Nicolás Correa: "Me seduce la instancia en que un fragmento de pasado asalta o irrumpe, ahí debería estar la musicalidad"
Por Hernán Casabella
Por decisión del autor el artículo contiene lenguaje inclusivo.
Nicolás Correa nació en Morón, en 1983. Estudió Letras en la UBA y tiene editados los libros de poesía Virgencita de los muertos (2012) (Reedición: 2014, 2018); El camino de la siesta (2015) y canción de invierno recitada por el hombre del volcán (2016). A su vez, publicó los libros de cuentos Made in China (2007), Engranajes de sangre (2008), Prisiones terrestres (2010), 83 (2012), Rosas Gamarra (2015); novelas: Súcubo, La Trinidad de la Antigua serpiente (2013), Íncubo. La Trinidad de la Antigua Serpiente (2015); Heroína. La Guerra gaucha (2018). Ganó el primer premio de poesía del Círculo Independiente de Poesía de México (2011). Sus libros fueron traducidos al portugués, inglés y francés. Dirigió la colección de poesía de Alto Pogo, el espacio crítico “Las Lecturas”; participó como curador de la muestra Cosmópolis. Borges y Buenos Aires, realizada entre los años 2010 y 2013.Actualmente trabaja como editor y asesor literario.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuál fue el primer libro que leíste completo y sin obligación de hacerlo?
Nicolás Correa: Iba a decir Frankenstein, hice un esfuerzo mayor para convocar textos anteriores, porque hubo. Si mal no recuerdo es Cuentos de amor, de locura y de muerte, tendría diez, once años, después vino Frankenstein. Creo estar equivocado, fue Viaje bajo el mar, de la colección "Elige tu propia aventura", ese fue y no otro. De igual manera, es la época dorada de la lectura, ¿cierto? Una de las épocas doradas de la lectura, mejor dicho, cuando más cerca estás del paraíso.
APU: ¿Los libros se leen hasta el final o se abandonan? (Si abandonaste alguno, ¿cuál fue y cuál es la anécdota que valga la pena?)
N.C.: Es difícil que deje un texto, por lo general es algo que no me sucede. Las constelaciones que armo en mi cabeza en cuanto al corpus textual, son parte de una búsqueda bastante razonada aunque a veces muy intuitiva también, por supuesto caprichosísima. Por ejemplo, si estoy en Quignard, es muy posible que pase a Séneca, Mallarmé o Proust, Borges, Hilst, Somers; si estoy en Saer es muy probable que pase a Musil, Faulkner, Benhard, Robbe-Grillet o Sarraute; el camino de la errancia es interesante, lo experimento a veces, pero no es de los que más me seduce. Suelo leer bajo determinadas inquietudes alrededor de la forma. Suelo hacer mapas de lecturas por puro placer cartográfico. Me gustan mucho los mapas antiguos, mapas raros, detallados. Soy un acechante de los mapas viejos. Hace poco encontré uno del recorrido de un tren en una vieja estación llamada La valerosa, ¡No sabe qué felicidad me dio! Con respecto al abandono, alguna vez un autor de policiales negros me regaló una de sus novelas, yo no pude leerla por varias cuestiones, entre ellas porque uno se va cansando de leer en loop las mismas historias cada vez. En fin, resulta que no volvemos a vernos por largo tiempo, cuando nos vemos me pregunta qué me pareció su novela, la que te regalé, me dice, ah, le digo, la del blablá (recito casi todo el derrotero del policial negro de los últimos diez años), sí, esa, me dice, me pareció buena, che, le digo.
APU: Los libros, ¿se compran, se regalan, se prestan, se pierden, se devuelven, se venden, se roban?
N.C.: Se descargan los libros, principalmente. Después yo, en lo particular, soy muy afecto a regalar libros, prestarlos ya no, me parece un acto ruin, perderlos me pasa nunca; no acepto libros prestados, tampoco los vendo; ya no robo.
APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura argentina?
N.C.: Puedo decir algunos nombres y lo que conlleva cada uno: Miguel Ángel Bustos, Sara Gallardo, Silvia Molloy, pero la lista es infinita.
APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura universal?
N.C.: Estas preguntas son realmente siniestras, lo ponen a uno en un apuro. Puedo decir también algunos nombres: Alighieri, Petrarca, Proust, Joyce, Faulkner, Stein, Musil, Kafka, Bernhard, Beckett, Kawabata, las Margaritas francesas, Pynchon, Dick, Sebald, Mishima, Hilst, Somers, Robbe-Grillet, Sarraute, Quignard…
APU: ¿Hay algún personaje de la literatura con el que te sentís identificado?
N.C.: No, ninguno.
APU: Así de arrebato, ¿qué final te viene a la memoria?
N.C.: El final de Hormigón, de Thomas Bernhard. Es una novela muy lograda, un equilibrio notable entre forma y contenido.
APU: ¿Cuándo comenzó tu gusto por la escritura?
N.C.: Es difícil colocar el dedo en un lugar de la cronología, quizá es menos interesante. De algún modo, cuando entendí que la escritura me devolvía, en cierta medida, al útero, y que en útero solo hay silencio y oscuridad.
APU: ¿Tenés alguna rutina al escribir?
N.C.: Antes jugaba, ahora me quedo en la oscuridad y en silencio un rato largo, una hora, dos horas, después escribo.
APU: ¿Tenés objetos fetiches que te sean vitales al momento de escribir?
N.C.: Ninguno.
APU: ¿Lenguaje inclusivo en la escritura sí o no?
N.C.: Yo, no.
APU: ¿Cuál es tu opinión sobre las presentaciones de libros y los ciclos de lecturas?
N.C.: Las presentaciones de libros son un simulacro necesario. La lectura en vivo es algo que no tiene nada que ver con la escritura, que es lo que a mí me interesa. Recuerdo la anécdota de cierto escritor que se hizo unas zapatillas y remeras especiales para sus lecturas.
APU: ¿Cómo se lleva tu literatura con el insomnio, con las noches, con los vicios?
N.C.: Duermo 3 horas por día, de 5 a 8 hs.
APU: ¿A quién relees periódicamente?
N.C.: A Bernhard, Hemingway, Somers, Hilst, Bustos…
APU: ¿Qué tres autores argentinxs reeditarías?
N.C.: Hoy no podría dar una respuesta acabada sobre esto. Los que yo necesito están, en algún lado están. Quizá sería más enfático con algunas obras. Si tengo que decir uno, pienso en Manauta, Demitrópulos, Juanjo Hernández, Warschaver, Constantini, Orphée…
APU: ¿Qué opinas de la literatura argentina de la última década?
N.C.: Soy incapaz de dar una idea acabada de la literatura de la última década, pero intuyo que se tornó demasiado… ¿performática?
APU: A calzón quitado, ¿lees a tus contemporánexs o solo lees las contratapas?
N.C.: Sí, elijo con mucho cuidado, recorto bastante, selecciono, sospecho, como cualquier lector. En la literatura argentina las contratapas están muy mal escritas, para empezar. Leí algunos recientes que me han gustado: Monoimi, de Leandro Diego, editado por Añozluz, una poesía que ya no se practica por lo exigente, obsesiva, recursiva, pero ojalá se lea porque obliga al lector a salir de su lugar de holgazán; Ciencias ocultas, de Mike Wilson, un pequeño instructivo procedimental, ahora no recuerdo ningún otro.
APU: ¿Qué estás leyendo actualmente?
N.C.: Metamorfosis, de Ovidio. La leí fragmentariamente y decidí poner fin a esto.
APU:En Virgencita de los muertos ahondas en las zonas oscuras de la muerte y la memoria, la imagen poética domina la escena, la musicalidad de qué lado queda en el cuerpo golpeándose en el cajón o el retumbar de lo oculto en la memoria?
N.C.: La memoria es una trampa, es analítica, voluntariosa. Me seduce más la instancia en que un fragmento de pasado asalta o irrumpe, creo que eso es más revelador, ahí debería estar la musicalidad.
APU: ¿De dónde proviene tu fascinación, posterior investigación y ulterior traspaso al formato narrativo de ciertos temas que pueden catalogarse como malditos, esotéricos, creencias populares?
N.C.: Vienen, en una época preguntaba de dónde provenía lo monomaníaco del exorcismo, nunca pude responder. Son cosas que merodean a uno desde la infancia.
APU: En Súcubo ¿es la serpiente la que se devora la dualidad bien y mal, femenino y masculino, fuerza y belleza, sometimiento y dominación o es la maldición que comienza a perpetrarse ese 8 de julio de 1989?
N.C.: Súcubo me parece una broma eterna hoy, a la distancia, una broma que empieza mucho antes del 89. Yo no sé si la serpiente o la anécdota, sospecho que ambas lecturas son posibles.
APU: ¿Qué es lo que denuncia, además del absurdo de la guerra de Malvinas, la novela Heroína? ¿Dónde se desarrollan ciertas microguerras?
N.C.: No creo que denuncie nada. Sí puedo percibir una tragedia larga, todavía más larga que el puñadito de problemas patrióticos nacionales.
APU: ¿En qué proyectos literarios estás trabajando?
N.C.: Estoy en la tercera reescritura de un proyecto que me tiene comprometido hace varios años ya, once para ser exacto, son más de 6000 páginas de algo que no sé, pero me siento bien en esa caverna y espero no salir por mucho tiempo de ahí.
APU: ¿Nos compartirías alguna anécdota de cuando dirigías la colección de poesía de Alto Pogo?
N.C.: Hay una muy linda y personal. Resulta que está finalizando el 2012, hay una lectura de poesía que organiza Jimena Repetto, me invita. Daniel Mordzinski me pregunta si puede ir a hacer algunas fotos, le digo que no creo que haya problemas. En esta lectura conozco a Mónica Rosenblum, lee fragmentos de La cuestión del pellejo, lo que lee deja una huella monumental en mí. Daniel me señala los versos de Mónica como “impresionantes”. A los tres años, apenas estrenada la colección de poesía, recibo el poemario de Mónica mediante Romina Freschi. Reencontrarme con ese texto fue, en lo personal, uno de los mejores momentos en mi paso por la colección., el texto es uno de los textos más tremendos que he leído en los últimos años.
APU: ¿La escritura puede aprenderse en un taller?
N.C.: Sospecho que no, pero es una fe personal e íntima esta. Y cada quién tiene su fe personal e íntima.