Cartas inéditas del poeta Roberto Santoro: “O el pueblo se organiza o nos masacran”

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Cartas inéditas del poeta Roberto Santoro: “O el pueblo se organiza o nos masacran”

28 Noviembre 2021

Por Jorge Boccanera

En una carta al poeta peruano Víctor Mazzi Trujillo enviada a fines de 1974, Roberto Santoro escribe: “siempre es importante tener presentes a todos los que luchan en nuestro continente, saqueado por la dependencia cultural y los popes entreguistas”; y se despide con estas palabras: “el puente está tendido, te envía un abrazo fraternal tu nuevo compañero y amigo”.

Días después el poeta peruano recibía en su casa de Chosica, localidad situada a unos veinte kilómetros de Lima, la misiva junto a dos libros de Santoro, un envío que daba pie a una amistad sólo interrumpida por el secuestro del poeta argentino un primero de junio de 1977.

Conocí personalmente a Mazzi en Chosica gracias a Santoro, cuando salí del país en 1976. Fue el autor de Uno más uno humanidad quien me habló de este poeta fundador del Grupo Intelectual Primero de Mayo (GIPM) y nos puso en contacto. Así fue que encontré luego en la sierra peruana a un hombre humilde, de gran solidaridad y sabiduría. Mazzi (1) el poeta albañil, que por esos años vendía libros en la explanada de la Universidad Nacional de Educación, “La Cantuta”, era un autodidacta que abordaba diversos temas, del arte a la política con probados conocimientos. En ese 1976 sumaba a sus libros Reflejos del carbón y Poemas de vecindad, haber preparado la antología Poesía proletaria del Perú con sello de la biblioteca de la Universidad citada. Un dato no menor: el libro llevaba una dedicatoria impresa a los integrantes de los grupos literarios El Pan Duro, Barrilete y El Ladrillo. 

Pasé algunos días en compañía de Mazzi y varios de los integrantes del GIPM, hasta que el gobierno militar peruano decretó el estado de sitio y salí para Guayaquil; pronto los uniformados entrarían a La Cantuta, Mazzi perdería su trabajo, el gran escritor Oswaldo Reynoso, rector de esa casa de estudios, se exiliaría en China y los uniformados destrozarían centenares de libros.

Ahora, a cuarenta y cinco años de aquellos momentos, su hijo Víctor Mazzi Huaycucho, doctor en Educación y ensayista orientado en la civilización incaica, quien mantiene viva la obra de su progenitor con libros póstumos y de homenajes, pone en mis manos cinco cartas que Santoro envió a su padre y que dan la medida de la Argentina de esos años; el progresivo acoso de la derecha a los sectores populares unos años antes del golpe militar –entre 1974 y 1976-  y en particular de la labor incansable de Santoro en los distintos frentes políticos y culturales en los que se movía.

Poeta y tipógrafo, Santoro, enlazó al modo de otros poetas de su generación, la del 60, franjas de la cultura popular como el fútbol, el tango, el box, con una mirada puntual y crítica sobre la situación social opresiva padecida a lo largo de toda Latinoamérica. A mi entender, lo singulariza un carácter contestatario sin cortapisas como poeta y como militante (junto a escritores como Humberto Costantini, Haroldo Conti, Carlos Patiño y el mismo Higa, integró el Frente Cultural del Partido Revolucionario de los Trabajadores, FATRAC), pero además su fuerza como impulsor de los proyectos varios que motorizaba: el grupo y la revista Barrilete, el sello “Papeles de Buenos Aires” y su colección de poesía “La Pluma y la Palabra”, su antología Literatura de la pelota que se adelantó a la catarata de textos que vendrían después sobre el tema, y numerosas obras surgidas de las juntadas con poetas, músicos, actores y pintores, entre ellos Pedro Gaeta, Eduardo Rovira, Lorenzo Quintero y Luis Luchi. 

Dentro de esa labor incansable, de ese Oficio desesperado, como tituló a su primer libro subrayando un sesgo de urgencia en el horizonte de las transformaciones sociales, era necesario llegar al otro, convocar, reunir, conectar, comunicar, de modo que era imprescindible la correspondencia. No hay dudas de que el intercambio epistolar fue una de las herramientas con la que se valió profusamente Santoro para informar sobre una actualidad candente, a la vez que acercaba su producción (a mitad de los 80 encontré su libro Uno más uno humanidad en una mesa de la casa del poeta herrero Dardo Dorronzoro -secuestrado el 25 de junio de 1976- con la dedicatoria: “a Dardo, con la amistad de quien espera su palabra”, y el aviso de que iría alguna vez a visitarlo “con ganas de arreglar el mundo”). Hay además cartas suyas a escritores de México, Panamá y otros países de América Latina informando sobre las atrocidades del terrorismo de Estado. Quizá su última carta haya sido la que envió al escritor guatemalteco Roberto Díaz Castillo fechada el 11 de mayo de 1977: "Supongo que conocerás mucho de nuestros dolores a través de la prensa. No perdemos por eso la esperanza en un mundo mejor en que la justicia sea verdadera y la vida un derecho del pueblo… Espero sepas comprender estas pocas palabras pero no tengo el ánimo dispuesto… recibe por ahora un fuerte y fraternal abrazo de tu compañero latinoamericano” (2). Estaba a sólo unos días de su secuestro. 

Unos años atrás, el 16 de setiembre de 1974 –recuerdo la fecha porque justamente ese día un comando de la Triple A asesinó al vicegobernador de Córdoba Atilio López, sindicalista y uno de los impulsores del Cordobazo junto a Agustín Tosco- el grupo El Ladrillo organizó en un café del bajo una juntada de músicos y poetas al que asistieron entre otros grupos literarios los poetas de Barrilete. Enterados de la noticia, consternados, denunciamos el crimen y el “Pelado” Santoro reemplazó la lectura de sus textos por la lista de los fusilados de Trelew. 

Cinco cartas

Según la primera carta en nuestro poder fechada el 6 de octubre de 1974, Santoro llega a Mazzi por medio de otro amigo común, el poeta de ascendencia japonesa Juan Carlos Higa (“Querido amigo: a través del compañero J. C. Higa, he recibido su palabra”), que fuera secuestrado en su domicilio el 17 de marzo de 1976.

Ya en una misiva del 30 de julio de 1975 la relación con el poeta peruano se muestra afianzada (lo trata de “hermano querido”); Santoro cuenta que forma parte de una de las listas que competirá por la conducción de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE): “Nuestra Agrupación (Gremial de Escritores, AGE) llevará como candidatos a Elías Castelnuovo y Bernado Kordon”. Integrada además por David Viñas, Humberto Costantini, Iverna Codina, Nira Etchenique y Alberto L. Ponzo, entre otros, dicha lista no reuniría el número necesario de votos. En otros tramos responde preguntas seguramente formuladas por Mazzi en cartas anteriores. Dice: “El grupo El Pan Duro ya no existe, uno de los compañeros, Guillermo Harispe, está en nuestra agrupación gremial”, y va a un tema que remarcará en otras cartas: el deseo de un encuentro con los poetas del grupo Primero de Mayo: “Si se lograra la invitación de esa universidad limeña, hacémelo saber. Cómo me gustaría hablar con todos ustedes. Cuántos sueños y cuántos vinos nos tomaríamos”.

Obviamente entre aquella primera carta de 1974 y ésta hubo otras al parecer extraviadas, ya que entre los diez meses que distan entre ambas, Santoro publicó a Mazzi en su colección Papeles de Buenos Aires. Escribe: de “Tu carpeta, te envío 30 ejemplares” -se refiere a otro de los títulos del peruano, A lengua viva.

Y de nuevo el jadeo del oficio desesperado que, subraya de este modo: “Trato de aprovechar todo el espacio posible. No hay puntos y aparte. No debe haber puntos aparte. Debemos trabajar juntos. Intensificaremos la correspondencia y el intercambio para mejor conocernos y darnos la mano fraternalmente como corresponde a compañeros con iguales ideales.”. Por este puñado de cartas se puede inferir que Santoro intercambia correspondencia con otros integrantes del grupo literario peruano, entre ellos los poetas Alberto Alarcón y Artidoro Velapatiño.

En carta del 29 de agosto de 1975 acusa recibo de revistas y cartas llegadas desde Perú; menciona actividades de la AGE y de un frente cultural (¿el FATRAC?). Anota: “Organizamos un festival en colaboración de compañeros músicos y pintores. El frente de trabajadores sigue su marcha, lenta pero segura”; y esboza este señalamiento político con aires de vaticinio: “O el pueblo se organiza o nos masacran a todos. No soy pesimista, por el contrario. Trabajamos a todos los niveles”. También hace referencia a su escritura de esos días, poemas muy breves con su marca de ironía y agudeza: “Me alegra les guste esas palabras cortitas que les envié con forma de poesía. No puedo a esta altura del dolor escribir de otra manera. Mi canto y mi seña es esa palabra apretada y rabiosa que quisiera ser un puño en medio de la cara torcida de los traidores”. Podría tratarse de poemas breves de su libro No negociable, editado en ese 1975 y del que nuestra revista El Ladrillo dio un adelanto en su número de agosto del año anterior. 

De las cinco epístolas, la cuarta es la más extensa; data del 12 de noviembre de 1975 y en ella se extiende Santoro sobre temas diversos: la amistad de Mazzi (“tu palabra siempre es bienvenida porque tiene el calor de las cosas perdurables, el calor de la lucha popular”), la imposibilidad de continuar con las ediciones de las carpetas de poesía por los altos costos, el traspié de la AGE en la SADE (aunque, dice que pese a todo se ha ganado: “un importante espacio político que debemos ampliar”), y se queja de “‘Los intelectuales’ de nuestro país… casi siempre descolocados de la realidad (que) no han sabido comprende las luchas del pueblo”. Contesta además preguntas del poeta peruano sobre el PRT: “es aquí el único partido marxista leninista de combate. Paralelamente a su trabajo sindical, estudiantil y cultural está desarrollando desde hace unos años la lucha armada urbana y, desde hace un año, por lo menos, la guerrilla rural en la provincia de Tucumán”. Y se despide con una valoración sobre la poesía del peruano: “Tus poemas me parecen naturalmente tranquilos, hombríamente (sic) inquietos, contagiando la fuerza que se necesita para seguir luchando”.

La última carta del autor de Pedradas con mi patria a Víctor Mazzi que nos facilitara su hijo, tiene fecha de cuatro meses después -8 de marzo de 1976-, vale decir a algo más de dos semanas del golpe militar del 24 de marzo. Escrita al borde mismo de la llegada de la dictadura cívico militar, se percibe en partes un tono sosegado –Santoro inquiere a su amigo peruano por su familia, le comenta los boletines de poesía Haravi que por muchos años dirigió Francisco Carrillo, prominente escritor peruano, educador y ensayista muy cercano a Mazzi, y se alegra de que dos poetas del “Primero de Mayo” hayan recibido menciones en un concurso-; para desembocar en la gravedad del momento: “Nuestra situación es grave. Mi país anda a los tumbos… No hay otro camino que la resistencia. La lucha será armada y no armada, legal y clandestina. Mi pueblo sabrá usar todos los recursos que lo han llevado al triunfo a través de la historia… hasta la próxima. Recibe un saludo fraternal y revolucionario”.

Repito aquí lo que dije en 2010 en un acto en La Plata sobre Santoro en el Museo de Arte y Memoria. Desde su primer libro, Oficio desesperado, dio cuenta de una vocación y un sentido de urgencia; la premura que lleva implícito lo impostergable y que comprende lo ineludible. Es así que en su integridad y en el modo de prodigarse, Santoro conjuga el espíritu de una generación entregada al cambio. Leerlo, tanto en sus libros como en estas cartas, es sentir la cercanía de sus sueños y sus convicciones.

 1-Víctor Mazzi (1925-1989), curtido en labores de la construcción y con apenas unos grados de escuela primaria, destacó como escritor y animador de diversos proyectos culturales, todos atravesados por la lucha social. Antes de fundar con el poeta Leoncio Bueno el Grupo Intelectual Primero de Mayo (GIPM) en 1956, dio paso junto a otros trabajadores a la agrupación “Tierra y libertad” que llevó adelante lecturas de textos literarios entre los trabajadores. Coincidencias con Santoro: grupos, canciones, publicaciones, lecturas, etc. 

2-Carta incluida en el informe “La Memoria. El desafío de Roberto Santoro, en Crisis Nº46, Buenos Aires, setiembre, 1986. El ensayista e historiador Roberto Díaz Castillo (Guatemala, 1931-2014), dirigió la revista Alero en su país y dirigió en la Nicaragua sandinista la editorial Nueva Nicaragua.