Misael Castillo: "En estos tiempos donde miramos todo con ánimo de novedad, me pareció interesante detenerme en lo que no crece"
Misael Castillo nació en Tostado, provincia de Santa Fe, en 1993. Docente, poeta, participó de Festivales nacionales e internacionales como el Poesía Ya, el FIPR, y el Cosquín Cultural. También dirige, junto a Pilar Sanjurjo, el medio de comunicación cultural Espías Rusos.
Podríamos decir que desde Robarle al cuerpo (2019) hasta Como el fuego que avanza por la tierra (2023), pasando por El tiempo cuando falta (2021), Germinará o será parte de la tierra (2022) y Gorriones que anidan en las manos (2023), la mirada del poeta está fascinada por las grandes extensiones, el terruño, la lucha por evitar su degradación, los oficios y el tiempo corriendo a otro ritmo tratando de alcanzar la belleza en la sencillez. Una mirada en plena cotidianeidad, pero otra. Sin embargo, con Niño, Perfecto Luminoso (2024) que habla sobre un niño mirando a la pared (me lleva a la tapa de Amused to Death, gran disco de Roger Waters, donde hay un niño mirando una pantalla que ocupa toda la pared desde donde un ojo gigante lo observa) comienza otra etapa en su escritura que viene a afirmarse en El cuerpo dormido (Ediciones Monserrat, 2025).
En El cuerpo dormido toman la palabra el nonato y su hermano vivo, es decir, lo que no fue creciendo tanto como lo que es o, como dice Castillo en esta entrevista “lo que no fue, siendo”. Se divide en seis partes, seis formas del nonato que se convierten en su vía crucis: el advenimiento, los primeros encuentros con la muerte, su mundo, la repetición infinita, la sentencia y el perdón, antecedidos por un poema que hace las veces de prólogo ante su falta, “tercer padre”, puente hacia Rita Hesaynes. “arrastro la suerte del niño/ que no pudo equilibrar/ el peso del mundo con su cuerpo”, dice allí.
Hesaynes no es la única que entabla diálogo en este libro con su autor y, por qué no, con el nonato y su contrapartida, el hermano vivo. Inés Manzano, Olga Orozco, Novalis, María Belén Aguirre, Charles Baudelaire, Mary Oliver, pero sobre todo Pedro Bollea y su animal glorioso sobrevuelan la devastadora acción que se desarrolla en un lugar quieto.
AGENCIA PACO URONDO conversó con el joven poeta intentando trazar un mapa por sobre las claves de este libro conceptual que, arriesgando criterios, tal vez sea el mejor trabajo que nos ha regalado hasta ahora.
Agencia Paco Urondo: ¿Qué te llevó a usar la figura del nonato en este libro tan potente? ¿Jugar desde lo que podría haber sido? ¿Lo que no fue, creciendo tanto como lo que es?
Misael Castillo: La figura del nonato es una figura no buscada. Apareció en mi vida de improviso en una charla con familiares en la que se hablaba de los hijos perdidos de la familia. A veces, creo, como decía Borges, la poesía ya estaba ahí esperando a ser escrita. De alguna manera, tenía a mi nonato esperándome, arrastrándome, tironeándome para abrirse al mundo, para tomar una especie de revancha espiritual que le permita hacerse. Yo no fui, pero quise ser su hermano, por un momento, mirarlo a los ojos, escucharlo gritar y quererlo o, simplemente, odiarlo o ignorarlo.
Jugar desde lo que podría haber sido es una forma de verlo. Lo cierto es que pienso que en la poesía hay posibilidades de realización que exceden las suaves dinámicas de nuestras vidas. Me gusta crear personajes y que sean malvados o amorosos; ser un voyeur de la experiencia humana. Adentrarme en la situación que intento retratar con cierta demencia. Y si la autoficción seduce, que sea para “crear la historia que sucedió”
En ocasiones, lo que podría haber sido es más importante que lo que fue. Deja esperanzas en el mundo. Y, por otro lado, me gusta la idea de pensar en “lo que no fue”, siendo. En estos tiempos donde miramos todo con ánimo de novedad, de inmediatez, me pareció interesante detenerme en lo que no crece, en lo inexistente. Lo contemporáneo, según Agamben, como lo que puede mirar su tiempo con cierta distancia.

APU: Hay veces que el nonato habla, pero otras es lo vivo quien lo hace ¿Dónde algo nace hay algo que no?
M.C.: En el proceso de escritura de este libro tuve un gran conflicto. Me costó encontrar el equilibrio en la voz. Es decir, el hermano vivo habla bastante más que el nonato. Sin embargo no fue así durante todo el proceso. Intenté desterrar mis propios prejuicios del hecho de escritura. Crear un personaje es salirse de uno mismo. Y salirse de uno mismo es una actividad que requiere una entrega absoluta.
Al principio, era un libro aún más polifónico. Pero hay que tener un criterio de belleza para escribir. Sin ese criterio, somos una parodia nosotros mismos. Pensando que la belleza es parte de la historia de la idealización, decidí quitar a esos otros personajes que aparecían como la madre y el -ángel animal-. Así, la belleza se convirtió en algo monstruoso que no complace, sino que, por el contrario, acribilla.
APU: Me pareció llamativa e interesante la figura del tordo ¿es tu pájaro negro, el cuervo de Poe?
M.C.: Retomando la idea de belleza, no puedo dejar de pensar en el corazón de la escritura como un motor hacia lo incognoscible. En ese sentido, el tordo podría asemejarse a la idea del Cuervo Negro de Poe, principalmente porque retrata cierto terror en lo mínimo y simboliza ciertas formas de lo oscuro. De alguna manera, creo que sintetiza la dignidad de la derrota. No porque sea un libro como un derrotero, sino por el simple hecho de encontrar en la dignidad un punto de fuga de lo terrible.
El tordo, en ese sentido, lo vinculo más a la idea del barómetro de Flaubert. Esta idea que trae Roland Barthes sobre la obra de este autor. Lo cual me lleva a la idea del tordo como un artificio que ancla en la realidad. Funciona como un oxímoron casi. Porque el Tordo, que es un ave de plumas negras, aparece, en lo terrible (y siendo lo terrible) como una luz que mueve hacia la esperanza. Incluso aunque esa idea de esperanza tienda al desvanecimiento.
APU: Reescribís o transpolás la figura del animal glorioso, de Pedro Bollea, a tu poemario ¿qué te llevó a hacerlo o por qué sentiste que tenía que ser ese y no otro que inventaras vos?
M.C.: Siento que El animal glorioso de Pedro Bollea es un libro con el que El cuerpo dormido quiere emparejarse. Principalmente, porque es un poeta con el que jamás hablé, pero que fue de vital importancia para la escritura de este libro. Mientras lo leía, me surgieron las primeras ideas. Estuve a la mesa con él, mirando lo que no podría ser, más que entre nosotros. Siento que a la gente que queremos, hay que homenajearla. Y tengo un afecto muy grande por esa literatura. Aunque desconozca absolutamente todo sobre su autor.
APU: Además del animal glorioso, se reconocen varios puentes, tu poesía interactúa con lo ya escrito, ¿no busca o no prioriza la novedad sino entrar en diálogo con el resto de este mundo?
M.C.: Retomo un poco la idea. Me interesan los homenajes. Disfruto muchísimo de los agradecimientos de un libro. Creo que dicen más de lo que esperamos. Mucho se habla de la importancia de los prólogos y contratapas como medio de legitimación. En los agradecimientos encuentro algo mucho más genuino. Sin embargo, fijate vos, en este libro, se agradece únicamente al nonato. Es la primera vez que hago algo así. Me dio vértigo. Pero cada forma, de las seis formas de este libro, se inaugura con un epígrafe de otro autor. Fue mi manera de encontrarme con ellos.
“En la poesía hay posibilidades de realización que exceden las suaves dinámicas de nuestras vidas”.
APU: Al leer El cuerpo dormido, siento que hay mucha “acción” sucediendo en el no movimiento ¿Es así? Si la respuesta es sí ¿Por qué ese anclaje?
M.C.: Coincido con esta sensación que te genera. De alguna manera, tiene algunas secuencias del texto teatral. Sobre todo, pensando que son los diálogos los que hacen que avance la trama y no tanto las acciones que puedan realizar los personajes. Hay un protagonista y un antagonista. Y pese a que hay mucho monólogo, también hay “aparte”, que es esa forma de expresión en el que uno de los personajes le habla al público mientras los demás en escena no oyen.
Por otro lado, esta idea surge, principalmente, por sentir que, en este tiempo, todo es pura acción. Es como si no pudiéramos dejar de contar lo que nos pasa o hacemos. Es una inquietud que me genera. Escribí muchos libros sobre los oficios y la naturaleza, pero ya con el libro anterior que se titula Niño, perfecto luminoso inauguré una parte de mi obra que permanecía en la oscuridad. Y es, efectivamente, más oscura y tal vez más estridente y surge un poco en contraposición a la idea de cotidianidad. El libro que te menciono trata sobre un niño mirando una pared. Es mi manera de observar la actualidad.
APU: Varias veces el nonato dice “agarrar el corazón con las manos sucias” ¿Es el espanto por lo puro?
M.C.: Son dos ocasiones. Y si hubiera sido por mí, habrían sido más. Sin embargo, el justo criterio de quienes leyeron esta obra que son Pilar Sanjurjo y mis editores Laura Bravo y Claudio Gómez, quienes me hicieron renunciar a elementos que restaban. Considero que la labor del editor es fundamental. Me gusta dejarlos entrar y escucharlos. Nunca aprendí tanto como con los editores, aunque a veces lo pongan a uno a renegar.
Puntualmente, considero que sí. Lo puro espanta, sobre todo cuando sobrepasa los límites de lo bello y se convierte en algo sublime. Algo de esto mencionaba Shepherd en su ensayo Notas sobre la belleza. Es difícil explicar “las manos sucias” sin tener en cuenta el condimento de contraposición que ejerce en relación con lo puro. En ocasiones, creo que simboliza la culpa. Las manos sucias, a la vez, es una obra de teatro de Jean Paul Sartre. Si uno quiere buscar referencias, hay muchas. Pero no todas cumplen un rol más que de coincidencia a veces.
APU: En las 6 formas del nonato, hay casi un camino religioso o simplemente el camino de la vida (nacimiento, desarrollo, muerte y hasta podríamos agregar resurrección) en alguien que no la tuvo
M.C.: Yo creo que sí, podríamos decir que en las 6 formas hay un camino religioso. Y, si afilamos un poquito más, te diría que hay un camino divino. No soy yo quien debería decir esto. Pero teniendo en cuenta que este libro finalmente no tuvo su prólogo, me animo a dar una clave de lectura posible, y allí, no dejo de pensar en el camino del héroe. Y me pregunto si el héroe es el nonato, que dejó su lugar para la gracia, o si lo es el hermano vivo que vino al mundo a sufrir la revancha cósmica a través de la consciencia.