Jorge Hardmeier: "La escritura se aprende con lecturas y experiencia, a pura noche y pura calle"
Por Hernán Casabella
Jorge Hardmeier es bostero y anarco peronista, fana de Diego, Bochini y Román. Es arquitecto, profesión que desestimó. Publicó tres libros de cuentos Sobrespejos (1998), Animales íntimos (2002) y Arquitectura antigua (2011), un poemario Juguetes antiguos (dice él, un exabrupto de la ginebra, 2015), 16 entrevista a escritores (2015), Miguel Ángel Bustos, biografía de un poeta militante (2018), Entrevista a la música argentina (2020) y Perfiles vernáculos. Diálogos (2020).Hardmeier, por su parte, fue secretario de redacción de la revista El Anartista entre 1999 y 2006 y entre 2011 y 2017 el editor responsable de la editorial Expreso Nova. Incursionó en la dramaturgia con la obra La maniobra y escribió, junto a la actriz y directora Gabriel Canaves, cuatro guiones de cortos cinematográficos que fueron filmados. Con sus ensayos y entrevistas colaboró en diversas publicaciones.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuál fue el primer libro que leíste completo y sin obligación de hacerlo?
Jorge Hardmeier: Los primeros libros que leí eran los de la colección “Robin Hood”, los de tapa amarilla. Si no recuerdo mal, el primero fue Sandokán. También, en primer grado, y aunque haya sido un libro de lectura en la escuela por lo tanto obligatorio, disfruté mucho, eso dice la narración de mi memoria, Paginas para mí, de Constancio C. Vigil. Recuerdo con mucho cariño un libro sobre Tarzán, mi ídolo de la infancia, que me regaló mi viejo, gran lector.
APU: ¿Los libros se leen hasta el final o se abandonan? (Si abandonaste alguno, ¿cuál fue y cuál es la anécdota que valga la pena?)
JH: Suelo leer los libros hasta el final aunque me resulten insoportables. No sé de donde me ha surgido esta actitud. De tal modo que no tengo anécdotas al respecto.
APU: Los libros, ¿se compran, se regalan, se prestan, se pierden, se devuelven, se venden, se roban?
JH: Creo que todo eso con excepciones en cada uno de los casos. En este aspecto se entremezclan mi condición de escritor, lector y ex librero. Se compran en lo posible usados, en pequeñas librerías o en ferias. Evito las cadenas y Mercado Libre, detesto ambas opciones. Durante mi existencia he prestado muchos libros de los cuales pocos han regresado, por lo cual y debido a que los libros que poseo además del objeto en sí llevan inscripta mi lectura (subrayo todo lo que leo) ha generado que mi lista de gente a la que presto libros sea escueta. He sido librero, por lo cual los libros, claro, se venden o se hace lo mismo con los libros propios en situaciones de urgencia. Durante los primeros meses del macrismo cobré una cuarta parte de mi sueldo durante cuatro meses. Lo único que tenía de valor a mano para vender y poder cenar eran los libros. Comencé a vender parte de mi biblioteca, con dolor, por tal motivo. También se roban, siempre, en este caso, en las grandes cadenas, a mi entender. Cuando tenía un puesto en el parque Rivadavia venía los domingos un señor, Kalisman, siempre trajeado y con sombrero, era anarquista, eso decía y me decía; Jorge, ¿le puedo robar un libro? Si Kalisman, puede pero que no supere tal precio. Un ladrón ejemplar.
APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura argentina?
JH: Sin embargo Juan Vivía de Vanasco, El museo de la novela de la Eterna de Macedonio Fernández, Islandia de María Negroni, Facundo de Sarmiento, El Himalaya o la moral de los pájaros de Miguel Ángel Bustos, El amohor, los Orsinis y la muerte de Néstor Sánchez, Zama, de Antonio Di Benedetto, El Banquete de Severo Arcángelo de Marechal y las Obras completas de Borges. Seguramente, al leer publicada la entrevista me acordaré de algún libro que debería estar en la lista y no recordé.
APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura universal?
JH: La pentalogía biográfica de Thomas Bernhard, la trilogía de Samuel Beckett (Molloy, El innombrable, Malone muere), Opus Nigrum de Margarite Yourcenar, Viaje al fin de la noche de Celine, El lugar de los caminos muertos de Burroughs, alguno de Oscar Wilde, La sociedad del espectáculo de Guy Debord, Un hombre muerto a puntapiés del ecuatoriano Pablo Palacio, Redoble por Rancas de Miguel Scorza.
APU: ¿Hay algún personaje de la literatura con el que te sentís identificada?
JH: Geoffrey Firmin, el ex cónsul de la novela Bajo el volcán de Malcom Lowry.
APU: Así de arrebato, ¿qué final te viene a la memoria?
JH: El de El amohor los Orsinis y la muerte. No me interesan mucho los finales cerrados a lo Abelardo Castillo.
APU: ¿Cuándo comenzó tu gusto por la escritura?
JH: En mi adolescencia. Escribía desgarrados poemas de amor. Luego la facultad (arquitectura) absorbía mucho de mi tiempo. Solamente leía, en los viajes en colectivo que eran largos pues el trayecto era Lanús / Ciudad Universitaria. Cuando me recibí tenía 24 años y comencé un taller literario y a partir de ese momento empecé a escribir metódicamente.
APU: ¿Tenés alguna rutina al escribir?
JH: Copa de vino, cigarrillos y absoluto silencio.
APU: ¿Tenés objetos fetiches que te sean vitales al momento de escribir?
JH: Los nombrados en la respuesta anterior: copa, puchos. Y un cuaderno para anotar ideas o datos mientras escribo en computadora.
APU: ¿Lenguaje inclusivo en la escritura sí o no?
JH: Uso la x o el la/los y sus variantes. No me resulta agradable el uso de la “e”. Pero estoy refiriéndome a mi escritura. No dejaría de lado una lectura o no la criticaría por el uso de la “e”.
APU: ¿Cuál es tu opinión sobre las presentaciones de libros y los ciclos de lecturas?
JH: En general me resultan tediosos. Hay algo muy acartonado que me expulsa, con los debidos presentadorxs, el público sentado como si realmente le interesara lo que están parloteando y comentando acerca de un libro que a veces, ni siquiera han leído. Detesto cuando lxs invitadxs leen largo. Me parece un espanto cuando el/la presentadora quiere darse alardes de conocimientos. Me enoja. La atención se diluye. Quizás lo más aceptable es la lectura de poemas, pero como en general son muy impostados y poco interesantes, también se torna tedioso. Cuando voy a los ciclos es para beber y charlar con amigxs, realmente. Cuando se presenta un libro debería haber música, charla, baile y el libro en cuestión en una mesa para su venta. Nada de paja literaria. Los ciclos a los que he ido últimamente, los más disfrutables son Carne Argentina y Literapunk.
APU: ¿Cómo se lleva tu literatura con el insomnio, con las noches, con los vicios?
JH: Insomnio no tuve jamás, por el contrario duermo mucho y profundamente. No suelo escribir de noche. A mi literatura no le queda otra que llevarse bien con los vicios pues los tengo. Tiendo al vicio.
APU: ¿A quién relees periódicamente?
JH: A Guy Debord, a Macedonio Fernández, a Perlongher, a Miguel Ángel Bustos, a Borges y a María Negroni.
APU: ¿Qué tres autores argentinxs reeditarías?
JH: A Juan José de Soiza Reilly, a Sara Gallardo y a Lucio Mansilla.
APU: ¿Qué opinas de la literatura argentina de la última década?
JH: Es muy amplio y tenemos el defecto del porteño centrismo. Es una gran deuda de mis lecturas: autorxs del interior (que también es un término raro, ¿por qué interior se denomina al resto de las provincias?). Por otra parte, en general lo publicado en la última década es de gente que está forjando su recorrido literario. En la poesía, sobre todo, noto una cierta impostura, sin embargo esto no quita que haya obras interesantes.
APU: A calzón quitado, ¿lees a tus contemporánexs o solo lees las contratapas?
JH: A algunxs los leo. Claro que sí. También leo contratapas, pero si hay, por ejemplo, una conversación sobre el libro en cuestión, no opino.
APU: ¿Qué estás leyendo actualmente?
JH: Al rescate de lo bello, un libro de artículos de Jorge Barón Biza.
APU: Alguna vez dijiste como al pasar que Bustos era un tipo al que no se lo podía encasillar, pregunto ¿Jota Hardmeier en qué casillas del mundo literario encaja?
JH: La oceánica. Lo digo en el sentido de que incursioné, imperfectamente claro, en diversos géneros y hasta tengo la caradurez de ejercer cierto periodismo.
APU: ¿Poetizar sobre los juguetes te ayudó a desxorcizar esa cosa maldita que tienen?
JH: No veo nada maldito en mis juguetes. Al contrario, me encantan. Mi vieja y mi viejo guardaron, amorosamente, mis juguetes de la infancia. Ahora los tengo en casa. Cuando fue la presentación de Juguetes antiguos, en una suerte de bar, dispuse juguetes propios en cada una de las mesas. También tocaron cuatro bandas y leyó mi viejo, mi hija, y amigxs. Las presentaciones deberían ser una suerte de festejo tipo cumpleaños.
APU: ¿Antes de editar tu primer libro, te animaste a leer los siete primeros cuentos frente a un espejo?
JH: No hice eso pero estaba obsesionado con los espejos y con la literatura sobre los espejos.
APU: ¿Tu costado voyeur y curioso te llevó a entrevistar a escritores primero, luego a músicos, y ahora a quiénes?
JH: Sí, también a actores y actrices, pintores pero las que más me interesan son esas entrevistas callejeras, por llamarlas de algún modo o a eso denominado o mal denominado “gente común”; algo similar a lo que hacía en formato audiovisual Fabián Polosecki. Hace mucho que no hago entrevistas de ese tipo, debería retomarlas.
APU: Tu último libro va por ese lado, entrevistas a actores y actrices, pintores y algunos colectivos como linyeras, prostitutas y travestis, artistas callejeros. ¿Qué es lo que te impulsa a realizar las entrevistas y particularmente a estos colectivos a los que me he referido?
JH: Siempre realizo entrevistas a gente que me resulta interesante. No entrevistaría a alguien cuya producción no me resulta seductora. Debo confesar que también me genera mucha adrenalina la búsqueda de la entrevista, cual conquista amorosa. Incluyendo las realizadas para la biografía de Bustos, debo haber realizado más de doscientas entrevistas. Un poco de esto refiere Gabriela Borrelli Azara en el prólogo. Mi gusto por la charla, la conversación, esta cosa no acartonada que yo denomino no ponerse en “modo entrevista”. La gente de mayor renombre es, paradójicamente, la más accesible, de hecho la última entrevista que realicé a la fecha fue a Diego Capusotto. Una sola vez, en ocasión de la investigación para el libro de Bustos, no logré la entrevista deseada: Pino Solanas.
APU: ¿Tenés un pasado de librero de parque, de paño en piso, esa cosa de comprar y vender libros usados te llevó a recauchutarlos y de paso plasmaste tu profesión de arquitecto en tanto la idea de reconstrucción?
JH: Tenía un puesto en el parque Rivadavia. Una estructura tipo kiosco. Lo que más me gustaba era la compra, descubrir las posibles joyas que se escondían en un lote de libros que alguien fuera a vender. Y sí, los reparaba, mucha plasticola, mucha lija para limpiar los lomos, prensas caseras, esas cosas.
APU: ¿La escritura puede aprenderse en un taller?
JH: Aprendí, personalmente, mucho en el taller de Lucila Févola, gran maestra. Fui durante cinco años. En mi caso particular, me sirvió. Pero esencialmente se aprende leyendo e investigando. Por otra parte, si es cierto que no es estrictamente necesario concurrir a un taller literario. Creo, de todos modos, qué sí es bastante anulador de la capacidad de escritura, estudiar Letras, aunque suene paradójico. Claro que hay excepciones. Uno de los escritores más interesantes de la nueva camada, Nicolás Correa, estudia Letras. La escritura se aprende con lecturas y con la experiencia, a pura noche y pura calle.