Rosario y su literatura cierta, a través de la mirada de Eduardo D´Anna

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    Eduardo D´Anna
    Foto: Cristina Dagatti
ENSAYO

Rosario y su literatura cierta, a través de la mirada de Eduardo D´Anna

29 Diciembre 2024

Cuando se centra la mirada en la literatura hecha en Rosario durante la última mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI, sin duda alguna Eduardo D´Anna es uno de los referentes ineludibles. Como si ya no fuera suficientemente importante su labor como poeta, narrador y dramaturgo, también se ha destacado investigando e historizando la literatura creada en su ciudad natal y la provincia que la cobija, Santa Fe.

Gracias a esa incansable labor y, por qué no, su constante curiosidad, existe La literatura de Rosario, tres tomos editados por Fundación Ross que reúne textos seleccionados de autores rosarinos desde 1801 a 1996; y Capital de nada. Una historia literaria de Rosario (1801-2000), donde alrededor de 500 nombres y referencias a más de 2000 ediciones transforman a esta obra en un libro indispensable para quien esté interesado en la producción cultural de la citada ciudad. Cierra ese círculo virtuoso La literatura de Santa Fe. Un análisis histórico, que amplía el espectro a la provincia. “Empecé publicando la obra de Felipe Aldana porque era un tipo que me gustaba lo que escribía. Pero después me di cuenta que no estaba solo. Estaba Irma Peirano, Rosa Wernicke, otros más. Casi que me daba vergüenza darme cuenta que ahí había algo, que muchos lo hicieron antes que yo. Y después encontré libros de antes de 1900, como el de Celestina Funes o el de Juan Bautista Arengo. Ahí empecé a investigar mucho más, aunque había muy poco. Cometí varios errores en esa primera época”.

Esa tarea investigativa no se ha detenido, es por eso que ha presentado hace unos pocos meses atrás no uno, sino tres libros de ensayos, publicados por  PcH Ediciones. Los demiurgos, que según sus propias palabras “trata de definir en forma racional y coherente, las características de las obras que integraron el Boom de los sesenta”; Hacia una historia integral de la literatura argentina, “un intento de mostrar cómo se vería la literatura argentina si se le incorporaran las obras excluidas del canon literario”; y Cierta literatura, el libro del cual más me interesa hablar porque me parece continuador de esa búsqueda por responder si existe eso que algunos llaman Literatura de Rosario, o no.

La primera pregunta, para nada original, es por qué tres libros juntos. “Es que cuando los tiempos son difíciles, mejor que la reacción sea mayor, más enérgica. Tenía esos escritos hacía bastantes años, algunos menos, otros más. Sentí que podía hacerlo. Todavía tengo otro libro de ensayo similar a Cierta Literatura que posiblemente lo saque. Y tengo cuatro libros de poesía, pronto va a salir uno y con los otros vamos a ver qué pasa”.

Claramente, este no es el caso de alguien que publica todo lo que escribe. Lo digo porque un amigo en común me había pasado el dato de que tenía inédito un trabajo sobre Alberto Szpunberg, nada menos. “En los ´90 escribí tres ensayos que iban a salir juntos y tuvieron destinos diferentes. Uno sobre (Juan) Gelman, otro sobre Szpunberg y el tercero sobre Hugo (Diz). El primero lo abrevié un poco y salió hace tiempo en Hablar de poesía y ahora en Cierta Literatura, al igual que el de Diz que continuaba inédito. El de Szpunberg no lo pude redondear como yo quería. Me faltaban libros, no estaba satisfecho. Los tres tenían que ver con una investigación sobre poesía política.

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Tapa Cierta Literatura
En la foto de la tapa del libro: Elvio Gandolfo, Eduardo D´Anna, Samuel Wolpin, Francisco Gandolfo y Hugo Diz

Yo veía el blindaje del poema (jugando con los versos de González Tuñón) que, lógicamente, al estar blindado lo desconecta de la realidad. Es lo que pasó con Gelman”.

Justamente, el ensayo sobre Gelman es el que abre el libro, casi el único que no está relacionado directa o indirectamente con Rosario. Según su opinión, Gelman empieza a construir una obra que “está blindada, una especie de endecha por la derrota de la que no puede salir”, algo que separa de su opinión política y los trabajos periodísticos donde no ocurre lo mismo. 

D´Anna piensa que su mirada sobre Gelman se contrapone con la de Jorge Boccanera, ya que siente que la cercanía del poeta nacido en Bahía Blanca con el autor de Cólera Buey le restó mirada crítica, como que se centra más en el poeta, mientras que él lo hace más en el poema. “Gelman es un gran poeta en muchos aspectos, tocó muchos puntos que otros no se atrevieron, no es para despreciar, pero creo que hay que ser crítico”.

Sé que este tema ya ha suscitado acalorados y pasionales debates entre estos amigos, lo cual me permite disentir con el rosarino y salir ileso (hasta nuevo aviso) al expresar que ambos trabajos se complementan, porque D´Anna desmenuza la obra de Gelman que (es cierto) se va volviendo más críptica en su última etapa, pero Boccanera construye diálogos ficticios entre aquel por quien acuñamos el verbo “gelmanear” y los escritores que lo influenciaron, abriendo una ventana por la cual también entramos a sus diferentes etapas de escritura.

El título del libro, por sí sólo, es un hallazgo. Porque ese “cierta” parece referirse a una literatura de la cual no podemos dar mayores precisiones, pero también puede marcar (y me quedo con esta última) que dicha literatura es real, existe. Más cuando, como adelanté, se refiere casi completamente a Rosario. “Salió solo. Fue motivado, más bien, por la primera acepción, alguna literatura, pero pasa que siempre las palabras dicen más uno, no hay que darle bola al autor sino al texto porque siempre dice muchísimo más de lo que el autor quiere decir”.

D´Anna acuña para Rosario algo que retoma en este libro: el término de “no lugar”. Es justo señalar que también la utiliza para otras localidades como La Matanza, de donde era Omar Cao, cuya obra también merece un ensayo dentro del libro, aunque Eduardo aclara que tiene mucho que ver con la ciudad santafesina ya que el matancero era muy amigo de los lagrimales. Retomando, considera a la rosarina como "una literatura con fuerte presencia, pero que no se puede decir que integra el canon central, ya que no existe para él". Sin embargo, exponentes locales como la revista El lagrimal trifurca y la editorial Biblioteca de la Vigil saltearon esa centralidad casi obligatoria. “De la periferia al centro, y del centro de nuevo a la periferia”, como se titula otro de los ensayos.

“Los finales de los ´60, principios de los ´70, a mi entender, fue un momento muy democrático, además de federal. Parece un chiste llamarlo democrático cuando se estaba bajo la dictadura de la Lanusse, pero no me refiero a las instituciones sino a la participación de la gente. Así como íbamos a los actos a tirar piedras, también si a un tipo se le ocurría hace una obra de teatro sin ninguna experiencia, lo hacía. Lo mismo con un libro de poemas. Eso, por supuesto, produjo varios disparates pero también cosas muy originales, muy frescas, y en Rosario más que nada. Había mucha permeabilidad por parte de Buenos Aires y eso, con la democracia y la institucionalización en la Capital Federal, dejó de existir”.

D´Anna acuña para Rosario el termino de “no lugar”.

Otro punto que trabaja Cierta Literatura es la calificación de regional, y si le compete o no a la literatura de Rosario. “Hay mucha confusión con respecto a eso. Cuando regionalismo tiene un sentido neutro, se puede usar, pero en realidad, los críticos de Buenos Aires lo usan peyorativamente, consideran regional todo lo que se produce fuera de Buenos Aires, más allá del origen del autor. La literatura tiene que ser escrita en Buenos Aires y con su armadura prosaica, que es distinta a la de Rosario. No estoy de acuerdo con la palabra regional, por eso hablo de regionalismo que es una corriente literaria derivada del modernismo donde se aplica la metodología de exotización a lo propio para hacerla potable para el sistema”.

Como al pasar, tira una frase que define todo un accionar que se ve multiplicado en estos días: “Yo escribo acá porque me interesa escribír como se habla acá. Si te adaptás a Buenos Aires, lo vas perdiendo”. Quienes vienen leyendo en cantidad los buenos trabajos que van surgiendo en esta ciudad, se darán cuenta que dicha frase no es ave solitaria: cada vez son más los libros que conservan esa forma particular de hablar, además de referenciar geográficamente puntos reconocibles de Rosario dentro de la ficción. “Es un proceso que, al principio, fue muy lento, pero ya hace 50 años que explotó con autores como (Jorge) Riestra, (Angélica) Gorodischer, (Roberto) Fontanarrosa, incluso Elvio Gandolfo. Son retazos de lo que podría haber sido”.

Un nombre que no integra esa lista, pero que es vital para los primeros pasos de la literatura de Rosario en el siglo XX es el de Alcides Greca. Recuerdo a D´Anna en una de sus clases referirse a una de sus novelas como una “fallida, pero necesaria” porque fue la que permitió la aparición de otras obras como Las colinas del hambre, de Rosa Wernicke, tal vez la primera narración donde la ciudad santafesina queda definida y reconocible. “Fue un precursor. Su intención era describir novelística la provincia. Escribe Viento norte, que habla sobre el norte santafesino, y después La pampa gringa, referida al sur. Pero hay una diferencia muy clara. En el primero, hay un narrador que va, ve y vuelve por la historia a la manera modernista, mientras que en el segundo no lo puede hacer porque escribe desde Rosario. Eso es lo que no vio, que representar Rosario no lo podía hacer mediante el modernismo, no había manera de exotizarlo, y todavía no había realismo. Además, ser realista hubiera implicado una crítica a la burguesía mucho más dura, algo que no podía (llegaron a amenazarlo por teléfono, Greca tuvo vida política legislativa y eso implicaba ciertas limitantes a la hora de trasladar miradas negativas al texto) y Wernicke  sí se atrevió a hacer”.

Como cuenta en el principio, otro de los ensayos trabaja la obra de Hugo Diz. Le nombro “Secuencias de Mayo”, que para mí es su punto más alto, pero él no está de acuerdo. Lo considera muy importante porque toca el Rosariazo y lo transformó en un poema realmente épico “que no abundan en la poesía argentina”, pero considera que hay otros aspectos que le parecen más perdurables. “Hugo produce un socavamiento de la imagen del poeta como autoridad que me parece revolucionario”. También me confirma algo que sospechaba: que Diz era totalmente intuitivo. “No terminó la primaria, pero tenía una gran avidez cultural. La gente del lagrimal lo aggiornó, lo actualizó. La influencia de Elvio (Gandolfo) fue muy importante para él como lo fue para mí, aprendió mucho y después ya no aprendió más nada. Probablemente no era muy capaz en ningún ámbito, salvo en escribir. Tenía un gran talento, un gran oído, yo creo que componía sus poemas cantándolos. Tenía una gran intuición, aunque sus últimas producciones no llegan a la brillantez de las del medio”.

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Eduardo D´Anna
Foto: Cristina Dagatti

También tiene tiempo para hablar de sus comienzos, la ardua tarea de darse a conocer. “Cuando saqué Muy muy que digamos lo llevaba a las imprentas, lo dejaba, volvía al otro día y la empleada que me recibía me decía ‘¿usted escribió esto? ¡Qué vergüenza!’ Tenía alrededor de 18, era duro. No obstante, algunos amigos me apoyaron, como (Alberto) Lagunas o Gary (Vila Ortiz), siendo que no le gustaban los poemas. Fueron muy buenos amigos porque, además, me lo decían, no se hacían los boludos, eran muy honestos intelectualmente. Conseguí el sello de una revista de Buenos Aires, Ensayo cultural, mi papá me pagó ese libro a pesar de que tampoco quería que lo sacara, y salió. Pero yo sentí en ese libro que era yo el que hablaba, a diferencia de los poemas que venía escribiendo que eran mucho más parecido a lo que escribían los otros”.

Facundo Marul, la revista Paraná, “su” Jorge Riestra, policiales e infantiles en Rosario, algunos reportajes, forman parte de este libro atractivo y necesario, pero prefiero cerrar esta nota citando una parte de su mirada sobre la “función poética” y de todo aquello de lo que prescinde el “objetivismo poético”, tan predominante en los cánones actuales. Porque es un tema que, cada tanto, vuelve a ser puesto sobre la palestra, y porque habla de la capacidad de Eduardo D´Anna para polemizar.

“Y para mí ese emisor lírico hoy implícitamente cuestionado y escarnecido con la retiración de su carácter de tal, es el infalible, el incuestionable, el dueño del poder de atribuir a cada ente el carácter de poético o no poético, de bello o de espantoso, de profundo o superficial, que tan bien conocemos los que frecuentamos el género y que ha caracterizado la inmensa mayoría de los discursos poéticos que nos son familiares.

Es decir que lo que ha entrado en crisis y ha generado la reacción es la fe de que el poema puede decirle a lector lo que debe sentir y pensar. La fe de que el receptor generado por el poema tenga el derecho a imponer su modelo al público real.

Es una dimensión que, aunque referida al ámbito de lo artístico, encuentra correlato en la misma sobreviniente falta de fe en lo que dicen los filósofos, los políticos, los periodistas, los críticos… Si lo pensamos bien, tiene su lógica.

A estas banderas ‘antipoéticas’, que parecen desplegar la consigna ‘la poesía no debe ser hecha por nadie’ hay que oponerle, ahora sí de verdad, la vieja, la de Lautremont, la que dice que la poesía debe ser hecha por todos”.

Es que D´Anna tiene bien claro que el emisor textual jamás coincidirá con el real por más que los datos proporcionados por el discurso aparenten acreditar una identidad entre los dos porque, como dice en el título de ese ensayo, “el que habla en el poema, es el poema”. Y ya no hay más discusión.