Leonor García Hernando: lecturas de una poeta que respira por el tajo de la historia
En el marco del homenaje a Leonor García Hernando celebrado el 21 de octubre de este año en Hasta Trilce, estos textos escritos por las organizadoras del evento constituyeron una lectura sobre su obra.
Con la participación de las actrices, poetas y musiques unimos nuestras voces para dar a conocer una escritura que logra alcanzar lo tan buscado por esta poeta: una visión crítica del mundo familiar vinculado a las criminalidades políticas.
La lectura de Anna Frandzman
La noche le abre la boca a Leonor
o es ella quien le abre la boca a la noche haciéndola suceder?
Leonor escribe con su cuerpo, nos cede una franja que es boca
boca huidiza, boca tullida, boca torcida
que se pronuncia en los escombros del derrumbe
boca de mujer que se niega
no escribiré mi poema
nos niega
tú no leerás mi poema
boca que se afirma para exorcizar el dolor
no escribo mi poema por mortificar pero me mortifica el escribirlo
que se revela en cada uno de sus versos ambigua en la belleza
que emana en los vestigios de su caída
caen los objetos, cae Leonor,
su letra germina en lo que se debate expirado
oración no has hecho de mí un poeta sino un lobo muerto intentando conmover
y lo logra, nos afecta, nos turba, nos da vuelta,
alterando cualquier sonido hasta volverlo silencio,
silencio, lo más hermoso que puede ocurrirnos juntos
su palabra se retuerce en composiciones inesperadas
nos encuentra extraviados en la noche que ella misma cuarteo
muertos de sed, queremos más, nos incita esa enagua que cuelga de un clavo en la pared
nos come la carne a bocanadas y, de repente,
somos nosotros quienes estamos hundidos en el barro,
quienes caemos de la escalera,
quienes helados por el frío que deja la desaparición
perseguimos la muerte llamándola con los labios entornados
tranquila Leonor
aún se impregna tu vivir en estado de experiencia poética
tranquila Leonor
tu palabra se enuncia en quienes aún te leemos
por el tajo que tu escritura nos hace en el cuerpo
con el dolor y el alivio de una hincada de dientes
con el riesgo de no volver a ser los mismos
cuando tu verbo insiste en nuestros corazones hasta herirnos
después de todo;
no es amor lo que pierde la herida,
no es la fatalidad de una pasión insensata.
Es solo sangre,
Traición
traición en esta alcoba, en esta patria
Solo un verso hay en mi
un ciervo que huye, herido por los muertos,
Un poema es un instante de lucidez, de fascinación
ante la historia.
Hay pisadas en el monte
No he muerto yo y entre pisadas, estoy aqui escribiendo por azar.
La Lectura de Ianina Fornaro
La muerte me persigue dice Leonor en un poema. Ella habla, habla a través de la escritura, para ahuyentarla, para nombrarla, para olvidar. Nombrar la muerte para recobrar el valor de la palabra y la necesidad del silencio. Yo no me morí insiste. Escribo mi poema en la isla de los pájaros. No he muerto yo, debemos escapar huir dejar las casas.
Se lo dice a la madre, al padre, a su hermana: ¿cómo se huye de la muerte? Leonor lo
hace a condición de nombrarla para resignificar la vida de una sociedad atravesada por el asesinato y la desaparición. Solo puedo nombrar las cosas a condición de su muerte hablar por ella y escribir madre llora, por favor llora entonces hablo, podría hablar- puedo decir madre nunca has llorado - y entonces intento restituir las lenguas que han muerto.
Vivir a condición de nombrarlas por quienes no han podido llorar: no he muerto yo como presagiaban las estrellas. Escribo desde ese círculo afligido de una cebolla muerta por quien mi madre no lloro jamás”. Yo no estoy muerta digo y respiro y entonces recuerdo y nombro y hablo para olvidar “ser ese lobo conmovido por la muerte” “honda respiración de aire”.
Leonor dejaste la marca de la historia y de la respiración en tus letras. Las preguntas y ese antes y después tan particular de cada quien en la memoria: “Lisa: ¿cómo serían tus ojos antes de 1976?”
Mi nacimiento es sólo una probabilidad de la historia.
Hay testigos que aseguran que esto no ocurrió que solo fui
comprada en un desmantelado almacén de muebles dispersos en
mortandad. Allí miraba el vitro por el que se asomó el rostro de mi padre
(fue un buen hombre nunca supo hacer negocios
me compró engañado por un tahur).
Mi padre cuenta la anécdota junto a la chimenea sin fuego. Su
figura es borrosa, ahorcada por las cenizas que fluyen en el cuarto.
Mi padre viajó siempre. En cada ciudad que habitó aquella
chimenea se echaba a sus pies como un perro. He llegado a creer
que en la chimenea eternamente apagada, el leño era mi padre
y yo
cenizas.
La lectura de Majo Bozzone
La poesía, si es diálogo, queda marcada por las catástrofes, guerras, dictaduras y
economías indiferentes al hambre.
Descubro a Leonor en pandemia. La pandemia ¿es el después de la catástrofe que realiza el capitalismo en los cuerpos? ¿Es su máxima expresión o su espejo?
¿Qué catástrofe irrumpe en nuestras tierras haciendo del país un animal herido que a veces oculta su columna tan rota como el siglo y otras enarbola su aullido?.
Dice Leonor que la sospecha de que las cosas empiezan a empeorar es lo único que
duerme sobre su hombro y se pregunta si ¿era cierta la amenaza de los días en un continuo autista crecido de la peste? Tomo su decir y sigo leyendo.
¿Qué pedir? se y nos interroga la poeta a lo largo de su obra y en versos desparramados escribe Pido el aire para respirar, pido el agua donde mis pies tendrían una felicidad de anfibio afirmando que no es la fiebre la que anuncia la destrucción y la demora.
En los versos de Leonor, ahora en mi decir , la fiebre es saber y pedir no haberse enterado nunca, es el retiro de la inocencia, es el sonido de un cuerpo que late y que como un cuchillo limpio, muestra el brillo, el corte y lo que importa.
Vuelvo una vez más a buscar la palabra en este desconcierto cuando se trata de vivir en un mundo que se siente caer a pedazos. Saltan versos de Leonor gritando: No te daré mi muerte / en tiempos que muertes no hay.
En el horror de las dictaduras, en los asesinatos realizados por el imperio mercantil, no hay muerte, hay matanza. La muerte es una pulsión que pacta con la vida, que hace sagrado a cada cuerpo y a cada resto. La matanza es la violencia sistemática sobre los cuerpos a tal extremo que los materiales se cansan y el país un verso que nos enmudece, una saliva que no se puede tragar.
Leonor nos interpela diciendo que Nadie que explique, nadie que comente, nadie que
asegure fechas y cifras, escribirá el poema del pulso de la época. Su poesía es la escritura del testigo que deshace la lengua del cautiverio y devuelve la respiración al quejido. Esta tarde que se va yendo en susurros y en poemas vuelvo a Leonor que dice “Un carro atraviesa la calle cargado de cartones; un hombre camina a la par del caballo y mira abúlico las bolsas negras de los consorcios/ construcciones que renueva el desastre: abrimos las cajas, quitamos el instrumental y los cartones se van en el carro latinoamericano”
¿Qué pedir? me pregunto con la letra de Leonor a mi lado. Hoy yo sigo pidiendo en letanía: el poema, erradicar los cálculos y las respuestas fáciles, perder la línea del pensamiento que nos ajusta a un poder perverso para volver a lo sagrado de la vida.