Néstor Darío Figueiras: "Las editoriales independientes son uno de los bastiones más importantes para resistir’’
Por Araceli Lacore
Agencia Paco Urondo: ¿Cuándo empezaste a escribir?
Néstor Darío Figueiras: Empecé desde chico. Las redacciones en la escuela primaria fueron mis primeros textos de ciencia-ficción, en los que mezclaba cosas como Robotech, Star Wars y los Guardianes de la Galaxia, con villanos que se parecían mucho a las distintas encarnaciones de Eddie, (la mascota de las portadas de los discos de Iron Maiden, que eran realmente alucinantes). Y mis héroes iniciales estaban muy influenciados por la historieta argentina (Gilgamesh el Inmortal, Nippur de Lagash, etc…) y el cómic superheróico (Batman y los X-Men). De hecho, con mi hermano David y unos amigos (Diego y Mariano Benetton, también hermanos), “jugábamos” a que teníamos una editorial de cómics (entrecomillo porque para nosotros era la ocupación más seria del mundo): Editorial Rocket. Escribíamos y dibujábamos nuestras historietas, protagonizadas por émulos de los personajes de Columba que más admirábamos y de los dibujos animados del momento. Así “Airlyons” era nuestra versión de Robotech, “Sarquis el Rojo” se parecía a Nippur, “Roboconverts” imitaba a los Transformers y “Comando Titán” era algo así como G.I. Joe.
De a poco mis textos fueron influenciados por las primeras lecturas: Julio Verne y Phillippe Ebly, un franco-belga que escribía literatura fantástica juvenil. (Su serie de novelas llamada “Los Conquistadores de lo Imposible” es extraordinaria: recuerdo que en sexto y séptimo grado me voló la cabeza). Después, seguí con Borges, Wells, Cortázar. Algunos años más tarde, se sumaron Asimov, Clarke y Bradbury. Y todo eso lo quería meter en lo que escribía. O mejor dicho, quería escribir algo como lo que leía, que me parecía tan alucinante. Terminando el secundario, participé en la categoría Alumnos de Escuela Secundaria de la edición de 1991 del Premio “Más allá”, un premio que otorgaba el Círculo Argentino de Ciencia-ficción y Fantasía, con un cuentito de ciencia ficción llamado “Organicasa”. Bioy Casares fue el presidente del jurado. No fui a la ceremonia de premiación porque estaba seguro de que no iba a pasar nada. Al final, “Organicasa” ganó una segunda mención y me perdí la oportunidad, a los dieciséis años, de estrechar la mano de Bioy al recibir el diploma. Pero ya lo superé, jajaja. Siempre digo que ese pergamino amarillento es uno de los reconocimientos que más valoro. A escribir “en serio” (de forma dedicada y constante) no comencé hasta 2005, año en el que tallereé con los escritores argentinos de ciencia ficción Eduardo Carletti y Alejandro Alonso. Desde entones no paré.
APU: ¿Leés más de lo que escribís o al revés?
NDF: Durante años leí mucho y escribí poco. Pero desde hace un tiempo, el número de mis lecturas anuales viene bajando. Últimamente me cuesta encontrar libros con los que me enganche fuertemente. Eso, sumado a que mi agenda siempre se llena, hace que hoy le dedique más o menos el mismo tiempo a ambas actividades. Pero, de todas formas, uno siempre lee muchas más palabras que las que escribe. Con la música es igual: uno escucha más notas que las que produce. Y eso es correcto. La máxima de Borges: mejor jactarse de lo que uno ha leído y no de lo que escribió.
APU: Publicaste Capricho 43 con Peces de Ciudad. ¿Cómo fue el proceso de escritura de ese libro?
NDF: Los treinta y seis cuentos breves y microficciones que hay Capricho #43 (más el bonus track de la tercera edición, un cuento escrito a cuatro manos con Laura Ponce) son textos que fueron naciendo a lo largo de una década, más o menos, y que fueron publicados en varios sitios web durante el primer auge de las publicaciones virtuales. Una vez que elaboré un concepto que pudiera englobarlos a todos y darle una identidad a la antología, la selección se dio en forma natural.
APU: ¿Cómo ves la situación actual de las editoriales independientes?
NDF: Las editoriales independientes son algunos de los entes más importantes de la cultura. Gracias al coraje de editores como Sole Blanco, de Peces (y tantos otros, si no menciono más nombres es para no cansar, porque son muchos) se hicieron visibles muchos autores que difícilmente habrían sido publicados por un sello grande, autores que vale la pena leer. Y la patriada que hacen ni siquiera es para obtener ganancias, porque la mayoría de las veces lo que ingresa por una publicación financia el siguiente libro. Es claro que ahora están pasando por el peor momento, puesto que toda la producción cultural está en peligro. Pero no podía ser de otra manera: si en la agenda de los que gobiernan se prioriza la cuestión mercantilista (y para atender el negocio de unos pocos, para colmo), es inevitable que ítems como Educación y Cultura no sólo queden relegados, sino que también se conviertan en una molestia, en un gasto que hay que recortar. Esto se ve en cada una de las decisiones que se toman, como el presupuesto nacional.
En este proceso de deterioro, lo primero que desaparece es lo menos robusto, aquello que tiene menos recursos —por lógicas razones—, y luego lo disruptivo, lo que no se deja normar, aquello que va a contrapelo. No sólo es un mecanismo de recorte, sino que también es de compresión, porque luego de la eliminación de lo indeseable, es más fácil nivelar, normalizar la cultura que queda, la “cultura oficial”, que generalmente termina engendrando obras que, por lo light, no incomodan, obras que conforman, calman conciencias y siguen modas. (Terrible cosa, las modas culturales). Lo más triste es que esto no es casual: el plan es mantener adormecida a la gente, y una de las formas de hacerlo es dándole productos culturales intrascendentes que, aunque se vendan por miles de pesos, hay que comprar igual porque lo dicta la moda. Las editoriales independientes son uno de los bastiones más importantes para resistir ese plan temible. Hay que bancarlas a muerte.
APU: Además de escritor sos músico. ¿Cómo se complementan la música y la literatura?
NDF: No sé si se complementan… Soy las dos cosas, y tengo que organizarme para realizar ambas tareas. Tanto una como otra exigen altas dosis de energía creativa, pero tienen procesos muy diferentes. La música, aunque tiene sus tiempos de aislamiento, es gregaria: siempre terminás tocando con otros, trabajando en equipo. Sobre todo en mi caso, porque soy docente de música, productor y arreglador, y lidero el área de música de una iglesia bautista, un gran equipo en el que hay más de 400 personas. El aspecto unipersonal es —a veces— la tarea compositiva, y en esto sí se parece a la escritura, porque esta última siempre es solitaria. Pero creo que la música gratifica con más rapidez. Por lo menos así funciona en mí. Obviamente, también disfruto muchísimo de escribir, pero es un placer lento y costoso. Siempre digo que para mí escribir es un placer trabajoso, y la música un trabajo placentero. Tal vez la intersección más lograda de ambas actividades sea la cuestión de la retroalimentación creativa: la música es una gran herramienta a la hora de escribir: más de una vez, la idea para relato me ha sido “sugerida” a través de una canción o una composición. Sin ir más lejos, un cuento que en breve saldrá publicado en la Segunda Antología Porticana (“El Preste de Aztalume”) contiene la cita textual del estribillo de una canción de Yes, “Machine Messiah”. En el universo de la historia, esa letra es el rezo principal de una religión que combina el misticismo con la virtualidad y mediante mutaciones inducidas ha producido una casta de individuos intersexuales cuyas habilidades son usadas para mantener el status quo.
APU: ¿Por qué la ciencia ficción?
NDF: Supongo que porque siempre me pareció una forma muy seductora —y eficaz— de interpelar al mundo. Lo interesante de la CF es que se trata de preguntar. Es como un laboratorio de simulacros en donde lo más importante no es contar una historia (mucho menos, dar respuestas), sino hacer las preguntas “correctas”, las que revuelven e incomodan, las que no queremos responder, las que nos exigen una autocrítica como individuos y como sociedad. Ese es el objetivo principal de toda buena obra de CF. Ahora, es claro que se trata de una lectura que exige un “entrenamiento”. Hay que aprender a leer CF, porque no se puede abordar como al realismo, por ejemplo. Dentro de la literatura de género, es la única que ha buscado reinventarse todo el tiempo, redefinirse, casi desde sus comienzos (en el último tiempo, dicho afán, que en la literatura de CF tiene larga data, también se está viendo en el terror y en el policial). Este rediseño —que fue generando distintas “movidas”, híbridos o subgéneros, como el space-ópera, el ciberpunk, la ucronía o el new weird— responde a la pulsión que mueve a la CF hacia el interrogante y la especulación, al punto de terminar cuestionándose a sí misma. Por eso es tan difícil definir qué es CF, (tal vez sea más claro hablar de literatura especulativa). Creo que la CF da herramientas para interpretar al mundo que no brindan otros géneros. Hay un fenómeno que demuestra esta versatilidad que tiene la CF: muchos escritores que alcanzaron la fama escribiéndola han virado hacia otros géneros de forma exitosa, aportando un aire novedoso en esos nuevos terrenos. Pasó con Angélica Gorodischer, con Ballard, con Ana María Shua, con Doris Lessing, con Christopher Priest, con Le Guin, etc… Sin embargo, el proceso inverso es raro: son muy pocos los autores que pasan del realismo a la CF y logran hacer algo más que simples refritos.
APU: ¿Qué autores argentinos de ciencia ficción o fantasía actuales leés?
NDF: Varios. En este preciso momento no estoy leyendo a ningún compatriota. Pero hay ciertos nombres que son ineludibles en el panorama actual. He leído y recomiendo a Laura Ponce (que además de ser una gran editora, escribe bárbaro), Claudia Cortalezzi, Pablo Martínez Burkett, Claudia Aboaf, Jorge Lacuadra, Alejandra Decurgez, Juan Simeran, Hernán Domínguez Nimo… Y hay varios más.
APU: ¿Tenés algún ritual antes de escribir?
NDF: No sé si puedo afirmar que tengo algún ritual… Sí tengo hábitos. Por ejemplo, suelo escribir con música de fondo. Cuando logré meterme en lo que escribo, camino mucho —también con música en los auriculares— para seguir rumiando las ideas que van sosteniendo el universo en construcción. Más aún si la geografía del texto incluye algún sitio real: nada como ir a recorrer esos lugares, si me es posible, para inspirarme más.
APU: ¿Dónde podemos conseguir tu último libro?
NDF: Capricho #43, hasta donde sé, está agotado. Hay que ver si Peces de Ciudad tiene en sus planes para este año una nueva edición (sería la cuarta). Tal vez quede algún ejemplar en las librerías que venden los libros de la editorial. También se puede comprar en su website: https://www.pecesdeciudad.com.ar/a-lo-garcon-libros-de-autor/capricho43/