Novela: “Lebensraum”, el edén y el horror
Por Milagros Carnevale
Lebensraum es un término alemán que significa “espacio vital”. Fue acuñado por el geógrafo alemán Friedrich Ratzel (1844-1904), influido por el biologismo y el naturalismo del siglo XIX. En la Segunda Guerra Mundial el Tercer Reich se apropió la expresión: un edén sobre la tierra, un espacio perfecto poblado únicamente por la raza aria. Un espacio perfecto sin judíos.
Lebensraum: un edén sobre la tierra. También es lo que busca el protagonista de esta novela de Fernando Bogado, publicada este año por editorial Omnívora. Busca un lugar para morir tranquilo, porque tiene un cáncer muy avanzado contra el cual no quiere luchar. Obsesionado con un soldado alemán, Bruno Diermissen, cuya misión aparentemente era fotografiar a los habitantes del poblado del Volga que debía luego exterminar, este investigador literario que nada tiene realmente en la vida empaca sus cosas y se va a Puerto Ayora, en Ecuador, donde planea quedarse tres meses, al término de los cuales quiere partir hacia Colombia para practicarse la eutanasia. En Colombia también murió Diermissen. No es casualidad.
¿Por qué a este investigador le interesa tanto la historia de Diermissen? ¿Y por qué, si tanto le interesa, en vez de pensar y hablar tanto no investiga más? Todo le molesta, contra todo argumenta. Nada tiene sentido. Rechaza el amor y la salud. Durante su estadía en Puerto Ayora se involucra con el administrador de la posada Germania (otra cosa que no es casualidad), que tendrá el propósito de mostrarle los lugares más fantásticos de su tierra.
No hay spoiler porque no pasa nada: el protagonista pasea por el diminuto centro reconstruyendo en su cabeza la historia de Bruno Diermissen, a veces justificando esta metodología que acompañaba los asesinatos antisemitas, a veces entendiéndola, a veces reconociéndose en ella. Fotografiar. Investigar. Reunir información. Guardarla, archivarla. ¿Para qué?
La mente de este investigador avanza más rápido que la enfermedad, adquiriendo tonos psicóticos, maniáticos, desesperados. A veces da pena, a veces da bronca, a veces uno simplemente quiere que se calle y haga algo. Es apático, sarcástico, burlón, soberbio. Aún así, Bogado logra que nos encariñemos con él. Finalmente: no hay tal investigador. No hay tal acto de investigar. Termina siendo un simple narrador, el narrador de un cuento sobre la Segunda Guerra que se entrevera con un cuento de un hombre que turistea en un país que no conoce y tampoco quiere conocer mientras intenta encontrarle el sentido al acto exorbitantemente valiente y desgastante de seguir vivo.