwish y a poetas contemporáneos de la India, Tagore entre otros. Poetas israelíes, como Nathan Alterman. Pero al mismo tiempo leía cosas muy distintas, como Carlos Drummond de Andrade; de él me gustaba el modo tan libre y particular de expresar el erotismo. De hecho, cuando comencé mi libro procuré manifestar algo semejante, un aire brasileño en el contexto de Túnez. Y también leía poetas de Medio Oriente, poetas de tradiciones islámicas y sufíes, como Hafiz. Poetas modernos iraníes, como Forugh Farrojzad, una poeta que murió joven, pero de gran importancia. O el film El color de la granada de Serguei Pardjanov dedicado al trovador armenio Sayat-Nová. En cierto modo quise desplegar un puente entre la poesía sudamericana, Andrade, Aimé Cesaire y esta escritura más mística del Medio Oriente.

APU: ¿Cómo llegaste al conocimiento de la tradición poética árabe?

A.D.: Me interesó la influencia árabe en la música occidental, así como la tradición arquitectónica andaluza visible en Curazao. Así, me interesé en Andalucía, en la música persa y cuando viví como emigrante en Europa, me hice de amigos entre las múltiples comunidades de exiliados del medio Oriente, del norte de África, y caí bajo el hechizo de Sudamérica. Me empapé del pensamiento y la poesía del Medio Oriente. Unos amigos palestinos, a su vez,  eran cercanos a Darwish…así que mi entrada a dicha tradición vino por varios lados.

APU: ¿Tuviste alguna amistad o encuentros con poetas tunecinos? ¿Quiénes?

A.D.: Sí, claro. Me encontré con algunos pocos poetas. El más notable fue un hombre ya mayor, Bershir Kayuechi. Y después, multitud de poetas jóvenes ya que la poesía es importante en Túnez

APU: ¿Influyó dicha familiaridad con la tradición arábiga en tu propia escritura? Y si así fue, ¿de qué manera?

A.D.: Bueno, creo que por diversas razones me sentí identificado con poetas exiliados o transterrados. Baste pensar en Kavafis, cuando escribe sobre Alejandría, o en Giuseppe Ungaretti, nacido en Egipto. La tradición poética árabe y la judía. Asimismo, te puedo nombrar al poeta sirio Nizar Qabbani, quien también influyó en los poemas de amor que escribí.

Influyó toda una serie de poetas hispano-árabes, oriundos de Andalucía, por el mix de culturas que hubo allí en la Edad Media. En una palabra, la interrelación de culturas antes que emergiera cualquier nacionalismo influyó en mi escritura. El modo en que la poesía conecta lo racional y lo corporal, más allá de la razón, es un elemento clave en la supervivencia de los poetas. 

APU: Hay, en la tradición poética occidental, diversas ramificaciones bien conocidas: la del compromiso político, la así llamada poesía de la experiencia, la slam poetry, la poesía focalizada en el mismo lenguaje. ¿Advertiste algo similar en la poesía árabe?

A.D.: Es una muy buena pregunta. Todas las ramificaciones que mencionás son bastante artificiales. El slam se basa en el así llamado lenguaje coloquial, suponiendo así que la poesía nunca tuvo categoría oral. De modo que la slam poetry está fundada sobre un malentendido. Y lo que llamás poesía de la experiencia, y que tiene tanto predicamento en España, no es poesía de la experiencia sino más bien de trivialidad epidérmica. ¡William Blake trata sobre la experiencia! La así llamada poesía de la experiencia no es más que una idea neoliberal sobre acciones prácticas; no es sobre la experiencia. La experiencia es interior; esta poesía de la experiencia trata de si tomé el café o si lo dejé. Es la negación de la experiencia interior.

Después, las otras tendencias que nombraste: la del compromiso político también es una mierda, es lo contrario del compromiso, es un conformismo altisonante. Hay, sí, una poesía política capaz de generar un significado colectivo en tiempos de crisis; y ésa es la que vale. Por ejemplo, Abul-Qasem Echebbi, en Túnez.

Keats, cantando al ruiseñor también puede hacerlo, o Antonio Machado, por dar un ejemplo español. La idea del poema comprometido es una idea occidental y moderna. Incluso una figura totalitaria como Mao Tse Tung dijo “Todo arte es propaganda, pero no toda propaganda es arte”.

APU: De modo que, desde tu punto de vista, San Juan de la Cruz con su camino de interioridad y místico ¿podría ser tomado como poesía de la experiencia? Quiero decir, no en el sentido neoliberal del término experiencia.

A.D.: Es posible; pero ¿por qué ese término, entonces? Podría ser, si pensamos en William Blake. Pero nuestro tiempo está guiado por una suerte de neo-empirismo, en el que se nos ordena que hay que postular e insertar empirismo por donde sea, venga al caso o no: ya sea en política, ya sea en el arte, ya sea para zanjar cualquier discusión ideológica. La experiencia, en su sentido neoliberal, debe entenderse como empirismo.

APU: ¿Soñás en papiamento o en algún otro idioma?

A.D.: No intento soñar en papiamento. Debiera ser más fácil soñar en español. Es una buena idea, porque escribo en inglés, pero todo el mundo lo odia. En Túnez, la versión al español de mis poemas tuvo más popularidad que los poemas originales, en inglés. Cuando una actriz leyó mis poemas en su versión árabe, todos pensaban que era una traducción del español y no del inglés, como en realidad era.

Despegue

A todo esto, yo me había tomado un cortado y Arturo estaba promediando un largo vaso de licuado de bananas, que, según él mismo, le recuerda a su infancia arubeña. Y recordé que Arturo, hijo de exiliados argentinos, había nacido en Aruba, en el Caribe, frente a las costas de Venezuela; y que, en esa isla, como en Curazao, se habla papiamento. Un idioma neocriollo, popular, por fuera de gramáticas, un crisol de conquistas e inmigraciones.

Pienso, ya cruzando la 9 de Julio, que el libro de Arturo Desimone constituye, en cierto modo, una mirada papiamental sobre el mundo árabe: un cruce, en definitiva, de lenguas, culturas y vidas en tránsito.