España: el Rey emérito y una visita para “normalizarlo todo”
Por Carlos Iaquinandi Castro (*)
Esta frase del exmonarca, repetida a sus amigos de Sanxenxo, definía el motivo de su regreso. Otros indicios aparecían en el “programa” anunciado: viaje en avión privado desde Abu Dabi directo a la sede de la regata en la que quería participar con sus viejos amigos del equipo del “Bribón” (no busquen connotaciones, así se denominan los yates construidos para este grupo de regatistas).
Fueron cuatro días rodeado por “su” gente y una evidente vocación de ser visto y aplaudido. Y al quinto y último día incluyó en su regreso una escala en Madrid para hablar con su hijo, el rey Felipe, y almorzar con su familia. Su plan “normalizador” podría resumirse como “aquí no ha pasado nada”. Si quedaba alguna duda, cuando alguien se animó a preguntarle si daría explicaciones, fue categórico: “¿explicaciones de qué?”. Como si su trayectoria en los últimos años no registrara motivos suficientes, y me refiero a los que son visibles, o que han tenido derivaciones judiciales y fiscales diversas.
El vino a “normalizar” y regresar a los Emiratos Árabes, donde reside. Un país donde gobiernan los jeques, no hay instituciones democráticas ni partidos políticos. Una casta gobernante controla y disfruta la riqueza de sus reservas petrolíferas. El 85% de su población son inmigrantes. Reciben un maltrato laboral, se les retiene su documentación y tienen reducidas pagas y días libres. Hay denuncias internacionales por trata de seres humanos. Éste es el país donde tiene el amparo y cobijo de los jeques desde que se marchó hace casi dos años. Y allí en los emiratos fijó su residencia fiscal. El exmonarca no tributa en España. Recordemos que The New York Times, en un artículo publicado en 2012, estimó su fortuna en 2.300 millones de euros. La misma nota apuntaba que cuando asumió el trono, por designio de Franco y a la muerte del dictador, prácticamente no tenía bienes.
Es de suponer que la Casa Real deseaba una estancia discreta y austera, pero el emérito hizo todo lo contrario. La dedicó a la regata y a sus amigos y dejó para el último día presentarse en la Casa Real para saludar a saludar a su hijo y ver a su familia. Aquello de “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir” de 2012 quedó en el olvido. Recordemos que la Fiscalía detectó trece delitos fiscales en los ejercicios revisados. En su mayoría quedaron prescriptos por el tiempo transcurrido, y otros por su condición de “inviolable”, privilegio que le otorgaba la constitución vigente. La estimación del Sindicato de técnicos del Ministerio de Hacienda sobre la posible evasión impositiva de las “donaciones” depositadas en su cuenta por la monarquía saudí y el sultán de Barheim ascendería a unos 53 millones de dólares. La Fiscalía reconoce que podría tratarse de un delito de cohecho, pero añade que “estaría prescripto”.
Sobre la reunión en la Casa Real, los trascendidos apuntan que el rey Felipe reprochó el comportamiento de su padre en esta visita a España. Varios medios coinciden en que hubo tensión. Entre otras cosas, su hijo le habría recordado una normativa que implementó en 2015 donde dispone que los miembros de la familia real “no acepten regalos que superen los usos habituales”, para prevenir hechos como los que precisamente se habían producido durante el reinado de su padre, quien recibió un yate, dos Ferrari o incluso una casa. En este caso, Felipe VI aludía al avión privado que habría financiado el emir del que es huésped en Abu Dabi. Pero pese a todo, el exrey tiene intención de repetir su viaje, posiblemente el mes que viene. Forma parte de su peculiar “normalización”. Léase, “borrón y cuenta nueva”.
La clase política ha titubeado, salvo pocas excepciones. Los hechos merecían una actitud más firme, más allá de monárquicos o republicanos, izquierdas o derechas. La cuestionable inviolabilidad del Rey, que cesó con su abdicación, no lo exime de asumir sus responsabilidades ni borra los delitos prescriptos.
La frase “no tiene causas pendientes”, repetida por dirigentes y diputados suena a excusa infantil. El nuevo presidente del Partido Popular dijo que “los asuntos que tenía pendientes Juan Carlos I están aclarados”. “Normalizados”, diría el exmonarca.
Pero esta “visita”, tiene un lado positivo. Replantea la urgencia de terminar con la rémora que implica el sistema monárquico hereditario, particularmente con los privilegios que adjudica simplemente por razones de origen. De casi 200 naciones, poco más de treinta mantienen una monarquía. Graves desigualdades provoca el control económico por minorías, como para que además las aumentemos con leyes y normas de una institución obsoleta.
Por último, quiero cerrar esta nota con dos frases. Una es de mi abuelo Mateo Castro, nacido en Tiedra, Valladolid, durante una conferencia en el Centro Republicano Español en Buenos Aires el 7 de agosto de 1927: “mi España no puede ser la España de Primo de Rivera y de Alfonso XIII”. La otra es de Ramón María del Valle Inclán en 1931: “los españoles han echado al último de los borbones Alfonso XIII no por Rey, sino por ladrón”.
(*) Carlos Iaquinandi Castro es un periodista argentino residente en Reus, Catalunya. Allí fundó el Centro Latinoamericano y el Servicio de Prensa Alternativo. Colabora asiduamente con AGENCIA PACO URONDO y el Diari de Tarragona, donde el sábado 28 de mayo fue publicada originalmente esta nota.