Luis Mey: "La realidad es mucho más terrorífica que cualquier historia que uno pueda escribir"
En la esquina de la literatura donde convergen el terror y la comedia, se encuentra Luis Mey, un prolífico escritor cuya pluma desdibuja los límites entre lo real y lo fantástico. Desde su infancia en el conurbano bonaerense hasta convertirse en un escritor aclamado, hoy dedica su tiempo a impartir talleres grupales e individuales. Mey ha tejido historias que capturan la esencia misma de la vida, donde lo cotidiano se mezcla con lo esotérico.
Algunas de sus obras: Las garras del niño inútil (2010); La pregunta de mi madre, ganadora del Premio Ñ Clarín 2013; El pasado del cielo (2015); Los pájaros de la tristeza (2017); Brujas de Curupá (2019) y Cada día canta mejor (2022).
La última novela de Mey, Curabichera, editada por La Crujía, ofrece un viaje a través de las sombras del barrio y sus misterios. En esta entrevista extensa reflexiona sobre la importancia vital de las bibliotecas populares como epicentros culturales fundamentales, hasta su visión crítica de las librerías comerciales y su compromiso con el oficio de escribir como un arte de múltiples capas.
Además se reeditó Diario de un librero en una edición especial de la editorial Interzona, libro que hace un tiempo fue censurado en una librería.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo empezaste a escribir la novela?
Luis Mey: En principio, junté una serie de historias fantásticas, graciosas y terroríficas. Hay dos géneros que se parecen mucho por su error: por ejemplo, la comedia si te sale mal es terrorífica, y el terror si te sale mal puede ser comedia. Entonces empecé a complementarlas y las fui deformando sobre un viejo recuerdo del barrio donde vivían mis abuelos en Villa Rosa, cuando todo era campo. La historia transcurre en el llamado Triángulo de las Bermudas, que es una curva de la General Paz donde hay dos cruces temporales en esas idas y vueltas, como civilización y barbarie.
APU: ¿Quién es Curabichera?
L.M.: Curabichera es una enfermedad y, al mismo tiempo, una persona que puede curar; tiene un uso esotérico. La curabichera es bruja. Es el mal uso del lenguaje en un barrio. Es usar una palabra así nomás para ocultar cosas.
APU: ¿El personaje “El Tano” se vuelve paranoico, loco?
L.M.: Al Tano, después de unos sucesos extraños en el barrio de Saavedra, se le empieza a morir toda su familia, queda solo y abandonado. Instalado en la casa que era de su abuela, se encuentra con dos familias: una, los amigos del barrio con los que nunca se pudo juntar; y la otra, las ratas que salen de los túneles de la General Paz. Estas ratas que adopta tienen algo fantástico en cómo se organizan. Dentro de la locura empieza a entender muchas cosas que no aceptaba o no veía de su desarrollo familiar, ni mucho menos barrial, que era esotérico. Pero va creciendo la cuestión de lo diabólico, que es la parte más divertida del personaje.
“La comedia si te sale mal es terrorífica, y el terror si te sale mal puede ser comedia”.
APU: En tu anterior novela Cada día canta mejor hay una combinación entre el terror y la comedia.
L.M.: En la novela sobre Gardel, un grupo de escritores se dedica a buscar la verdad sobre el tango “Volver”. Gracias a un dato que les pasa una persona que luego aparece muerta, revelan que hubo un ataque de zombis en el cementerio de Chacarita durante la fiebre amarilla y descubren el gran secreto de ese tango. Al parecer, Gardel está vivo. Estos escritores borrachos y drogadictos que nunca tienen un mango investigan dónde está ese zombi, entonces se empiezan a tirar con cualquier cosa dentro del cementerio. Me gusta la mezcla de terror con comedia sin que quede mal.
APU: ¿Por qué escribir lo terrorífico?
L.M.: Porque aligera un poco la realidad, que es mucho más terrorífica que cualquier historia que uno pueda escribir. Purgar la realidad en la historia te hace creer que hay otras dimensiones de posibilidad.
APU: ¿La realidad es más terrorífica de lo que se piensa?
L.M.: Estamos tan acostumbrados a ello que no vemos el terror y el susto cotidiano. Incluso aprendemos a reírnos tanto de la realidad como del terror que nos acompaña, como el miedo a apagar la luz. Por eso está bueno leer donde los personajes puedan tirarse a dormir una siesta en el cementerio con total comodidad, que es el lugar más seguro, en fin, salvo que tengas algo de cobre y te lo roben. Me gustan los ambientes que parecen cementerios sin serlo.
APU: ¿A escribir se aprende escribiendo? ¿Por dónde se empieza, por el comienzo de un texto, por el título?
L.M.: El principio de un texto y el título son lo último que se escribe. Si uno quiere creer que lo primero que escribió va a quedar en la publicación, me parece que está equivocado. Son capas de escritura, es como una torta de mil hojas, donde la primera no es la torta final. Si uno cree que puede escribir un texto de una sentada, escuchó malos consejos. Ninguna novela se escribe una sola vez, se escribe por lo menos cuatro veces.
APU: La clave es el oficio…
L.M.: Es un proceso de oficio. La única palabra que tenés que tatuar de todo el eje de las posibilidades narrativas es oficio, no hay otra palabra contundente en la escritura. Uno cree que puede confiar en la inspiración, cada tanto aparece, como dice Picasso, pero te tiene que encontrar trabajando. Si uno no está dispuesto a sentarse en la silla, está perdido.
APU: ¿Se escribe para publicar?
L.M.: Al principio escribía pensando en el sueño de publicar. Hoy solo quiero sentarme a escribir y disfrutar. Los tiempos de la escritura y la publicación no son los mismos. Para publicar Curabichera volví a leerlo varias veces, además del buen trabajo editorial donde tuve que armonizar con mi tono más actual, algo que en su momento era otra persona. Antes me tomaba en serio a Borges y decía que era difícil, y ahora descubrí que Borges es el mejor comediante nacional, una persona con mucho humor.
APU: ¿Recordás haber tenido biblioteca en tu infancia? ¿Qué importancia le das?
L.M.: Una tía abuela, quien me acompaña fantasmagóricamente, legó a mi madre algunos libros viejos, suficientes para que siempre me escondiera en ese rincón con olor a pucho y viera algunos libros. Mi madre leía pero no podíamos comprar libros porque no teníamos plata, éramos cinco hermanos y apenas nos alcanzaba el dinero. Crecer viendo a alguien leer es importante.
Hoy hay una crisis de la clase dominante. El aristócrata era un explotador, pero tenía biblioteca. Lamentablemente, el dominante de hoy cambió la biblioteca por el playroom, es decir, los productores de jueguitos y de publicidad. Por lo cual me siento muy afortunado de crecer en la pobreza pero con libros. Hoy en día están todos con el celular y los juegos, la nueva droga, el nuevo opio. La gente está hecha un zombi, por lo cual no saben que están siendo estafados.
“La única palabra que tenés que tatuar de todo el eje de las posibilidades narrativas, es oficio”.
APU: ¿Qué pensás con respecto a las bibliotecas públicas y populares?
L.M.: Me gusta lo que está pasando en los últimos años con las bibliotecas. Hay más eventos. Los bibliotecarios modernos entienden que tienen que abrir las puertas para generar cursos de escritura, actividades culturales, etc. Las bibliotecas son epicentros culturales importantes. Hubo mucho crecimiento de las bibliotecas populares. Son gente que se organiza y recibe libros con créditos de la CONABIP. Hacen mucho esfuerzo para que haya un libro nuevo en la biblioteca.
APU: Según una encuesta nacional de consumos culturales, hay más librerías comerciales que bibliotecas. En el interior es diferente, hay más bibliotecas que librerías. ¿Qué pensás al respecto?
L.M.: Es cierto que hay más bibliotecas per cápita que librerías en el interior del país, pero también es cierto que la mayoría de las librerías de Capital no tienen el caudal bibliográfico que tienen las bibliotecas públicas y populares de capital. Muchas librerías comerciales tienen muy pocos libros. Por un lado, son boutiques hechas por gente que ama los libros y sabe vender. Por otro, hay muchas librerías bien acaudaladas que no son tanto cultura sino comercio del libro, tratan al libro como un objeto industrial. Pero no los tratan con el mismo amor o idealización que ciertas librerías que con vender muy poco les alcanza y no están pensando en el margen extremo de ganancia. Hay bibliotecas muy bien surtidas de Capital que no manejan o no tienen la gesta cultural que tienen las bibliotecas del interior.
APU: ¿Las librerías deben cumplir una función cultural?
L.M.: Las librerías no pueden pelear contra el Leviatán. Lo que está bueno es que se mantenga la Ley del libro para que Buenos Aires siga siendo la ciudad con más librerías. Está bueno que haya una multidiversidad de librerías, pero no tienen una función. Creo que hay un montón de áreas en las que tenemos que colaborar. Ya bastante esfuerzo antieconómico gestiona el escritor. Correr por derecha a la cultura es absurdo porque ya bastante trabajamos a destiempo y gratis como para decir que somos zurdos. No hay algo más liberal que la cultura.