Pablo Di Marco: "Escribir un buen libro es un pequeño milagro"
Por Hernán Casabella
Pablo Di Marco es autor de las novelas Las horas derramadas (ganadora en España del XXI Certamen Literario Ategua y publicada en Argentina por Editorial Dualidad), Tríptico del desamparo (ganadora en Colombia de la XIII Bienal Internacional de Novela “José Eustasio Rivera”, publicada en Argentina y Colombia) y Un café en Buenos Aires, conversaciones con escritores, lectores y libreros.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuál fue el primer libro que leíste completo y sin obligación de hacerlo?
Pablo Di Marco: De pibe me la pasaba leyendo una historieta que se llamaba Marco, de los Apeninos a los Andes. Y en algún momento mi papá me dijo: “Esa historieta está basada en un cuento que está en este libro”, y bajó de la biblioteca Corazón, de Edmundo de Amicis. Yo andaría por los diez años, seguro que me hubiese costado leer ese cuento desde cero, pero pude disfrutarlo porque ya me sabía la historieta de memoria. Después me parece que seguí —también por recomendación de mi viejo— por Salgari y Jack London.
APU: ¿Los libros se leen hasta el final o se abandonan? (Si abandonaste alguno, ¿cuál fue y cuál es la anécdota que valga la pena?)
P.D.M.: Los libros se leen, se releen, se abandonan, se huelen, se acarician, se revolean por el aire… en fin, no debiera haber reglas en nuestro vínculo con los libros. Ya bastante difícil viene siendo ser libres a la hora de escribir, que por lo menos no nos roben la posibilidad de ser libres a la hora de leer. Me pedís alguna anécdota vinculada con abandonar libros. No se me ocurre una mía pero sí una que me contó hace poco una amiga escritora: me dijo que abandonó el libro (de un autor supuestamente prestigioso) en la página siete. Sí, siete. Me hizo reír.
APU: Los libros, ¿se compran, se regalan, se prestan, se pierden, se devuelven, se venden, se roban?
P.D.M.: Todo lo que nombraste, y en el orden que vos prefieras. Pero dejame obviar la parte de “se roban”. Los ladrones de libros tienen un aura que no merecen. APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura argentina?
P.D.M.: Misteriosa Buenos Aires, Ficciones, cualquiera de Pizarnik u Olga Orozco… Supongo que no vale nombrar Antología de la literatura fantástica,de Silvina Ocampo, Borges y Bioy. A todos los leí de pibe, como si los libros precisasen muchos años de asentamiento para volverse algo así como clásicos personales. Si me preguntases por mi música favorita me pasaría lo mismo: te nombraría a los discos que escuchaba cuando tenía quince años. El mío es un feliz caso de no-evolución.
APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura universal?
P.D.M.: Uh, difícil. Te tiro lo primero que me viene a la mente: Las almas muertas y buena parte de lo que escribieron aquellos delirantes rusos del siglo XIX; Muerte en Venecia, Los miserables, La casa de las bellas durmientes, La fiesta del Chivo, algo de Yourcenar, Poe, Márai, Coetzee, Manzoni… Aura, de Carlos Fuentes. APU: ¿Hay algún personaje de la literatura con el que te sentís identificado?
P.D.M.: Creo que voy a ser poco original: Holden Caufield.
APU: Así de arrebato, ¿qué final te viene a la memoria?
P.D.M.: El de Las uvas de la ira, cuando Rose Joad (que durante buena parte de la novela se comportó como una chica altanera), tras dar a luz a un bebé muerto, amamanta a un hombre que está a punto de morir de hambre para así salvarle la vida. El mes pasado hablé de ese final en un taller de escritura que di en Córdoba y se me cayeron un par de lágrimas. Cada vez que pienso en ese final debo hacer un esfuerzo para no largarme a llorar como un chico.
APU: ¿Cuándo comenzó tu gusto por la escritura?
P.D.M.: En el colegio. Fui un mal alumno, repetí dos veces de año, me echaron de dos escuelas. El único momento en el que no me sentía un inútil era cuando tenía la posibilidad de escribir algo.
APU: ¿Tenés alguna rutina al escribir?
P.D.M.: Ninguna, a excepción de dar muchas vueltas antes de empezar, como esos perros que giran diez veces sobre sí mismos antes de acomodarse.
APU: ¿Tenés objetos fetiches que te sean vitales al momento de escribir?
PDM: Nada especial. Un cuaderno a espiral, una Bic azul, un espresso que nunca viene mal.
APU: ¿Lenguaje inclusivo en la escritura, sí o no?
PDM: Que cada uno haga lo que prefiera, pero yo paso, lo moderno suele estar reñido con la belleza.
APU: ¿Cuál es tu opinión sobre las presentaciones de libros y los ciclos de lecturas?
P.D.M.: El durante no me llama demasiado la atención —digamos la verdad, las presentaciones y lecturas suelen ser un plomo—, pero rescato el antes y el después: suelen ser una buena excusa para juntarse con amigos, darse un abrazo y después irse a tomar alguna cerveza.
APU: ¿Cómo se lleva tu literatura con el insomnio, con las noches, con los vicios?
P.D.M.: Con el insomnio y las noches se lleva perfecto. Aprendí muy rápido que nunca hay tiempo para escribir, el tiempo para escribir hay que robárselo al sueño. Y los vicios son privados, evitemos el mal gusto de hablar de ellos en una entrevista.
APU: ¿A quién relees periódicamente?
P.D.M.: A mi vieja enciclopedia. Agarro algún tomo, lo abro en cualquier página y siempre descubro algo.
APU: ¿Qué tres autores argentinxs reeditarías?
P.D.M.: Si fuera editor, reeditaría La hija del mazorquero, de Juana Manuela Gorriti. Iba a nombrar a Sara Gallardo, pero me parece que está felizmente reeditada. Hace bastante que no veo por ningún lado un libro que adoro: La raza de los nerviosos, de Vlady Kociancich. No me sorprende, Vlady falleció hace un par de meses y muy pocos parecieran haberlo notado.
APU: ¿Qué opinas de la literatura argentina de la última década?
P.D.M.: Similar a la literatura de tantas décadas: muchos libros que son parte del problema, otro tanto que son parte del paisaje, y unos pocos que son parte de la solución. No es grave: escribir un buen libro es un pequeño milagro.
APU: A calzón quitado, ¿lees a tus contemporánexs o solo lees las contratapas?
P.D.M.: Soy mal lector de contratapas, en cambio sí le presto atención a los agradecimientos. Ya que estamos te hago una pregunta, Hernán: ¿por qué será que hay tantos libros sin agradecimientos? ¿Son tantos los escritores que no deben darle las gracias a nadie? ¿Nadie les leyó el libro cuando era apenas un puñado de fotocopias, nadie se los revisó, nadie les dio una mano a la hora de publicar? Volviendo a tu pregunta: sí, leo de todo, y eso incluye a mis contemporáneos.
APU: ¿Qué estás leyendo actualmente?
P.D.M.: Vengo de leer varios poemarios: Mar de Luna, de Fermina Ponce, Lóbame, de Paulina Vieitez, y otro poemario que aún está inédito —y espero se publique pronto porque es bellísimo— de Tes Nehuén. Y esta noche empiezo Bar Venezia, un libro de cuentos de Luis Gutiérrez Infante publicado por Akén, una nueva editorial chilena que está armando un catálogo valioso.
APU: Hablemos de tus novelas, Pablo. ¿Cómo es eso que tanto Las horas derramadas como Tríptico del desamparo se publicaron antes en el exterior que en Argentina?
P.D.M.: Es raro, ¿no? Yo también me lo pregunté más de una vez. Supongo que tiene que ver con que el sistema está armado de manera que todo se le hace muy cuesta arriba a quien no es parte del ambiente literario. Y cuando terminé mi primer libro no conocía a nadie que pudiera darme una mano para que algún editor se interesara en leerme. Como no tenía ganas de autopublicarme, opté por participar de concursos de afuera. Y tuve la suerte de ganar uno en España y después otro en Colombia, eso me permitió publicar en esos países y a partir de ahí la rueda empezó a girar.
APU: Más allá de tus novelas también publicaste un libro de entrevistas: Un café en Buenos Aires, conversaciones con escritores, lectores y libreros. Contame sobre el proceso de ese libro.
P.D.M.: En 2013 me ofrecieron escribir reseñas de libros para la revista de Bogotá, Libros&Letras. En vez de reseñas les propuse hacer entrevistas, y por suerte aceptaron. Me vino bien conversar con un montón de autores, libreros, lectores y editores, me sirvió para conocer al mundo del libro bien de adentro. Y en 2019 el Fondo Editorial Unaula de Medellín me ofreció publicar un libro con veinticinco de esas entrevistas. Antes de la pandemia tuve la suerte de recorrer varias ciudades de Colombia presentando ese libro, fue una experiencia hermosa.
APU: ¿La escritura puede aprenderse en un taller?
P.D.M.: En un taller pueden enseñarte a leer y a corregir, lo que no es poco. Y si te toca un buen maestro se puede aprender a amar este yeite, a no faltarle el respeto, a recordar que este camino lo transitaron algunos tipos que dejaron parte de su vida en cada página que escribían, a ser pacientes, a sobreponerte a la infinidad de palos que inevitablemente te vas a comer, a escribir lo que nos arde por dentro y no lo que está de moda, a entender que el laburo siempre debe estar por encima de la rosca.