Estados en fugas: expulsados de El Salvador, Guatemala y Honduras
Por Sergio Lanzafame
El drama de los refugiados no sólo afecta a Europa. El gran éxodo de sirios y otros pobladores de Medio Oriente que rumbean hacia el viejo continente es sólo una parte de una crisis que azota a diversas regiones el planeta.
Según datos de la Agencia de la ONU para Refugiados (ACNUR), la población total en el mundo de desplazados ya alcanzaba para fines de 2014 cerca de 60 millones de personas, de las que 14 millones se sumaron en ese año, resultado de 15 conflictos armados en todo el mundo.
Desde Siria, por ejemplo, ya huyeron alrededor de 12 millones de pobladores, en su gran mayoría hacia países vecinos, como el Líbano. Si bien a guerra es la principal causa de este flagelo, en América Central, las cosas son algo diferentes.
El caso del llamado Triángulo Norte de Centro América (TNCA) es muy particular porque se supone que en Honduras, Guatemala y El Salvador, países que componen esta región, hay sendas democracias y ausencia de guerras declaradas.
Sin embargo, los países cercanos y sobre todo México y Estados Unidos recibieron en los últimos años cada vez más pedidos de asilo provenientes de allí.
Desde Washington se informó que el número de solicitantes del TNCA se incrementó un 410% entre 2010 y 2014 (41.100 el año pasado). En México se triplicó y también aumentaron en Nicaragua, Costa Rica y Panamá.
Lo grave del caso es que los dos países grandes del norte, principales receptores, mantienen una política de restricciones a la inmigración y son poco proclives a discriminar entre migrantes comunes y desplazados forzados.
El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE.UU. deportó sólo en 2013, 106.100 centroamericanos del TNCA. Y en 2014, ambos países echaron a 226.370 personas de esa zona por haber ingresado en forma ilegal. De esta última cifra se destacan 19.400 niños y niñas. México solamente deportó en los primeros ocho meses de 2015 107.732 personas y EE.UU. otros 46.390.
De esta inmensa cantidad de ilegales que intentan cruzar las fronteras de México, se reconocieron 1383 solicitudes de asilo en 2015, lo que representó un aumento del 64% interanual.
Estados ausentes
Desde que concluyeron los conflictos con las guerrillas armadas y las brutales dictaduras que azotaron Honduras, El Salvador y Guatemala en la década del 80, las débiles democracias que se instalaron no sólo nunca lograron quebrar la pobreza estructural sino que en su mayor parte implementaron sendos programas neoliberales que no hicieron más que profundizarla. La corrupción y violencia derivadas de tanta injusticia planificada no hizo más que crecer y fortalecerse.
La irrupción de bandas de delincuentes armados, las llamadas pandillas “Maras” crecieron al desamparo del Estado, en principio en El Salvador, para luego extenderse por todo el TNAC. Con el manejo del narcotráfico y la complicidad de las fuerzas de seguridad se fortalecieron al punto de controlar amplios territorios. El cálculo es que cuentan con alrededor de 80.000 miembros.
Este es el contexto en el cual comenzaron a dispararse las estadísticas de crímenes. La friolera de más de 90 asesinatos por cada 100.000 habitantes que se da en El Salvador (en Argentina es 5,5 cada 100.000) y otras cifras similares en los otros dos países, son una muestra del nivel de agresión en el que viven muchos centroamericanos.
Son comunes las historias de pobladores que hablan del “impuesto” o “peajes” que deben pagar a los Maras, del reclutamiento forzoso que realizan entre los y las adolescentes y de las constantes amenazas, agresiones, violaciones y homicidios de los que son objetos sus seres queridos.
Niños, niñas y mujeres en fuga
Uno de los fenómenos derivados de esta grave situación es el de la migración forzada. Así familias quebradas y diezmadas que ya no pueden lidiar con las exigencias de estos grupos mafiosos optan por escapar. Y un hecho que es particular de este caso es que son muchísimas las mujeres que se van solas con sus hijos e hijas e innumerables los niños y niñas solas que se animan a cruzar las fronteras y recorrer miles de kilómetros en condiciones precarias sólo para escapar.
El informe “Niños en Fuga” de Acnur dice que llegaron a EE.UU. cerca de 68.000 menores no acompañados en estos tiempos.
Y aunque es “criminal”, las autoridades migratorias tanto de ese país como de México optan por expulsarlos y enviarlos nuevamente a sus lugares de origen donde los esperan para castigarlos por haber abandonado la extorsión.
La opción, entonces, es retornar al autoexilio una vez más, pero en cada vez peores condiciones. Así mucha gente es deportada en varias oportunidades, sobre todo si la opción al escape es la muerte.
El neoliberalismo sigue haciendo negocios
La solución a esta crisis no sólo es humanitaria. Que México y EE.UU. abran las puertas a los refugiados es un primer paso necesario.
Pero queda claro que la respuesta tiene más que ver con los problemas de fondo políticos, económicos y sociales. La reconstrucción del tejido socio-económico-cultural de las poblaciones afectadas exigen intervenciones profundas de los Estados involucrados.
Pero desde EE.UU. lo que se propone, una vez más, es la profundización de los modelos que generaron estas crisis.
La “Alianza estratégica para la prosperidad del Triángulo Norte de la América Central” es la propuesta de “libre comercio” lanzada por el presidente Barack Obama para colaborar en el “desarrollo” de la región. Libertad para el comercio y los negocios. Y muros y aduanas para los pobres.
Una vez más se propone la libre circulación de mercancías y capitales. Pero de la libre circulación del otro “factor económico”, la “mano de obra”, mejor ni hablar.