Un tsunami feminista
La “marea verde” logró articular demandas feministas a partir de la lucha por la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), que fue ley en 2020. En aquel año se cerró un ciclo de protesta feminista que había comenzado en 2015 con el primer Ni Una Menos, con un pico de participación en las marchas por la IVE en 2018.
Con la lucha contra los femicidios y la demanda por el aborto legal, la protesta feminista logró politizar mujeres y disidencias, entre la calle y las redes sociales, teñidas de verde y violeta. El año 2024 comienza con una grave crisis política, económica y social, donde la protesta feminista parece haber perdido las demandas que en otro tiempo le dieron impulso y vitalidad. Ahora, ¿cómo nos organizamos?
Históricamente, el feminismo se piensa, se proyecta y se mueve en tensión con el Estado y sus mecanismos institucionales. El movimiento le demanda al Estado más derechos y participación, a la vez que interpela a la sociedad en un llamamiento que trasciende la política institucional y las fronteras nacionales, con luchas comunes alrededor del mundo. Por lo tanto, el feminismo interpela tanto al Estado, para impulsar las transformaciones, como a la Sociedad Civil, organizando la protesta y sumando nuevxs sujetxs a la lucha.
Este 8M encuentra al movimiento feminista como uno de los grandes enemigos del gobierno, en medio de una crisis que pone en riesgo el orden institucional. ¿Qué hacemos ante un gobierno abiertamente antifeminista, que no está dispuesto a escuchar los reclamos? ¿A qué Estado pedir transformaciones si el Estado mismo parece al borde del colapso?
Hoy se hace difícil sostener una demanda que articule a las otras, porque el gobierno de Javier Milei ataca en muchos frentes al mismo tiempo, aplicando la llamada Doctrina del Shock. Con este bombardeo de medidas, intenta paralizar a la Sociedad Civil organizada, así como aislar a los individuos que padecen las consecuencias de sus políticas. El movimiento feminista no es ajeno a este fenómeno, que es otra de las causas que impiden hoy sostener una demanda principal.
¿Hablamos de la emergencia alimentaria, que impacta más en las mujeres y las infancias? ¿Del cierre del Ministerio de Género, del INADI, de la prohibición del lenguaje inclusivo? ¿O del trasnochado intento de volver a criminalizar el aborto? Resulta agobiante particularizar demandas ante un gobierno que nos ataca de forma indiscriminada.
Por eso, la protesta feminista que fue marea, hoy puede ser tsunami. El tsunami no fluctúa: arrasa. Organicemos el caos en mar revuelto, con la virulencia necesaria para barrer con el nuevo orden, en una destrucción creativa y feminista.