Un libro de poemas nómades: acerca de “A través”, de Cecilia Arellano

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    Cecilia Arellano
    Foto: Rainer Spaniel
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Un libro de poemas nómades: acerca de “A través”, de Cecilia Arellano

24 Noviembre 2024

La imagen de tapa, de la fotógrafa y productora artística brasileña Ana Clara Miranda, nos sitúa frente a unas frondas que casi tocan el cielo ¿de un parque?, ¿de una selva? El título susurra: A través (Barnacle, 2024). ¿A través de esa selva, será? Dejemos que la pregunta nos traiga a la mente los célebres versos inaugurales de la Commedia de Dante Alighieri (“Nel mezzo del cammin di nostra vita/ mi ritrovai per una selva oscura,/ ché la diritta via era smarrita”), versos que Bartolomé Mitre se esforzó por adecuar en estos endecasílabos castellanos: “En medio del camino de la vida,/ Errante me encontré por selva oscura,/ En que la recta vía era perdida”. (De alguna manera, una selva semeja un laberinto y puede encontrarse en el Mundo exterior, pero también en nuestro interior, en medio de nuestra vida y sin vía recta a la vista; o, tal vez, convertido en un libro de poemas).

La dedicatoria reza: “a Fabián, Paula, Emma y Luisa”. A continuación, una página de citas. La primera, fragmento de una canción de Caetano Veloso grabada a principios de los ‘80 por Gal Costa y luego reinterpretada por el propio Veloso en su disco Livros, de 1997: “Minha voz, minha vida”. Más abajo, un fragmento de la “Oda a la alegría”, del chileno Pablo Neruda, 1954. Y finalmente, un extracto de la contratapa del primer disco de Gilberto Gil, del año 1968, un texto psicografiado por el multiartista brasileño Rogério Duarte, que afirma: “a nudez é a soma de todas as roupas”. Música y poesía; portugués y castellano; clásicos latinoamericanos; raíces; precursores; una estética y una ética.

El último umbral –por ahora–, es el prólogo, titulado “El desexilio” y firmado por el escritor, director y actor argentino Rafael Spregelburd, que comienza diciendo: “Desexilio: la palabra, hermosa y torturada, aparece como un mantra en un poema de este libro. Los mantras no son necesariamente más verdaderos ni más ridículos que la verdad; simplemente llenan el tiempo en el que ésta ocurre. Así que bien podría antojárseme que esta cuestión del desexilio es una de las claves para entrar en este libro de poemas de Cecilia Arellano.” Y más adelante, afirma: “De la identidad, de la búsqueda, de la angustia de esa búsqueda, hablan todas estas poesías”.

A través consta claramente de dos partes, dos territorios: el primero, conformado por los poemas “Ping pong”, “Huella”, “A través” y “Domesticado”, funciona como diapasón. En ellos se nos ofrecen algunas tonalidades que se harán presentes con variable intensidad y combinatoria a lo largo del libro: la escritura como un juego (“Ping pong”), la escritura como el borramiento de toda huella (“No quise dejar rastros”, dice la poeta); la escritura como una manera de hacer consciente el ser parte de un todo y algo más (en “A través”) y también el cuerpo como terreno político (en “Domesticado”).

 

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Tapa A Traves

El segundo territorio del libro es mucho más amplio y se despliega hasta el final a lo largo y a lo ancho de 35 poemas. Nuevos umbrales separan una sección de otra. En primer lugar, tenemos una foto tomada por la propia autora: flores de ceibo –algunas recién caídas, otras marchitas– esparcidas por el suelo. A continuación, una página con dos citas, la primera de Vinicius de Moraes, que en portugués dice: “Ganas de besar los ojos de mi patria/ De acunarla, de pasarle las manos por el pelo…” (la traducción es de Juan José Hernández y Haydée Jofré Barroso); a continuación, una cita de la escritora María Negroni: “Llevan años así. Persiguiendo un mundo desorientado del hábito, como si fuera posible ajustar una escenografía a su búsqueda”.

¡Vaya secuencia! La flor nacional por el piso, un deseo de maternar la patria, una búsqueda incesante. De esta vasta región de poemas, nos referiremos solamente a aquellos que, desde nuestro punto de vista, terminan imantados por otra de las claves de este libro, ya sugerida en “Ping pong”: el juego, algo inherente a la escritura poética, juego sagrado, pero constantemente en la frontera de la alegría desatada, de la broma y de la diversión.

“Virus”, por ejemplo, nos ofrece la extranjería como una enfermedad cuyos síntomas son, entre otros, el desapego, el desasosiego, la confusión; y los antídotos, sabores y aromas asociados a esa patria de la que hemos sido desterrados. “Mandame tu CV”, un collage de frases del discurso institucional artístico relacionadas con la imagen sesgada –casi ficcional– que se genera a partir del curriculum vitae de cada artista. “CV distraído”, un autorretrato en son de parodia. En “CV de la verdad”, el juego va en serio, ya que se trata de una confesión que comienza: “En realidad todo es mentira./ Dudo de todo lo que hago”.

En “De todo”, la enunciadora pasa revista a cosas ganadas sin ganancia, diría el Zen, como cuando afirma: “Lo que me han quitado también me lo han dado”. “Embarazo”, por su parte, plantea la existencia de un útero musical patafísico o psicomágico y “Libros de copetín” despliega una mirada irónica frente a la literatura de consumo. Esta rauda serie lúdica podría culminar en el poema titulado “El lugar que te alberga”, el penúltimo, que cumple la función de rapsodia de todo el libro.

“Jugará a cuestionarse y a cuestionar al Mundo tratando de no perder el sentido del humor”.

El poema en cuestión está dedicado a Paul B. Preciado –hombre trans de cuerpo no binario, considerado el pensador español más universal de los últimos tiempos– y constituye un palimpsesto de su texto titulado “El lugar que te acoge” (Un apartamento en Urano: Crónicas del cruce, 2019), que comienza: “Es el Mediterráneo. Es el lugar al que llegas. Es Grecia. Es el lugar que te acoge”.

A nuestro favor, un juego muy sutil e imprevisto se produce en el remate del poema de Cecilia. El nombre muerto de Paul B. Preciado es Beatriz, al igual que el título de la canción de Chico Buarque y Edú Lobo citada en el último verso: “Me ensina a não andar com os pés no chão”; ‘me enseña a no andar con los pies en el suelo’. (Beatriz… ¡Como la Beatrice que llevó a conocer el Paraíso al selvático de Dante! ¡Qué coincidencia! La poesía y sus clarividencias).

En el documental autobiográfico dirigido por Paul B. Preciado, Orlando, ma biographie politique (2023), una voz en off dice en francés: “La primera metamorfosis revolucionaria es la poesía, la posibilidad de cambiar el nombre de todas las cosas. La segunda, la más profunda de las metamorfosis, es el amor”. La metamorfosis podría ser un concepto global de este libro, titulado –ni más ni menos– A través; libro de poemas nómades, “en movimiento”, en el que se plasman distintos procesos de transformación, de transmigración, de autoconocimiento, y que en el final –acaso el centro de esta selva-laberinto– nos proporciona –a modo de posdata o de bonus track–, un poema titulado “Santa”, acompañado por la fotografía de una chica en cuclillas, que parece jugar en la playa.

La santa del poema es Cecilia de Roma, patrona de la música, bajo cuya advocación fue bautizada la autora de este libro (si no fue exactamente así, al menos acabamos de fundar una leyenda). La chica de la foto, capturada por Alina Colombo, suponemos, es una joven Cecilia Arellano, futura cantautora en lengua portuguesa metamorfoseada en poeta al castellano, que jugará a cuestionarse y a cuestionar al Mundo tratando de no perder el sentido del humor. Así, el final del libro nos depara un retorno a la semilla, a través de ese bautismo y ese regreso a un instante de candor (y de calor).

Saliendo de este laberinto poético, o poemario selvático, nos atrevemos a parafrasear a dos poetas sublimes, Walt Withman y Antonin Artaud, en una conclusión al unísono: Quien toca este libro, toca a una mujer que arde en preguntas. 

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Cecilia Arellano
Foto: Rainer Spaniel

A través

 

Soy a través tuyo

soy por y para

entre vos, soy de los tuyos

que son los míos y los de ellos,

con para y por nosotros

soy de telas entretejidas con las tuyas.

 

Y si no me dejas un hilo me pierdo

y si hay mucha tela me ahogo

y si se dobla me aplasto

y si se moja me adhiero

y si se calienta me ablando

y si se arruga me encojo

 

y trato de respirar mucho,

de forzar la lógica del globo

a ver si salgo flotando,

porque se traban los líquidos,

y se me escapan todas las ideas

en una anti concentración tan fluida

que no queda nada para masticar

 

no puedo hacer frases largas

ni asociar, bisociar, biobailar,

relacionar, fisicoquantiar.

 

Qué peligro no tener que responder,

qué peligro solo tener que permanecer....

¿Cómo será envejecer sola?

¿Nos acordaremos de los suspiros?

 

Yo sabía muchas cosas

pero nadie me las preguntó,

se fueron confundiendo entre los sentidos,

y se me escapaban luego

cuando a nadie le interesaba.

Informaciones, saberes,

datos, canciones:

todo fuera de contexto.

 

Prometí no hacer canciones tristes,

ni ver películas violentas,

y quedé muda de tanto esfuerzo.

 

Prometí no traer pesar a este escenario,

colgarme del ukulele, sacar canciones simples.

 

No lo logré.

Mi fuerte siempre fue la melancolía,

es difícil abandonar semejante habilidad.

 

Heme aquí con ganas de bailar una balada lenta o de cantar,

ganas de no entretener, ni militar, ni proponer.

 

Que no sirva para nada,

que sea solo un regodeo del padecer que por alguna razón,

se estira en este domingo lluvioso.