Roberto Santoro: esa capacidad de decir la verdad y transmitir esperanza
Por Lilian Garrido (en la foto Roberto Santoro junto a su amigo Pedro Gaeta)
Safari
La poesía es una escopeta
de dos caños
uno apunta a la verdad
el otro a la belleza
dispare.
Roberto Santoro, maravilloso conversador, ser encantador que tenía el don de la palabra, se propuso con su poesía entablar un diálogo, por eso el lenguaje llano y directo, el tono coloquial, el aprovechamiento de refranes, clisés y slogans publicitarios, el uso de expresiones populares, del lunfardo y también de voces extranjeras que, -lo vio con preocupación-, invaden nuestro idioma. En 1963, es decir, al año de la aparición de Oficio desesperado, su primer libro, Roberto Santoro respondió a la pregunta “por qué escribe poesía” de un modo contundente: "A decir verdad, yo debería contestarle con otra pregunta: ¿por qué respira? Por necesidad se respira como se escribe poesía, también por necesidad, por necesidad de comunicarse, de decirle a los hombres la rueda azul de la esperanza (…) Y el poeta que no escribe por necesidad de comunicarse, no es poeta". Para Santoro, la poesía es un canal a través del cual el poeta se expresa para crear lazos con/entre los habitantes de este planeta. En los seis poemas muy breves de la plaqueta En pocas palabras (1967), refuerza esta idea: Mi boca / nació para escribir (“Oficio del alma”); Escribo / para los que hablan (“Práctica poética”), además de dejar sentado que Estética / ética est (“Teoría poética”).
Claramente, Santoro siempre estuvo en las antípodas del artepurismo: “su torrencial poesía venció al tiempo y hoy sobrevive, insolente y sonora, confirmando la vigencia de un juglar que optó por el lugar exactamente opuesto al de los cortesanos”, subrayó Rodolfo Edwards (en Revista “Ñ” n° 394). El título de su libro Uno más uno humanidad (1972), apuesta a la solidaridad, a la comunidad, a la comunión. Sin embargo, aquí aparecen “el mundo del revés, lo bueno pervertido, la exhibición de lo corrupto”, como señala Rosana López Rodríguez en el prólogo a la Obra poética completa (Ediciones R y R, 2008). Cada poema puede leerse como la sucesión de cuadros de una historieta, cuyo marco es una Buenos Aires misteriosa, caótica y hostil (“invadida”, apunta acertadamente Rafael Vásquez en el prólogo de su antología Informe sobre Santoro, 2003) En todos, el poeta recorre la ciudad dando cuenta de hechos insólitos, inexplicables, para cerrar cada poema con un verso conclusivo, terminante, termómetro de la realidad: “¿qué hace el tanque ése parado en la puerta de mi casa?” (II) o “no creo que aguantemos mucho tiempo” (III) o “lo que mata es la humedad” (XII) o “no hay salida posible” (XIII) o “la gente está muy asustada” (XIV). Por otro lado, no es casual que incluya “Ballet Balar Babel” (ya publicado en 1962 en De tango y lo demás), como “Prólogo” de este libro ni es un dato menor que este poema esté dedicado “a los que sufrimos este infierno”. Este gran ruido, esta yuxtaposición explosiva de palabras, construye, desde el lenguaje, a esta Buenos Aires cosmopolita y babélica. ¿Qué se puede comunicar en medio de este caos? En este espeso alud rítmico y sonoro, Roberto Santoro hace asomar destellos de realidad, poniendo sobre el tapete el estado de las cosas:
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En su afán de comunicar (léase: informar, advertir, prevenir, dar testimonio,denunciar), su poesía va tomando otras formas.
En la foto: Pedro Gaeta, Luis Luchi y Roberto Santoro
Noticioso
El país es un kilombo
el poeta le informó
y usted se enteró primero
Los poemas son breves, filosos y de estilo despojado. Él los llamó “cosas” cuando dijo “yo escribo cosas que tienen que ver con la poesía” y Humberto Costantini les dioentidad al afirmar que Roberto Santoro había inaugurado el género “cosas” en la literatura argentina. Roberto Santoro militaba en el PRT, militaba para cambiar el rumbo del gremio de escritores, militaba en los eventos culturales organizados en los barrios por el Grupo Gente de Buenos Aires (fundado por el artista plástico Pedro Gaeta, el poeta Luis Luchi, el músico Eduardo Rovira y el propio Santoro), militaba con sus poemas. Su último libro publicado, No negociable (1975), carpeta editada por el Grupo con el sello propio Papeles de Buenos Aires, se inicia con una Declaración Jurada que da otra vuelta de tuerca con respecto a la función de la poesía: "Si mi poesía no ayuda a cambiar la sociedad, no sirve para nada". Como Gabriel Celaya, estaba convencido de que “la poesía es un arma cargada de futuro” y hacia ese futuro marchaba, con la esperanza de “cambiar la vida”, sueño por el que ofreció su corazón.
Sostengo con dos manos la esperanza
porque sé que es el único aliento
que vive a la intemperie.
Y no escondo mi palabra
salgo a vivir con el alma descubierta.
El corazón que no canta
no ejerce su oficio con altura.