“Yo San Tucho”: la incesante búsqueda de la verdad

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    Marcos Rosenzvaig
    Foto: TÉLAM
DE GUERRILLERO A SANTO

“Yo San Tucho”: la incesante búsqueda de la verdad

29 Octubre 2023

Marcos Rosenzvaig (Tucumán, 1954) es profesor de Letras egresado de la Universidad de Tucumán y doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Málaga. Es actor, director y autor de obras teatrales como El veneno de la vida, Tragedias familiares, El pecado del éxito, Niyinsky y Regreso a casa. Ha escrito varios ensayos relacionados con las artes escénicas, entre ellas Técnicas actorales Contemporáneas I y II, Breviario de estéticas teatrales, Tadeusz Kantor o los espejos de la muerte, El teatro de la enfermedad. Es autor de las novelas ¡Madres fuck you!, Qué difícil es decir te quiero, Monteagudo. A partir de 2017 publica con editorial Marea las novelas Cabeza de Tigre, Perder la cabeza, Naufragio en Bibbona, Querido Eichmann y en el 2023, la que estoy reseñando.

Yo San Tucho es una novela, es decir, una ficción. Para conocer la historia podríamos leer, entre otros ensayos, Hombres y mujeres del PRT-ERP (1990), de Luis Mattini; Todo o nada (1991), de María Seoane; o Los últimos guevaristas (2004), de Julio Santucho. Ésta es una novela que se apoya en la historia, aparecen personajes históricos, se desarrolla en espacios concretos y reconocibles, se narran hechos precisos que han sido documentados. Es evidente que el novelista hizo un gran trabajo de investigación, pero en este cruce permanente entre historia y ficción, gana esta última.

Estructuralmente dividida en cuatro partes, quien conduce la trama -y nunca mejor dicho- es el taxista Julio López (se llama como aquel militante peronista desaparecido en 2006, en la víspera de la sentencia condenatoria a prisión perpetua del represor Miguel Etchecolatz). La elección del nombre para el protagonista no parece una casualidad, ya que, al igual que el Julio López de carne y hueso, el taxista se mete y compromete, a pesar de que en las paredes del departamento que alquila, lindante con aquel donde asesinaron a Santucho, aquel 19 de julio de 1976, hayan escrito con aerosol “no te metás”.

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Tapa yo san tucho

Nuestro Julio López está separado de su mujer y tiene un hijo, Lucio, al que cada tanto visita. Este taxista es un exestudiante de filosofía, adepto a la teoría del anacronismo, estudioso de la vida de Santucho -a quien admira, al punto de creerse él mismo Mario Roberto Santucho-, y de los fenómenos parapsicológicos, que practica. Los domingos se encierra en su mundo, se comunica con el más allá y escribe esas experiencias en sus cuadernos, con la esperanza de que su hijo los lea. “Yo escribo en este cuaderno lo que escucho, y yo escucho a los muertos, a veces se quejan, reclaman justicia, todos navegan en un mismo río”.

Las almas lo visitan, acompañándolo en su ejercicio de escritura: “Todas tienen algo que decir y todas tienen algo que pedir a los vivos. Que no los olviden y que no permitan que ellos destruyan nuestras lápidas, porque no les va a alcanzar con matarnos, también querrán matar nuestra memoria”. Y más adelante: “Reúno a mis muertos alrededor de la mesa y escribo sus pensamientos, guardo su memoria. Me siento convocado a ser médium”.

¿Representa el taxista Julio López el fracaso de una generación que apostó a un mundo mejor y más solidario? No del todo. Si bien se lee “Los que tenemos un taxi somos los que hemos fracasado en otras disciplinas”, el hecho de escuchar a los revolucionarios y trasladarlo a sus cuadernos pensando en las generaciones futuras, habla de una esperanza.

Santucho es San Tucho: un santo que cuida a los pobres y hace milagros.

Construir el porvenir a partir de rememorar y repensar el pasado. Éste es el legado que deja a su hijo, es decir a los jóvenes, con la intención de que los hijos y nietos de aquellos militantes comprendan el valor de sus acciones, más allá de sus aciertos y desaciertos. Por otra parte, muchos jóvenes no saben quién fue Santucho. Hacia el final de la novela (estamos en el año 2006), cuando el portero muestra el departamento de Villa Martelli a una pareja que va a alquilarlo, les cuenta que en el departamento vecino “vivió un héroe, Roberto Santucho”, pero ellos lo miran sin entender y la muchacha pregunta incluso quién es. Hay mucho por hacer, todavía, para recuperar el pasado, para no olvidar.

Julio López emprende una acción detectivesca. No busca a los asesinos: no hace falta. Su búsqueda se centra en la verdad y esa verdad está en el cuerpo de Santucho, desaparecido. Su objetivo, su obsesión, es encontrarlo. Para eso se instala en Villa Martelli, en el departamento vecino al que ocuparon Santucho y sus compañeros en 1976, para eso viaja a Rosario, a Santiago del Estero, a Campo de Mayo y otra vez a Santiago (Pozo Hondo), adonde aparentemente está enterrado el líder revolucionario, acompañando al equipo de antropología forense.

Los antropólogos también se proponen llegar a la verdad, pero lo hacen de manera científica: analizando muestras de ADN del cuerpo que tiraron desde un helicóptero y que los lugareños han santificado, porque “el mundo no se hace con razones sino con creencias, decía mi tata”. Santucho es San Tucho: un santo que cuida a los pobres y hace milagros.

Como si fuera un héroe clásico, Julio López se pone en marcha para cumplir una tarea importante: encontrar el cuerpo de Santucho, que es su propio cuerpo. En ese viaje se cruzará con diversos personajes, algunos bastante siniestros. Alguien calificó esta novela como un “thriller fantástico”. La primera parte, “El departamento de la calle Venezuela”, tiene suspenso; la segunda, “Un viaje a Campo de Mayo” entra en un clima onírico que llega a su punto más alto en la parte tercera, “El subsuelo”, una puesta en escena del descenso a los infiernos, con el general Antonio Bussi en el papel de Hades.

La cuarta parte “San Tiago-San Tucho”, se topa con el mundo mágico de las creencias populares, más próximo a la parapsicología que a la ciencia de los antropólogos. Aquí Julio López encuentra el amor de Camila y una verdad: el cuerpo desenterrado no es el del guerrillero asesinado sino el de otro militante del ERP. La búsqueda continúa.