"Los obreros de la tierra": nuevo poemario de Luciano Trangoni
Por Norman Petrich
“No hay / en el sendero de la poesía/ un camino de regreso/ hasta aquí/ has llegado/ aquí te mueres”
No es casualidad que Luciano Trangoni abra de esta forma Los obreros de la tierra, su nuevo libro publicado por Baltasara Editora, ya que considera al poeta uno más de ellos, que consigue lo que busca tras “una larga y violenta jornada de trabajo”, como decía Rubén Vela, porque no se hacen “poemas sin sudores”. Porque esa es su manera de luchar. Escribir. Todo el tiempo: “Lo que escribo mientras estoy dormido no lo recuerdo”, avisa en “Némesis”. “A veces siento que escribí una genialidad y cuando vuelvo a leer lo que escribí, descarto la mayoría de las cosas”, responde en una entrevista al diario El Ciudadano.
Es un particular obrero que intenta alcanzar el estado de beatitud y fracasa una y otra vez. El que intuye que el poema será la única herramienta que se le permitirá portar si tiene que partir, con la que nombrará los cuatro elementos que constituyen al hombre proletario: pan, trabajo, semilla, hambre. “Eso que nos quisieron arrebatar en estos últimos cuatro años”, asegura Trangoni en la misma entrevista. Será por eso que la realidad es una condena que lo obliga a volver a comenzar, “un guía turístico para los ciegos compulsivos” no puede tener un lugar acomodado en “este museo del hambre”, ya que no existe la posibilidad de rendirse cuando “se vive corriendo al ritmo de una marcha militar”.
Todo esto hermana al poeta con los otros obreros de la tierra, aquellos cuya dignidad es un dedo apuntado por “un jurado compuesto por tres cabras”, al igual que ellos concentra su secreto en saber esperar, de otra forma se vuelve “muy duro viajar sólo y cargar el equipaje de los muertos”.
La neurosis es algo que juguetea en todo el libro, tal vez el puente con el anterior, El sanatorio de los hechiceros imaginarios, y de uno inédito que fue escrito en medio de ambos y que se conoció en parte a través de las redes: La conspiración de los neuróticos (“El hospital de los réprobos” y “Aquel manicomio” parecen recordarlo). La neurosis es ese péndulo diciendo que es “ahora un pan recién horneado, ahora una granada bajo la cama”, siempre un escriba tratando de descifrar las incongruencias de la realidad que, por momentos, recuerda al personaje de Acá no hay dónde atrapado en Retiro, sin poder salir de los límites físicos y los mentales que impusieron a fuerza de “revolución productiva” los 90.
La palabra poética muchas veces adquiere la velocidad narrativa, un bombardeo de imágenes que no van separadas sino que funciona siguiendo el derrotero del que reposta para volverlo a intentar. Porque esta idea de trabajo conceptual es algo que cruza toda la obra de Luciano, sea novela, cuento o poesía. Ya aquí compartimos una nota sobre su novela Los zapatos de los muertos, ambientada en una dictadura que puede ser cualquiera de las que asolaron nuestra historia. Con esto quiero decir que el lugar donde decide pararse con este nuevo libro no es una postura sino una constante.
No es un lugar que lo intimide, aunque se pregunte “de qué le sirve el tercer ojo de la gárgola” si siempre tropieza con la misma piedra, porque ese tropiezo es colectivo, es de todos los obreros y es más constituyente tropezar con ellos que esquivarla solo. Su palabra es una voz que nos advierte de la pesadilla, pero no la evita. No es casualidad que dos de los nombres que aparecen sean los de Nazim Hikmet, el errante, el expulsado; y el de Giordano Bruno, el hereje, ajusticiado en la hoguera.
Se reconoce vehemente, confiesa que es “de los que siempre llegan tarde al silencio”, porque esa es una tarea difícil cuando “intentamos comprender el alma humana cuando cortamos un pan en rodajas”.
“Somos testigos silenciosos de las contorsiones epilépticas de una humanidad que ríe a carcajadas cada vez que se insulta a sí misma”, dice. Y lo dice con la amargura del que quiere creer en esa humanidad. Porque es un lugar al que siempre va a volver, aunque sea uno donde “todo el mundo lleva el rostro de un mismo muerto”.
Luciano Trangoni nació en Rosario (1974). Publicó las novelas Los zapatos de los muertos (2006) y Acá no hay dónde (2009); el libros de cuentos 17 pesos y monedas (2010) y los poemarios La confusión de las lenguas (2012); El sanatorio de los hechiceros imaginarios (2016). Publicó en distintas revistas y diarios locales y nacionales y participó en jornadas académicas, talleres y ciclos de lectura. En 2012 recibió el premio poesía Hugo Mandón, organizado por la Sociedad Argentina De Escritores (Sade). En 2018 ganó el primer premio en el concurso “Homenaje a Fabricio Simeoni” y una mención especial en el certamen nacional de Poesía “Adolfo Bioy Casares”.