Omar Cao y el acto poético permanente
Editorial El Elefante Negro ha publicado un hermoso libro que es poesía reunida, homenaje y rescate al mismo tiempo. Se trata de Obra comentada, que reúne cinco libros esenciales de Omar Cao y al finalizar cada uno de ellos, complementa un breve ensayo o una crónica referida al poemario en cuestión.
“En estos cinco títulos reunidos leerás poemas que han circulado en tiradas muy reducidas, es decir, son prácticamente inéditos. El poeta se ocupó de unirlos, junto a una treintena de libros, en lo que es el primer tomo de la obra completa llamado Algabaría, que estaría compuesta de tres tomos más, según consta en el post logo a la segunda edición de su libro El Linyera, publicado en 2021 por Ed. Lítica”, comentan los editores al inicio del trabajo, para luego indicar que Obra comentada es una muestra más que importante de los temas que van a ser una constante en la poesía de Cao: el amor, su vulneración, la crueldad, la crítica a un orden opresivo, la vuelta incierta a los orígenes, la mujer, el delicado sentimiento de la paternidad, la amistad, la infancia.
Y es tan sincero, honesto, este homenaje, que al comenzar su lectura uno se encuentra con correspondencia que el poeta sostiene con Ivonne Bordelois (en realidad, es el camino contrario, es la palabra de la ensayista y lingüista la que arrima su mirada) puesta allí para dejar bien en claro que se rescata un Cao completo, con sus claroscuros, nada de andar limando zonas ásperas para la posteridad.
“A veces se coagulan en poesía, a veces la cruzan o la impiden –por ejemplo, en los primeros cantos, que todavía no me parecen suficientemente entonados o ritmado”… “Me parece –por la lucidez y precisión de algunos de tus poemas- que hay un poeta en vos que sabe bien dónde mete la pata y dónde no, pero se empecina en no corregirse para que todo sea así y salga así chingado, la vida y además la poesía. En eso no te sigo –pienso que hay chance para la vida y para la poesía, y ya no tenemos tiempo de desparramarla”, le comenta desde el cariño, Bordelois, en diferentes cartas.
“Los poemas de La torre orbitan como instancias del yo, un yo paródico, crítico, de un humor sarcástico. Hacen foco en las formas en que el poder, el que nunca es ‘visto’, construye los micros sometimientos cotidianos”, sostiene Patricia Verón sobre el primero de los libros reunidos. Eso se puede rastrear fácilmente en versos como
“trabajaré poco/ ganaré menos/ pero eso no importa” o “Los pobres tienen la esperanza/ de ser alguna vez/ algo como patrones pero buenos”.
“Es evidente que el mundo no le gustaba a Omar, el mundo como estaba (está) configurado, Cao enuncia una especie de manifiesto poético para la construcción de un mundo donde se puede vivir de otra manera”, continua la poeta y editora, y a uno se le escapa una mueca cómplice cuando lee en este libro “Nunca se lo vio triste/ni sobrio”. Si hay un manifiesto, probablemente sea este poema:
Asombro
no hay hitos en mi vida
poemas e hijos
poemas y mujeres
poemas y mis piernas
poemas y tus pies
no hay hitos
también se puede
vivir de esta manera
poemas y música
poemas y colores
poemas y amor
paisajes y música y poemas
y viajes poemas y mujeres
hijos y amores y poemas
claro sí amigos y poemas
y
sueños y poemas y colores
con seguridad
se puede vivir de otra manera
el agua está fresca
y recorre mi cuerpo
mis rojos interiores
afiebrados
descansan
como bajo un árbol
grande y copudo
cuando una brisa
bebo
y mis tripas sueñan
La muerte y poemas?
En el segundo título, De la bajamar, nombrar es el génesis del todo y ¿por qué no? de la nada. “La poesía aquí se entiende como algo fundante que permite tanto el conocimiento como la identidad, ya que la palabra fundante significa ser la piedra, la primera asociación, la primera marca que deja la poesía en la memoria humana, -no solamente en la memoria individual sino en la colectiva-, en la universal memoria humana, infinita, permanente. Para este poeta, la poesía es un acto de entrega, un acto de pasión, como un asombro que conmueve e impregna”, asegura Anahí Cao, mientras el poeta nacido en Mataderos (y matancero por adopción) cabalga con Wyatt Erp, pero también con Pastor Luna, sabiendo que “hay un decir de la resignación/ y la alabanza y no es el nuestro/ porque no alcanza describir/ y contar nuestro silencio/ el incendio está aquí/ y es el futuro/ pero el fuego/ respeta pule y bruñe/ las obras del amor”. Después de todo, el poeta sabe que de “algo debe servir haber vivido”.
“Es evidente que el mundo no le gustaba a Omar, el mundo como estaba (está) configurado”.
Leyendas de la infancia, como ya anuncia el nombre del tercer libro, es un reino donde a Cao le hubiese gustado quedarse “con sus soles a diario/ con sus lluvias de trópico/ con sus inviernos al manso reparo” y es una historia “que hoy me ha sido devuelta/ y a cuya luz devengo poderoso”. “La infancia y la adolescencia, cuando era tan fácil caminar por el mundo de los sueños", matizado con lecturas de novelas e historietas. Cuando nos sentíamos cobijados por nuestra madre, a veces preocupada por el hijo que estaba ‘siempre leyendo en vez de ir a jugar / con los demás’”, señala Jorge Luis López Aguilar y no puedo dejar de remarcar que el poema que da cierre es uno dedicado a los chicos de Malvinas, como si la guerra viniera a marcar el fin de todo, o como dice Gustavo Caso Rosendi en Soldados, “no quedan palomas después de una guerra/ Pichones de cóndor desgarrando/ las tripas de la verdad”.
“Cao usa siempre este género como un escenario de intentos por definir en su alrededor qué cosas valen y qué cosas deben desecharse, pese a lo que digan los locutores del Sistema. Por eso la ironía, donde hábilmente el poeta parece allanarse al saber general, pero sólo para burlarse de él, y, sobre todo, la concepción de la vida como un continuo esfuerzo, ya que no poseemos de movida los valores que precisamos para orientarnos en la difícil tarea de sobrevivir: debemos construirlos. Es de allí que proviene su amor por las cosas pobres y no prestigiosas, privadas del espaldarazo del suceso, del comentario admirativo y elogioso de los estúpidos, cosas que se presentan con toda su esplendidez virginal en los poemas, revestidas del gesto de negar lo que las niega”, afirma el rosarino Eduardo D´Anna en su comentario al cuarto de los libros reunidos, Versos de Calibán. Es una perlita en este trabajo, los poemas aparecidos en la revista La piedra que figuran como suplemento bajo el título “El diente del Calibán”.
Balbuceos, gritos,
susurros, voces
ininteligibles,
no son buena caligrafía.
***
Paciencia, la vida pasó
y dejamos poquito, casi nada,
paciencia, otra vez será…
***
Los hitos cambian,
la frontera es la misma
Según el autor de Historia moral, “estos poemas son otra cosa. La otra cosa que tantos esperamos encontrar en la poesía”. Y parece tener razón cuando leemos a Cao decir “Si no has fracasado/ es que no te has planteado/ tus objetivos correctamente” o “Cuando revoleás la moneda/ la efigie y el número/ vuelan juntos/ cierto, sí,/ rigurosamente cierto/ pero/ qué tiene que ver/ mi amor con el ojo ‘el hacha”. Al fin y al cabo, estamos hablando de una persona que asegura “todo/ lo que se puede hacer/ se puede decir”.
El libro que cierra esta selección, Manual del tornero repujador, claramente está apuntado hacia los quehaceres del oficio escriturario. Por eso Damián Lamanna Guiñazú recuerda la advertencia de Cao: “Ojo con hacerle autopsia a los poemas porque para hacer eso primero hay que matarlos”. Y según su entender, Omar ejercerá ese oficio “haciendo saltar por los aires las demagogias de la dignidad y la otra mejilla; el cliché clasista de “el obrero que escribe poemas” como una categoría menor de quienes intentan ocupar el centro con la siempre dispuesta palmada en el hombro”.
Por eso es que escribe el ébano/ la piedra,/ desconfiamos de la utilidad,/ en nuestra torpeza/ poco sabemos, poco estudiamos,/ vislumbramos por siempre/ una generación más/ para nuestro oficio convencidos de que las manos/ no sirven solamente/ para rascar partes pudendas/ ni la cabeza/ para evitar/ que el cogote termine en punta.
Un libro llenos de esos lugares donde es necesario detenerse un segundo, como le corresponde al oficio. “Hace bien caminar a la mañana,/ hace/ falta/ pensar”; “te mordés para no morder/ así y todo se duerme/ pero no se sueña;/ni siquiera se tienen pesadillas”; “Ninguna cosa que pueda/ ser nombrada/ evoca más que la ausencia”.
Cuando crujen las vértebras
de la humanidad
los poetas cantan.
Cuando los poetas cantan
crujen
las vértebras de la humanidad.
“La poesía es una capacidad humana. Si lo es, la tenemos todos en algún grado, y a riesgo de quedarnos en el autismo vamos a tener una necesidad de la capacidad poética del otro para vivir. El poeta solamente fija algunas renovaciones en la medida que trasciende, que las circunstancias de la sociedad, institucionales, culturales, lo afirman en un puesto de alguna importancia; entonces esa modificación se cristaliza y permanece. Pero la gente modifica el lenguaje permanentemente. Yo tengo la creencia de que la poesía no es algo elitista. El acto poético es permanente. La cuestión sea tal vez un poco más discutible a nivel de los poemas. Pienso que no me equivoco cuando digo que la poesía tiñe permanentemente la vida cotidiana”, asegura Omar en un reportaje incluido en esta Obra Comentada y queda todo dicho. O tal vez, nada, pero sí la palabra del poeta es una mano que muestra su palma abierta como una casa sin puertas ni ventanas.