“Alguien tiene que haber dado la orden para que repriman”
Por Paloma Baldi
Mariana estaba trepada en la reja de la iglesia sacando fotos cuando de repente, las compañeras se habían mandado adentro de la iglesia y estaban saltando, gritando y agitando. Solamente había un grupo de varones católicos “defendiendo” la iglesia y las compañeras prendieron fuego unas flores que habían puesto en unos maseteros, también, para proteger la institución.
Hicieron un juego con eso y, en ese momento, alguien reboleó (todavía no se sabe quién fue, si fue una compañera o un infiltrado; porque esas cosas nunca se saben) una botella de vidrio hacía la puerta de la catedral. Ahí empezaron los gases lacrimógenos y los balazos de goma.
Mariana se bajó al instante de la reja y se tiró de boca al piso, pero igual se le llenó la boca de gas. Así que corrió media cuadra y estuvo alrededor de 15 minutos llorando; no podía parar de llorar con una sensación que no conocía, porque nunca había aspirado gas lacrimógeno.
Después de eso regresó y vio que Carlos Pampillon, este conocido neo-nazi de Mar del Plata que estaba esperándonos desde el mismo sábado a las dos de la tarde en la puerta de la catedral (y que era uno de los católicos que estaba protegiendo la iglesia) salió, de por atrás del cordón policial, porque una compañera les estaba gritando “hijos de puta”, “represores”, “neo-nazis”, etc.
Salió Pampillon, sacado, hecho una furia total. Y, mientras la mujer le gritaba, él se acercó y le pagó una patada con la pierna en el pecho, fuera de la iglesia. La compañera se trenzó a las piñas con este tipo, se cayó al piso primero, y – aunque la movilización ya se había desconcentrado- quienes estaban todavía alrededor, volvieron a ayudarla.
En ese momento, cuando volvieron para ese lado, Pampillon se refugió de vuelta, mientras el cordón policial se abría y se cerraba para protegerlo. Todas gritaban “hijos de puta”, “represores”, y todo lo que ya se sabe, desde afuera de la iglesia. La mujer también siguió gritándoles, aunque la habían golpeado muy fuerte. Ahí fue cuando empezó la segunda tanda de balazos.
Mariana estaba sacando fotos y había un hombre de civil, que parecía ser policía, armadísimo hasta los dientes, señalándolas; a las fotógrafas sobre todo. Ahí fue la segunda tanda de balazos.
Cuando se empezaron a acercar más hacia la iglesia, le dieron dos balazos a Mariana en la rodilla que la desestabilizaron; no sabía muy bien qué había pasado. Fue corriendo porque sentía un ardor y la socorrieron y tranquilizaron dos compañeras. Fue allí, en el medio de los balazos, cuando se llevaron a la primera mujer hacia adentro de la iglesia, secuestrándola y privándola ilegalmente de su libertad.
Mientras tanto, Mariana se recomponía en una esquina, donde pudo levantarse el pantalón y ver qué tenía. Para cuando pudo regresar, caminar por la plaza fue como cruzar una selva. Porque intermitentemente sonaban tiros. Cuando alguna se acercaba demasiado la policía empezaba a disparar para arriba, para abajo, y para cualquier lado. Luego de atravesar una feria que había montada en la plaza San Martín, al llegar del otro lado se enteró que habían secuestrado dos compañeras más.
El resto, es historia: estuvieron dos horas esperando que las compañeras puedan salir de la iglesia donde las tenían secuestradas. Eran dos compañeras del Movimiento Evita y una de HIJOS Mar del Plata. A una de las compañeras del Evita la golpearon en el pecho: fue ella la primera que salió y la trasladaron al hospital con su hermana, dos abogadas del Frente Popular y un abogado de Patria Grande. Cuenta Mariana que sin su ayuda hubiesen estado “al horno”.
Mariana no fue la única recibió balazos; fueron muchas. Todavía no lo puede creer. Fue su primer Encuentro y también el primero en el que la policía reprime con balzos de goma a las compañeras. “Me asustó y me preocupó mucho”, recuerda. “Veremos qué se resuelve y veremos también quién dio la orden, porque alguien tiene que haberles dado la orden para que repriman y estamos esperando saber quién”.
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