Víctor Guichón: “La palabra y el cuerpo y el movimiento están presentes en toda mi poesía”

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Víctor Guichón: “La palabra y el cuerpo y el movimiento están presentes en toda mi poesía”

25 Julio 2021

Por Hernán Casabella

AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuál fue el primer libro que leíste completo y sin obligación de hacerlo?

Víctor Guichón: Crónicas Marcianas de Ray Bradbury.

APU: ¿Los libros se leen hasta el final o se abandonan? (Si abandonaste alguno, ¿cuál fue y cuál es la anécdota que valga la pena?)

VG: Se leen hasta el final y se abandonan; claro que este abandono tiene que ver con una falta de sintonía entre la obra y el lector, en un momento dado. En lo personal, depende del ánimo y el grado de sensibilidad en el que estoy, no es una cosa razonada, es como una apertura hacia la obra, para poder así, acceder a ese intercambio maravilloso que la literatura y la poesía proponen.

Constato que es así, porque en otro momento he vuelto a retomar algunos libros y los he disfrutado hasta el final.

APU: Los libros, ¿se compran, se regalan, se prestan, se pierden, se devuelven, se venden, se roban?

VG: Y se dejan robar. Los primeros libros que leí, me los recomendaron y prestaron (aparte de las enciclopedias y diccionarios que había en mi casa, y con mi madre maestra). Por lo tanto, se prestan, aunque los que se devuelvan son la mitad. Ahí, se Pierden. Se Regalan. No se Venden. Se Roban, y como dije al principio, se dejan robar. Tengo un amigo que siempre se lleva algún libro de mi biblioteca. “Negro, me llevo un par de libros, este y aquel”. Yo sé que van cinco en su mochila; eso sí, nunca lo vi cuando se los guarda. Me entero, en su casa. Ahí, rescato algunos (siempre le dejo un par de los míos) y de paso le robo alguno.

APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura argentina?

VG: Libros no sé, tendría que pensar, pero eso sí, tengo mis autores más queridos: Roberto Juarroz, Antonio Porchia, Julio Cortázar, Macedonio Fernández.

APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura universal?

VG: También debo referirme a autores: Daniel Chavarria (uruguayo-cubano) Antonin Artaud, Lao Tze.

APU: ¿Cuándo comenzó tu gusto por la escritura?

VG: A los 16, un primero de noviembre, escribí una canción para un amigo que hacía siete meses que había muerto en un accidente de tránsito, rasqueteaba la guitarra, ahí empezó el “gusto por la escritura”. Todo esto tuvo mucho que ver con mis amigos músicos y la música, la progresiva, la subterránea como se la nombraba a la de King Crinson, Led Zepellin, Pink Floyd, Manal, Días de Blues, el Totem etc. etc, etc… la dictadura… los libros, la barra, en fin.

Pero empecé a los 19 años, cuando escribí dos poemas y un relato corto (media hoja de cuaderno) y se los mostré a una barra de amigo/as que frecuentaba en Solymar, (casualmente ahora, 40 años después volví a vivir a Solymar.) y me miraron raro, me preguntaban qué había querido hacer. No tuve respuesta y me sentí un poco frustrado en realidad.

Después un amigo, Werther Juncal, que escribía y leía bastante, me dio para delante. En esa época empecé a trabajar en la UTE y conocí al poeta Luis Pereira, compañero de trabajo, que me afianzó en el tema.

Pero es a partir de Una Hilera de Poemas, que considero que escribo mismo.

APU: ¿Tenés alguna rutina al escribir?

VG. No necesariamente. Por lo general escribo a la noche o madrugada. Escribir para mí tiene mucho que ver con ajustar textos, crear nuevos poemas, revisar distinto tipo de material. Implica sentarme al escritorio, tocar un poco la guitarra, ensayar algún poema que estoy recitando, escribir propiamente, etc. Es un estado que trasciende el hecho de escribir en sí mismo, un tiempo-espacio en el que siento que bordeo la poesía y que luego, en caso de rozarla, estará en mis poemas. Si el lector llega a sentir junto conmigo, cuando lee y re-crea mis textos, esto que experimento cuando escribo, ahí pienso que algo de poesía hay en mis palabras. Porque es dable decir que no en todo poema hay poesía.

Ver las imágenes de origenAPU: ¿Cuál es tu opinión sobre las presentaciones de libros y los ciclos de lecturas?

VG. Antes debo aclarar que yo he solventado todos mis libros. Por lo tanto la presentación de los mismos ha sido el lugar de venta por excelencia (también los he llevado a un circuito reducido de librerías). Pero primordialmente es la forma más genuina de darlos a conocer a los amigos, a los artistas, a los poetas y al público en general (un público singular, más bien). A parte, la edición de los libros me ha otorgado la gracia de juntarme con amigos músicos, actores, actrices, bailarinas y poetas para realizar distintas performances y así cultivar junto con la escritura, este lenguaje de puesta en voz y recitado; que no es lo mismo, claro, que escribir. He creado muchas performances y puestas que no se corresponden con la edición de libros. Esto me lleva a los ciclos de lecturas. Un ámbito importante para la difusión y el intercambio y la dinamización de la cultura. No importa que la mayoría del público seamos poetas y escritores, lectores, nosotros mismos espectadores entre nosotros todos los que estamos ahí. El hecho en sí es muy gratificante y aleccionador, nos gana el encuentro; además de  ser un catalizador de la experiencia con el poema y los textos.

Una cosa a resaltar es que ahora la gran mayoría de los poetas leen muy bien, cosa que allá por los 80, 90, no era tan así.

APU: ¿Cómo se lleva tu literatura con el insomnio, con las noches, con los vicios?

VG: Está es una pregunta compleja. Si se refiere a cómo me llevo con el insomnio, las noches y los vicios cuando escribo, la respuesta sería: Insomnio: mi horario de trabajo desde hace 41 años es Rotativo Integral, o sea que trabajo a veces de día y a veces de noche, salteados en la semana; más nada que decir. Las noches: soy noctambulo por naturaleza, desde adolecente me quedaba despierto hasta altas horas de la madrugada. Mi horario en la secundaria era de 16 a 20, eso me permitía dormir en la mañana, en fin. Pero, sí, vivo mucho de noche, que es en el momento en que me encuentro con la zona artística de mi experiencia de vida, y tengo tiempo. Los vicios: Bueno, fumo desde los 11 años, aunque he pasado por periodos de dos o tres años sin hacerlo, podría decirse que soy un “vicioso”; y en este momento estoy dejando el tabaco, de a poco. (Debo confesar que después de un par de meses sin fumar, me compré un paquete de tabaco, para responder estas preguntas, y cómo lo disfrute ¡je!) Tomo vino, lo suficiente como para no emborracharme, y no lo considero un vicio, aunque es parte de mi geografía cuando cocino y cuando escribo. Para resumirlo, un faso y una copa de vino tienen que ver con mí hacer literario.

APU: ¿A quién relees periódicamente?

VG: Más que releer, diría que repaso algunos libros. A veces tengo un leve recuerdo de un poema y voy a la biblioteca y lo busco, y ahí me puedo pasar una hora, leyendo a distintos autores que voy compaginando en el momento, y que no viene a cuento nombrarlos porque haría una lista larga de los autores que más me gustan. También me pasa con algunos ensayos, sobre todos los que refieren al hecho de escribir o de filosofía. Ahora que lo pienso, esto no me pasa con las novelas.

APU: ¿Qué opinas de la literatura argentina de la última década?

VG. No he leído lo suficiente como para tener una opinión formada, pero puedo decir que aparte de los más renombrados, los que vengo leyendo en esta última década son los editados por textosintrusos a quienes he tenido  la suerte de conocer y realizar conjuntamente con ellos, presentaciones de algunos de sus libros. Poliski, Cairoli, etc. También, gracias al Mundial Poético que se realiza en  Uruguay, he conocido bastantes poetas jóvenes que me interesan. Por otro lado, allá por el 2000 participé en un Encuentro de Poetas en Oberá, Misiones y tuve el gusto de conocer a Jorge Boccanera, de quien había leído algunas cosas, a Marisa Wagner, a Walter Tresol, Jan Kislo, Marirros Amengual, Claudio Lomenzo y a La Guacha, a Griselda García, poetas que he leído con bastante interés.

APU: A calzón quitado, ¿lees a tus contemporánexs o solo lees las contratapas?

VG. Bueno, la verdad es que no leo contratapas ni prólogos, me gusta darme de frente con la obra. Y sí, leo a mis contemporáneos. Me nutro de dos círculos de lectores: Editorial HUM/Estuario que edita la mayoría de los libros de narrativa uruguaya y de la editorial YAUGURU que edita la mayoría de los libros de poesía uruguaya y de algunos países de América Latina. Además de la calidad literaria, tienen un precio bastante accesible.

APU: ¿Qué estás leyendo actualmente?

VG. Por las características de mi trabajo, he tenido que mantener la presencia en tiempo real, aunque un poco más laxo en el horario, por lo que en estos tiempos de pandemia, he tenido más tiempo para leer. Porque leer lleva mucho tiempo ¿no? Siempre estoy leyendo dos o tres libros a la vez (Poesía, Novela y Ensayos, además de la literatura vinculada al Tao y el Tai Chi, arte marcial que practico hace años)

Acabo de terminar de leer Indio Solari – Memorias-.  Estoy leyendo el libro de poemas “La jodida intensidad de vivir” del español Esteban Beltrán Verdes. “La Mujer Justa” de Sandor Marai. (La terminé anoche)  “Run Run de las cosas” Narrativa del uruguayo Pablo Silva Olazábal. “La escucha oblicua, una invitación a John Cage” de Carmen Pardo.

APU: ¿Qué significado tiene al día de hoy haber publicado Hasta en el marco de la movida cultural de Ediciones de Uno?

VG. Bueno, al ser parte de esa movida cultural de principio de los 80, el significado es haberme hecho el que soy. La pregunta me dispara a esa época. Hacía dos años que vivía en Montevideo y empecé a estudiar teatro con Alberto Restuccia y convivía con Walter Venencio, que había sido director musical de Canciones para no Dormir la Siesta, con quien hacíamos música en vivo en la obra para niños “El globito… o el cuento de las manos” En el año 82 fui coordinador y parte del espectáculo “Hay que salir al Aire” donde ensamblamos el recitado de poemas de, entre otros, los argentinos Juarroz, Gelman, Girondo, por compañeras del grupo de Teatro Perfiles, que yo integraba por esos años, música y canciones de un conjunto de músicos y compositores que se agrupaban en torno a “La voz de los Pocitos” una revista under y que paraban en el Fray Mocho, más audiovisuales y expresión corporal. En el 84, edito mi primer libro y en el marco de un proyecto que tenía con el artista plástico Marcelo Piñeiro (la realización de grandes serigrafías de mis poemas impresos en papel de diarios para pegatinear por la ciudad) es que entro en contacto con ediciones de UNO como proyecto (claro que ya conocía al grupo y era amigo de varios de los poetas que lo integraban) a mediados del 87 presento mi poemario HASTA para ver si me lo podían editar. Los UNO por norma, se reunían a leer (desmenuzar) la obra y discutían si era viable o no su edición. Fue Luis Bravo quien me dio la devolución. Trabajé en base a ello, atemperando el ajuste de los textos con mi propia concepción de lo que es la poesía y así para noviembre el libro estuvo pronto y lo presenté en el Ciclo de Poesía Tabacaría de Ediciones de UNO. Y ahora mi respuesta última: Es el significado permanente de las primeras cosas, la constatación ahora, de que soy poeta.

APU: Una de tus primeras publicaciones, De los Suburbios de Almíbar, es un libro de cuentos, sin embargo hoy se te asocia más a la poesía que a la narrativa ¿cuáles fueron las motivaciones que te llevaron a escribir estos relatos?

VG. Este libro lo edité en el 99, 12 años después de HASTA. En ese tiempo seguí escribiendo poesía y me dedique mucho al Teatro. (En 1985 cofundé junto a Álvaro Anunchain, José Carlos Basanta, el Grupo Teatro Espejo. En el 90 participamos con Allthat Tango en la Bienal de arte joven en Bs.As.) Y también realicé distintas performances de poesía junto a Héctor Bardanca, Lalo Barrubia, Luis Bravo, Maca, Luis Pereira, etc… simultáneamente fueron apareciendo pequeños relatos de una hoja, dos, tres, hasta que  todo cuajo en ese libro de cuentos. Claro que seguí escribiendo narrativa, en 2011 tuve la mención especial en el concurso J.C. Onetti de la Intendencia Municipal de Montevideo con mi novela inédita “El viento bajo las Alas” y hace cinco años más o menos que terminé, la que lleva por título:  La Novela de Sara. Aún están inéditas, les falta un poco, literariamente hablando, y hay razones económicas también.  No soy muy dado a las editoriales, como verán. Por un lado, es sabido que las mismas le dan el 10% al autor, lo que considero medio perverso,* y por otro lado, al principio no consideraba que me fueran a dar pelota, a tener en cuenta, esa es la pura verdad. No en vano fundé en el 99, junto a Clevi Ferreira (diseñador y gráfico) la editorial Ediciones del Azahar. Y así fue que pude mostrar mi obra. La premisa siempre fue recuperar la plata invertida, que la saco de mi salario y de algún préstamo bancario. Puedo decir con cierto regocijo que mis libros están todos agotados. Y también puedo decir que vivo de la poesía y me sustento con mi trabajo.

APU: En Bailarína invisible se percibe una vinculación entre la palabra y el movimiento ¿hay una bailarina real o es la poesía la que danza?

VG. Bueno, a ver, como ya dije tengo cierta formación en teatro, también me formé en la técnica de Liberación de la Voz con Nibia Scaffo (La técnica podría resumirse en desbloqueo corporal para la emisión del sonido, muy unido a la gimnasia consiente de Ingrid Bayerthal) y desde los 90 para acá he tomado clase de armonización y danza en el Espacio de Desarrollo Armónico de Graciela Figueroa (donde conocí a mi queridísima amiga Tere Korondi, artífice de esta entrevista). Este preámbulo es para contextualizar mi respuesta, en tanto la palabra y el cuerpo y el movimiento están presentes en toda mi poesía. Hay varias bailarinas reales que danzan en SOLO que es el último poema del libro y hay una bailarina que aparece “en mi garganta destinada” en los poemas previos. Pero en realidad, la Bailarina Invisible que da nombre al libro y que se despliega en el último poema del libro, SOLO, es, y aunque sea de Perogrullo decirlo, la que cada lector recrea. Y más todavía. Cuando presenté el libro y en muchas otras ocasiones en que solamente presentaba este poema le ofrecía al público una venda, un velo, para cubrirse los ojos, porque me hacía la pregunta: ¿se verá la bailarina al través de mis palabras en el poema? Y la verdad es que muchos/as me decían, “yo vi Mi bailarina, Víctor”. Conmovedor, realmente.

APU: No es usual ver libros titulados con preposiciones o adverbios, sin embargo vos publicaste Hasta y luego el libro Acá, que fue galardonado con el Bartolomé Hidalgo en 2018. Hasta acá: ¿Hay alguna relación entre estos dos libros escritos en distintas épocas de tu vida? 

VG. En realidad nunca tuve presente esta posible relación, esa idea de transcurso que dan las dos palabras juntas, pero podría decir algo al respecto. El nombre HASTA, por un lado surge de la abreviación que se hace en el habla cotidiana del “hasta luego” o “hasta más ver” en Brasil, “Até”. O sea, hasta relacionado con el tiempo. Por otro lado es también referencia de espacio, “hasta aquí llegué…”. Esto puede verse en los poemas y en el hecho de que es un libro circular, que se puede leer para adelante y para atrás. Eso está marcado por la numeración descendente de los poemas, el último poema es el 1,  tiene un acápite al inicio y otro en la última página, e incluso tiene la portadilla al final, también.

Por otro lado ACÁ, tiene un poema central, en medio del libro, y desde ahí se abre, como en espejo, hacía el principio y hacía el final. De algún modo esto lo hace circular. (Esto es una cosa que sólo yo manejo y, con otros artificios que este libro tiene, hacen la base de la estructura por donde los poemas van). Tal vez el lector las encuentre o no, de última no es relevante, bueno, en fin, no es que no lo sea.

La palabra Acá para mi es la síntesis de Aquí y de Ahora. Tiene un aire que abarca lo espacio-temporal. Además de que está formada por la misma A de las otras. En fin, tengo una teoría sobre las vocales, pero sería muy extenso desarrollar el punto.

Por otro lado, la duración de los poemas es más o menos similar, y lo que está escrito, como todo, es lo mismo.

APU: ¿La escritura puede aprenderse en un taller?

VG: En esto de la escritura, mi experiencia personal es el de un autodidacta neto, en tanto mi formación fueron la Escuela Industrial de la Universidad del Trabajo, Idóneo en Electricidad  y cuatro años de Secundaria que, si bien, me consolidaron como trabajador y me dieron el sustento hasta hoy día, no se corresponden con la currícula de un escritor propiamente. Aclaro que en esta parte, había escrito una serie de cosas vinculadas a la música progresiva, el jazz y la palabra autentico, y los libros que leí, y todo eso que fue el núcleo que me colocó en este asunto de la poesía… pero bueno, decía, me fui por las ramas y lo borré.

Podría decir que, en lo que respecta a la prosa, la narrativa y la adquisición de conocimiento de la lengua, la redacción, la gramática, etc., un taller de escritura puede aportar en la formación de un escritor.

Ahora, creo que no es posible enseñar a escribir poesía, poemas tal vez, pero eso es otra cosa.

 

*hago referencia a las que son lucrativas, claramente. En lo que va de entrevista ya nombre a tres editoriales, que sin duda tienen otro carácter, de cuyos mentores soy amigo, y me infunden mucho respeto.