La masacre de Garissa deja en shock a Kenia

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La masacre de Garissa deja en shock a Kenia

17 Abril 2015

Por Maximiliano Van Hauvart

La Universidad de Garissa, ubicada a 150 kilómetros de la capital Nairobi, fue escenario de uno de los mayores accionares terroristas después del atentado de 1998 a la Embajada de los Estados Unidos que dejó un saldo de 210 muertos.

Aproximadamente a las diez de la mañana, cuatro individuos ingresaron al Campus universitario asesinando a los trabajadores de seguridad de dicho establecimiento. Cientos de estudiantes, algunos despiertos y otros dormidos, no podían entender la situación que allí se vivía. Tampoco podrían dimensionar la escalada de violencia vivida en esa jornada oscura y sangrienta.

Durante doce horas, la Universidad de Garissa estuvo tomada por los cuatro asaltantes pertenecientes a una célula jihadista de Al-Qaeda en Somalía (país limítrofe con Kenia): Al-Shabaab. Uno de los asaltantes fue identificado como Abdirahim Abdullahi, graduado en Derecho y Leyes por la Universidad de Nairobi. Su padre, un funcionario en la región de Mandera, situada al norte del país, había reportado el mismo día de la masacre que su hijo había desaparecido de su hogar. Cabe destacar que Abdullahi es keniata pero pertenece a una etnia somalí.

El ataque fue perpetrado como una represalia a la intervención que lleva adelante el Ejército de Kenia junto a la Unión Africana en el suroeste de Somalía desde el año 2011. Dicha intervención busca revertir el accionar y la presencia de grupos y milicias pertenecientes al extremismo islámico en la región.

Al-Shabaab irrumpió en el escenario africano en el año 2008 cuando comenzó con una serie de acciones para apoderarse del control de la región del sur de Somalia. Al otro año, en el 2009, un coche bomba explotó en la puerta del Hotel Medina en la ciudad de Beledweyne (Somalia) dejando un saldo de 35 personas muertas. Una de ellas era el Ministro de Seguridad de dicho país. Por el año 2010, el grupo jihadista se infiltró a un partido de fútbol en Kampala (Uganda) donde murieron 76 personas. Durante el 2011, un camión cargado con toneladas de explosivos de alta densidad le costó la vida a 139 personas y unas 93 heridas. El último hecho de violencia de este grupo fue en el 2013 en el Centro Comercial Westgate que culminó con la vida de 67 personas y unas 175 heridas por los enfrentamientos de bala entre los asaltantes y los grupos de seguridad.

Otro antecedente que sentó el justificativo para la matanza de Garissa fue la Operación Uslama Watch que consistió en una serie de arrestos arbitrarios, malos tratos, extorciones y expulsiones sobre la comunidad somalí en Kenia que alcanza los 2.500.000 millones de personas. Anmistia Internacional como la oposición al gobierno de Uhuru Kenyatta salieron a denunciar en organismos internacionales de derechos humanos dichas acciones.

Con el correr de las horas y los días, los hechos que acontecieron en Garissa vieron la luz de la mano de los sobrevivientes. Estudiantes contaron que el grupo jihadista dejó salir de la institución a todos los jóvenes musulmanes dejando dentro a los cristianos a merced de las balas y la barbarie. Las armas usadas por los asaltantes fueron rifles de asalto AK-47 y granadas de mano. Los primeros en morir fueron todos los estudiantes cristianos que se encontraban rezando en la capilla de la Universidad de Garissa sin mediar palabras de por medio. Algunos estudiantes eran obligados a leer en árabe y si carecían de una buena oratoria y pronunciación eran asesinados en el acto. Otros estudiantes detallan que los asaltantes les exigían a los jóvenes que llamasen a sus padres y dijeran que iban a ser asesinados por culpa del gobierno de Uhuru Kenyatta. Después de cortar la llamada se les disparaba a quemarropa.

Hay dos testimonios que cuentan el horror vivido durante la jornada del Jueves Santo. Una de ellas es Cynthia Cheroitich de 19 que se escondió y tapó con ropa en el armario de su habitación durante dos días enteros. Al carecer de agua potable, bebió crema para la piel para poder subsistir durante tanto tiempo. Detalló a la prensa haber escuchado el grito de sus compañeras que fueron descubiertas debajo de la cama y llevadas fuera de la habitación. Hellen Titus de 21 fue descubierta viva entre una pila de cadáveres. Cuando vio la escena de los cuerpos masacrados por las balas y la cercanía de los asaltantes, decidió cubrirse con la sangre de los estudiantes asesinados y se “camufló” entre la pila de cadáveres.

El salado de la masacre fue de 148 muertos: 142 estudiantes, 3 oficiales de seguridad y 2 trabajadores de seguridad de la Universidad de Garissa. Todavía hay unos quinientos desaparecidos. Unos 633 estudiantes pudieron escapar a tiempo saltando desde los edificios o pasando las vallas perimetrales.

La sociedad keniata entró en cólera cuando se filtró la información de que el gobierno había recibido en tres oportunidades información sobre un atentado a dicha institución educativa. Familiares de las víctimas recalan en la negligencia y en la falta de profesionalismo con la que el gobierno y las fuerzas de seguridad tardaron en actuar. Unas quince horas hasta que llegaron los primeros efectivos de la policía.

Como represalia hacia Al-Shabaab, la Fuerza Aérea de Kenia bombardeó dos campos de entrenamiento de la célula terrorista en la región de Gedo. Aunque el accionar militar calmó las aguas en la comunidad cristiana; la comunidad musulmana, por otra parte, teme represalias y ajusticiamientos en la vía pública como respuesta al atentado.

El tratamiento periodístico internacional pone en tela de juicio la importancia que tiene ciertos atentados por sobre otros. El atentado a la sede de Charlie Hebdo causó revuelo internacional debido a que por primera vez en suelo europeo se vivía un episodio de violencia que se está acostumbrado a ver en películas o en países lejanos. Ahora, que la masacre, igual de inhumana y condenable, tuvo pequeños suspiros en portales de noticias que solo levantaron datos generales de dicho evento.

Hoy Kenia está en shock.