“Falsa familia”, novela de Carlos Ríos
Falsa familia (editorial EME) es el flamante libro del escritor argentino Carlos Ríos. Una novela que aborda la temática de los talleres literarios en contexto de encierro, una prosa con destellos poéticos en la cual confluyen distintos tipos de textos.
“−A ver…no sé…cómo te explico,” empieza Falsa familia y abre la puerta a un universo que lejos de explicar, muestra.
Un “profe” da talleres literarios en cárceles y el impacto del adentro empaña lo cotidiano del afuera. Un pensamiento rumiante lo obliga a hablar todo el tiempo de su trabajo. “Ella” en la historia, le da un consejo para dirimir su problema: escribirlo para que se diluya la necesidad de contarlo.
Al “−A ver… no sé… cómo te explico” le sigue este dibujo:
Entonces, el mismo trazo recorrerá todas las páginas del libro y los tentáculos se desplegarán en la vida del protagonista con la intención de abarcarla por completo.
Falsa familia es una novela acerca de los vínculos familiares que se generan en torno a las escuelas de las cárceles, las internas “magisteriles” como dice el autor, la relación con los alumnos/as, la implicancia institucional, la burocracia del sistema. Sin embargo, la novela es una fiesta del lenguaje.
“Hacia afuera, hacia las inspectoras, hacia la referente en educación de adultos siempre afirman que la escuela es una gran familia. Lo esgrimen en los discursos escolares. En esta familia él es el adoptado, el que no encaja pero a la fuerza hacen encajar porque les conviene”.
Leo Falsa familia y me siento parte de una conversación. Es el protagonista mirándonos a los ojos y el lector/a escucha caminando por los pabellones, observando desde la ventana de la Shell, sintiendo el movimiento del bondi en el trayecto hasta la cárcel.
En tercera persona, Carlos Ríos muestra la riqueza del diálogo en su máxima expresión, el hecho lingüístico en todas sus connotaciones: dónde dirige la mirada el personaje mientras conversa, lo que piensa y no comparte, los gestos, lo no dicho, lo que sucede alrededor, los ruidos externos, los movimientos, las interrupciones, el murmullo, la respiración, las digresiones.
El escritor describe con maestría las escenas, las grietas, los furcios, las imágenes, los intersticios de una conversación.
“Hacé de cuenta que soy él, la cancherea y como ella no le responde se queda sin saber si lo escuchó o se hizo la que no escuchó. El silencio empieza a espesarse y él se queda con la vista pegada al piso, como si buscara ahí un pedal que rebobine un poco. Se mira las manos del mismo modo en que se miran las manos sus alumnos cuando él les pregunta y ellos no saben qué responder. Quiso dejar en claro que por el no había problema (¿qué problema podría tener?), aunque el modo en que lo dijo pudo interpretarse como una escena de celos o la instalación de un problema”.
Carlos Ríos compone una prosa con ritmo poético, fluye de manera musical como si una palabra llevara a la otra y decantara en una frase hipnótica.
Falsa familia también es el diario de un “profe” donde los “apuntes del día” que van desde una simple observación a la profundidad de una frase que quedó rebotando en el aire, también dan cuenta de la jerga callejera, de los carteles del entorno, de las escenas de los transeúntes, los diálogos, el clima, el comportamiento de los animales.
“Apuntes del día
- Hay un forro (usado) en la parada del Oeste, a metros de la cárcel.
- Una botella de vidrio de Coca Cola enterrada en un hormiguero, con el culo para afuera.
- Lo pequeño, que es lo opuesto a lo obvio, está por todas partes, dice f.”
En Falsa familia la historia de amor atraviesa el eje de la historia, o mejor dicho su proceso creativo, pareciera ser una respuesta a la propuesta de escritura que ella (también profe) le hizo alguna vez. Y es a través de esta historia que conocemos la sensibilidad del personaje, lo profundo, la duda, la inquietud, la angustia de su ser paradójicamente “adentro” en virtud de lo que vive en el afuera, que además es la cárcel, su trabajo.
“Él busca las palabras que le permitan explicar un poco mejor lo que siente. Cómo te explico, dice. No hace falta, dice ella. A mí no tenés que explicarme nada. De todas maneras él quiere hablar, necesita hablar todo eso con alguien y está decidido a decirle qué le pasa con el trabajo. Capaz que ahí está la llave que le abra la puerta hacia el otro lado. No está seguro, pero por ahí va la cosa. Hay que hablar hasta que duela”.
Falsa familia no solo aborda los talleres literarios sino que es en sí mismo un taller literario, donde asistimos al proceso creativo de un poema, de un relato, de una micro ficción, a la celebración de una palabra nueva, a la creación de un haiku carcelario y a las aproximaciones de construcción: ¿Qué es un poema? ¿Existe una escritura confinada?
“Un circuito cerrado que busca desatarse, palabras que cambian su piel y se hacen otras, incluso antes de ser pronunciadas. No hay manual posible para eso”.
En tercera persona, Carlos Ríos muestra la riqueza del diálogo en su máxima expresión, el hecho lingüístico en todas sus connotaciones: dónde dirige la mirada el personaje mientras conversa, lo que piensa y no comparte, los gestos, lo no dicho, lo que sucede alrededor, los ruidos externos, los movimientos, las interrupciones, el murmullo, la respiración, las digresiones.
Haiku escrito en la Unidad 25:
¿Será culpable?
El juez dictó sentencia.
Crece la duda.
La novela de Carlos Ríos puede desglosarse como el protagonista hace con las palabras en los talleres, las libera, las emancipa del encierro, las desarticula, las resignifica, las ubica, las construye o las vacía de sentido porque Falsa familia, además es un ensayo sobre la libertad, adentro y afuera de la reja. ¿Cuál es la reja de cada una/o? El pájaro, las palomas, la reja, la nostalgia, el miedo, el lío de palabras, la lista de palabras, las palabras que fluyen. “Hablamos de las palabras y de cómo somos a través de ellas”.
Hay una fuerza superior que actúa cuando uno lee varias cosas a la vez, el otro día leyendo Escribir de Marguerite Duras me detenía en el relato sobre la muerte de una mosca, el acontecimiento para quien está atento a los detalles del mundo y los convierte en arte. Carlos Ríos escribe: “Me quedé mirando por la ventana como un pájaro picaba una lombriz, con paciencia de cirujano, hasta hacerla puré. Me dieron ganas de dibujar un pájaro, la lombriz, el tronco del árbol y los cables, la mancha gris de una medianera y el avión hecho un punto en el cielo”.
Cierro el libro, en mi cabeza queda ese rumor dando vueltas, aplicado a un montón de otras cosas: “−A ver…no sé… cómo te explico.” Vuelvo a recorrerlo a mirar las marcas y encuentro el hilo conductor, lo que a mi parecer es la matriz de la trama: “Arranco el taller. Hablo sobre las palabras y cómo nos posicionan en el mundo”.