Así se escribió "El origen de la alegría", de Pablo Ramos
Por Santiago Asorey*
Abelardo Castillo, el maestro de mi maestro, dijo alguna vez que lo valioso de una obra radica en la forma que fue hecha, las condiciones espirituales y materiales en las cuales fue escrita. Soy amigo de Pablo hace más de 15 años. Fui testigo de cómo escribió este libro, conozco las condiciones espirituales y materiales bajo las cuales fue escrito. Conozco, quiero decir, el origen del Origen. Es algo así como conocer los cimientos de una casa, las bases que soportan el andamiaje ficcional, emocional, intelectual y espiritual. Conocer las bases de este libro es entender la diferencia entre una casa que se puede sostener durante cientos de años o volar como cartón tras la primera tormenta. El lector distraído podría pensar que es fácil escribir de esa manera. Pero la verdad es que escribir un libro como El origen de la alegría podría enloquecer o matar a la persona que lo escribe. Tal vez les suene exagerado, pero no.
Alguna vez lo dijo el escritor Leonardo Oyola: para escribir como escribe Pablo se necesita de un coraje y una fuerza distinta. Una fuerza que no abunda en otros escritores de la literatura argentina y que convirtió a Pablo en el mejor escritor de su generación. Una fuerza que viene de afuera de la literatura para convertirse en una literatura extraordinaria. Así fue como antes que comenzara la noche de la pandemia, Pablo se sumergió en su casa en la Paternal, una vez más, durante cuatro años para escribir la novela que hubiese preferido nunca tener que escribir. Un libro en homenaje a su hermana Verónica que murió en 2017. Pablo escribe sobre lo que otros callan. Ahí donde muchos optan por escribir sobre dinosaurios, Pablo elige escribir sobre el meteorito que cae y los arrasa. Y se necesita locura, coraje y Fe para seguir transitando el desierto de la literatura, donde uno no sabe bien hacia dónde va. Se necesita soportar las dudas y la locura mientras uno pisa donde no hay seguridades. Pablo lo hizo, guiado por la Fe ciega, y el resultado es este libro fundamental para el lector que entiende de que está hecha la verdadera literatura.
Cuando conocí a Pablo yo tenía 15 años. Como a muchos otros alumnos, Pablo me abrió las puertas de su casa con una generosidad en la cual se entregó como se entrega en sus libros. Porque no hay dos Pablos. El que escribe y el que camina por la vereda son la misma persona. Pablo Ramos escribe y habla con la carne, de putas y de madres, de padres, de infiernos y de Dios. Escribe sin eufemismos y sin poses. Escribe desde la verdad. No escribe así: es así.
Hace diez años tuve la posibilidad de entrevistarlo tras la publicación de La ley de la ferocidad. En esa entrevista pronunció una frase que todavía hoy me resuena. La recordé al terminar de leer El origen de la alegría: “Con cada libro dejo todas las fórmulas viejas y busco las nuevas para ese libro. Eso es experimental. No se trata de sacarle las comas a un cuento. Hay artistas que no tienen capacidad para ver más allá de la superficie de las cosas”. Esta premisa se fue cumpliendo en cada uno de sus libros, pero en El origen de la alegría pude ver que había algo más. Con Pablo siempre hay algo más. Pablo arriesga toda su obra en el próximo libro, cada vez. Así llegó a un nuevo lugar de su literatura. Se trata de un registro muy distinto a todos sus libros, y el cierre de la tetralogía es también su cúspide como escritor. Al menos, claro, hasta el próximo libro. Por lo pronto, el lector está invitado a habitar esta casa que Pablo escribió.