Leonardo Pez y una poesía que se asienta entre el lirismo de la naturaleza y el objetivismo de las cosas

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    Leonardo Pez
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Leonardo Pez y una poesía que se asienta entre el lirismo de la naturaleza y el objetivismo de las cosas

26 Enero 2025

Leonardo Pez es un poeta santafesino que escribió los libros Querés un mate? Diálogos e-pistolares (UNL, 2012), Bursinia (Corteza, 2014), Ricardo (La Gota, 2015) y que publicó, hacia finales del 2024, su nuevo libro titulado Bicho sin dueño (Lubieta). Un poemario que abreva desde las costas del Río Paraná, allá donde roncan las ruedas de los autos sobre el Puente Colgante y donde el litoral empieza a esbozar sus últimos rasgos característicos.

Leonardo Pez es un poeta que supe ver, alguna vez, leyendo en las filas del CCK y que, desde entonces, cada tanto, aparece en el radar de los escritores que me interesa saber en qué andan. Cuando abro su libro que llega a mí a través del correo, noto de inmediato que Bicho sin dueño viene con apartados. El primero de ellos, Una velocidad distinta y el segundo No te mueras con tus muertos.

En la costa del Paraná, vive una nostalgia que transita infinitamente entre los habitantes de la tierra tatengue-sabalera. Desde el principio se deja ver al “yo” poético recorriendo esos espacios que vienen del pasado y coquetean con un futuro incierto y resplandeciente, que trabaja sobre el pasado que es el futuro. Añorando, a la vez, lo que fue tanto como lo que viene:

 

“(...)Algún día capaz llegue a verlo ganar un título, tira uno
Papá saca una naranja del bolsillo, “quiere salir campeón”
le hace un hueco con el dedo, la chupa:

“Concentrate,
la dulzura se te tiene que pegar
al paladar y no te vayas
a atragantar con la semilla” (...)”

 

El libro avanza con un lenguaje llano, sencillo, que pareciera no portar ningún artificio, pero aparecen en él (a lo largo de todo el texto), meticulosa y sutilmente, ciertos rasgos regionalistas y costumbristas. Efectivamente, “la orilla del río, el sol estirado en la ruta 11, el tambor de Colastiné, un tarro con tripa de sábalo”, y otros elementos van configurando una forma semántica que, lentamente, se afianza con el correr de la obra y que tiene por objetivo situar al lector en una parte del mundo que reclama mencionarse y ser mencionada. La Santa Fe ciudad, la de los edificios y la costanera moderna, exige también, de sus alrededores, la naturaleza y las costumbres para hacerse.

 

el tambor de Colastiné
los tucu tucu
se hacen chichones con el boyero subterráneo
bichos muertos del tanque a la canilla a la botella
y a la mesa

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Tapa bicho sin dueño

Por otro lado, aparece, con insistencia, un aburrimiento contra el que batalla nuestro “yo” poético (tal vez siendo hijo de la propia nostalgia que no lo deja desplazarse de otra forma por el mundo). Una batalla desigual. Un aburrimiento que viene de la mano del no-hacer. Una batalla inconfrontable ante el desgano de los tiempos actuales. La figura que escribe, por momentos, nos relata una forma de vida escindida de toda voluntad, como si se tratara de un personaje sin atributos, como en los textos de Dostoievski o Tolstoi:

 

Segrego clorofila sucia,
me desplazo sobre la cama

Creo que he cumplido,
si es que esperaban algo de mí

 

El estilo de Leonardo Pez parece tambalear, o asentarse, entre el lirismo de la naturaleza y el objetivismo de las cosas. Nuestro autor es un híbrido, un bicho de difícil clasificación (podríamos decir tranquilamente). En ese sentido, me permitiré ubicar a Leonardo Pez entre aquellos poetas observadores que persiguen salirse de sí mismos para no irrumpir de manera totalizante con su nombre en el poema. Así que, para ello, resulta interesante pensar esta obra teniendo en cuenta algunos de los elementos que planteaba Edgardo Dobry en El poeta camarógrafo.

“El poeta clásico veía en el paisaje una alegoría de un sistema divino, el poeta romántico encontraba en las cosas una imagen invertida del yo, el poeta camarógrafo simplemente ve. Es un flaneur, no un mirón. No busca hallazgos literarios, no le interesan la elevación o la profundidad como efecto de una lengua poética a priori (...) sólo levanta un acta de lo que su mirada registra. El poema no le sucede al poeta, le sucede al paisaje”.

 

Lo mejor de esperar no es
el resultado dice un graffiti
en la pared de la esquina

Enciende la hornalla

Perdido en su hogar
tranquilamente podría abrir el grifo
y que el agua limpie otra vez los platos

 

De cierta manera, estamos frente a un libro de la imagen. No, tal vez, directamente, la imagen poética construida por el autor como un artificio, sino, en este caso, la imagen dada por la misma fuerza de la imagen. En un ensayo escrito por Francisco Bitar titulado “En defensa de lo pequeño” puede leerse: “Decir que mi dominio es lo pequeño no significa decir que este sea un camino más sencillo que otros, sobre el cual, por conveniencia, decidí inclinarme; simplemente fue, de las opciones posibles, la que me tocó”.

Lo pequeño, para nuestro autor, está revestido de una fuerza poética dada en el abismo de la mirada.

En ese sentido, cabe destacar que “lo pequeño”, para nuestro autor, está revestido de una fuerza poética dada en el abismo de la mirada. Donde la mirada se termina, y no queda más que la oscuridad o la muerte, comienza el poema. Además, en la poesía santafesina, a lo largo del tiempo, han aparecido distintos autores capaces de ver eso ínfimo que arremolina la fuerza del poema.

Podemos pensar en grandes nombres como Pedroni, Gola, Vallejos. Nuestro autor, extendido en los tiempos actuales, retoma una tradición sin desatender las problemáticas y las formas actuales, las propias y las de sus contemporáneos. Pez observa no sólo la fuerza natural vinculada al hombre y a sí misma, sino también su vínculo con la ciudad, con el trajinar cotidiano, y con los problemas actuales.

En otro orden de cosas, en el apartado “No te mueras con tus muertos”, surge una mirada más testimonial de las cosas. Se nos cuentan dos historias que, a fin de cuentas, no pierden el hilo formal que inaugura la primera parte. Serán testimonios, la vida de la gente, la que quede en un segundo plano para dar paso a las imágenes, a las cosas. En este libro, se cuentan las cosas. No tanto los sentimientos, aunque los hay; no tanto los artificios, aunque los hay; no tanto la imagen poética, aunque esté presente.

La mirada que fluye nos lleva del objeto al sentimiento. No porque el objeto sea más importante que el sentimiento, sino porque nuestro autor sostiene que más importante que impostar es mostrar. Y, desde esa perspectiva, los primeros versos de la segunda parte son muy claros ya que retratan una muerte desde una perspectiva fría y distante:

Juancito murió el 22 de agosto
con la masacre de Trelew
en la televisión. Era peronista sabalero

 

Finalmente, Bicho sin dueño es un poemario que tiende a configurar una poética de la observación en la que el ritmo de los textos es tan importante como ciertas formas regionalistas de la expresión. Leonardo Pez nos invita a recorrer una ciudad específica, un campo específico, un río específico: el que construye de tanto andar deambulando entre las cosas. Serán los nuevos autores, los que tengan un compromiso con el lenguaje y con la poesía, los que puedan sostener la tradición. Serán los nuevos autores, los que tengan un compromiso con el lenguaje y con la poesía, los que puedan ampliar la tradición de la escritura en la Provincia.