Que el metalúrgico vuelva al Planalto

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    Lula entre la gente
    Foto: Ricardo Stuckert

Que el metalúrgico vuelva al Planalto

25 Octubre 2022

"En los últimos años vivimos momentos difíciles sin políticas hacia la industria nacional que tanto interesa a la clase trabajadora. Brasil no puede ser un país que vive solamente de la exportación de commodities producidas por el agronegocio. Brasil necesita de programas de generación de empleo, distribución de la renta e inclusión social.

En el último periodo casi 700 mil brasileros murieron por la pandemia ¿Cuántos aquí perdieron a su familia y sus amigos? Eso tiene mucho que ver con la política. El desempleo está muy alto, el hambre volvió a asolar a millones de familias, aumentó el número de personas durmiendo en la calle, todo eso es política, o mejor dicho, falta de políticas.

Muchas veces el sindicato es criticado por hablar de política. No nos damos por vencidos, porque sabemos que es la política la que define el precio de la comida, de los remedios, del alquiler, de los combustibles y, finalmente, define el futuro de una nación".

El editorial del periódico Tribuna Metalúrgica, en la edición previa a las elecciones del 2 de octubre, se tituló “La esperanza vencerá”. Sienta postura desde el seno de “la casa de Lula”, en el Sindicato Metalúrgicos del ABC, ubicado en San Bernardo Do Campo, en el cordón industrial paulista.

Sindicato Metalúrgico del ABC

Más de 20 km separan a San Bernardo Do Campo de la ciudad de San Pablo. Se puede ir en auto, claro, o en un rico viaje por transporte público. Una de las cabeceras de la línea 1 de subte (“metro” en Brasil), la de color azul, es Jabaquara. Allí está la terminal de ómnibus de nombre homónimo, desde donde sale el Metropolitano que en una hora llega a la Terminal Ferrazópolis en San Bernardo do Campo. Al llegar, una gran pasarela permite cruzar la transitada avenida lindante hasta llegar al número 0 de la calle Joao Basso. Tres cuadras loma arriba, el edificio del sindicato metalúrgico se impone. 

Una escalerita da la bienvenida a la puerta de entrada a un gran salón en cuyo final se observan murales en tela a gran escala. Hubo un encuentro artístico antes de la pandemia y luego se decidió colgar las figuras de Lula, el Che, Frida Khalo, entre otras, que son el producto de aquella jornada cultural.  

El segundo piso es donde nos recibieron, en la oficina desde la que Lula se asomó los días que estuvo en el gremio antes de ir a la prisión de Curitiba. La sala contigua es la de Presidencia. “Cuando viene Lula se queda acá”, nos contaron. La mesa tiene una enorme bandera de Brasil y una de las paredes se destaca especialmente porque cuelgan portadas enmarcadas del diario Tribuna Metalúrgica, en las que un Maradona joven brilla. En la misma ubicación, pero una planta más abajo, se mantiene intacta una oficina tal y como Lula la tenía años atrás.  

Tras la entrevista pautada, en una recorrida sobre los días en que Lula fue preso, bajamos por la escalera de emergencia hasta el estacionamiento: “Por acá bajamos con Lula”. En ese lugar, aquellos días de 2018 se había llenado de quienes fueron a abrazar al Presidente antes de que se presentara a la Policía Federal en el marco de la causa Lava Jato. “Ese portón de ahí, la gente lo levantó completo y lo sacó para entrar”.

De tornero a dirigente sindical

Cuna del movimiento obrero de Brasil, la zona de San Bernardo do Campo se ubica entre San Pablo y el puerto de Santos. “Cuando se hace la industrialización en los años ‘50, las empresas vienen para acá. Esta región fue una efervescencia porque tiene mucha gente, muchos trabajadores y muchos inmigrantes. Esto hace un pensamiento muy fuerte, ideológico. El Partido de los Trabajadores (PT) surge acá. El movimiento sindical más fuerte surge acá. Los sueldos mejores están acá”, contó a Gráfica Damasceno, uno de los directivos del sindicato, en un diálogo que refleja qué es la zona del ABC paulista, donde está San Bernardo, y cuál es su realidad de las trabajadoras y los trabajadores hoy tras el golpe del 2016.

Desde una perspectiva histórica, durante el siglo XX son varios los movimientos populares de la región que lograron autonomía, como los casos del gobierno de Yrigoyen y del peronismo argentino y el varguismo brasileño, de la misma manera que el cardenismo mexicano, el velasquismo ecuatoriano y el APRA peruano. Brasil fue, antes de Getúlio Vargas, un país de una economía ampliamente agroexportadora, cuyo comercio exterior dependía en gran medida de la venta de café a los Estados Unidos. 

En este periodo, en cambio, se impulsó una reforma general del Estado, se crearon leyes y decretos laborales, se logró el voto universal y la inclusión de las mujeres en el voto. Se lanzó un programa de fomento a la actividad industrial, como menciona en Historia Económica de Brasil el escritor Caio Prado Junior, creándose además, la Estatal Petrolera Petrobras hacia 1953, así como la Compañía Siderúrgica Nacional, surgida un poco antes, en contexto de la Segunda Guerra Mundial, y la Compañía Vale do Rio Doce, fundada en 1942 y con sede en la ciudad de Río de Janeiro, una empresa que opera en los sectores de minería, logística, energía siderúrgica y petróleo. 

Pero el periodo de posguerra, plena Guerra Fría, fue el contexto en el que se desató la segunda etapa neocolonial, con la mano de Washington y el esquema de la Teoría de Seguridad Nacional estadounidense, que produjo un genocidio en nuestra región. La Guerra Fría suministró el contexto global de “anticomunismo” y las fuerzas armadas de Latinoamérica, así como otros aliados locales, previa instrucción del Norte, fueron receptivas. Las dictaduras tomaron los modelos de represión en el mundo incorporados por la enseñanza de la Escuela de las Américas, con el Comando Sur estadounidense en la zona del Canal de Panamá.

Entre 1968 y 1974, los salarios reales de los obreros automotrices brasileros habían caído, mientras el número de vehículos producido por obrero aumentaba en un 71%. Recién a partir de mediados de los ’70 los metalúrgicos brasileros iniciaron varios conflictos, ante la caída de sus ya bajos salarios por efecto de la inflación. En 1975, Lula Da Silva ganó la conducción del sindicato y a partir de ese año se lanzan las campañas por la recomposición salarial que desembocan en la ola huelguística de finales de los 70 e inicios de los 80, que será duramente reprimida. 

En un interesantísimo intercambio de Lula con un grupo de periodistas durante febrero de 2018, publicado en el libro La Verdad Vencerá, él cuenta que antes de llegar a ser un obrero organizado, no tenía ningún interés en acercarse al gremio: 

“Mi historia es larga –dice Lula- Yo era un simple lector del Diario Da Noite (un periódico de Sao Pablo), de la columna de Guzmán, las Veinte Noticias de Guzman. Me subía al ómnibus en el Viejo Molino, en San Pablo, y me iba a trabajar a Villares, leyendo la columna. Mi hermano, Frei Chico, ya era del Partidao (Partido Comunista Brasileño), pero nadie sabía. Era sindicalista y me jodía todo el tiempo para que yo fuera al sindicato. Yo le decía: “No me hinches con el sindicato. En el sindicato sólo hay ladrones”. Frei Chico tenía relación con Joaquinzao (presidente del Sindicato de Metalúrgicos de San Pablo) y me llamaba todo el tiempo para mantener reuniones por la noche: “Vamos allá a ver juntos una charla”. Y yo le respondía: “Frei Chico, no voy a ir a una reunión clandestina de las tuyas” (…) Fui al sindicato [en 1968] porque Frei Chico me pidió que fuera. Tenía que ir él también. Jamás imaginé que sería presidente del Sindicato. Jamás imaginé convertirme en líder de la primera huelga durante el golpe militar [en 1978], pero me transformé. No sólo creé un partido, que hasta hoy es parte de mis días. Fui el diputado federal constituyente más votado. Y me convertí en presidente de la República”. 

Neoliberalismo y el camino a la presidencia

Luego de las históricas protestas en el ABC Paulista a fines de la década de 1970, con el surgimiento de lo que se llamó novo sindicalismo, las huelgas se generalizaron en el país, alcanzando amplios sectores de la clase trabajadora. La intensa movilización social de la década de 1980 impulsó también la fundación y crecimiento del PT y la creación de la Central Única de los Trabajadores (CUT).

El predio ubicado en la calle João Basso, donde está el Sindicato Metalúrgico del ABC, fue uno de los epicentros de los paros. En 1980, el gremio sufrió una intervención y Lula cayó preso por 31 días. En 1981, la Justicia Militar condenó a Lula a tres años y medio de prisión por incitación al desorden colectivo, pero fue absuelto al año siguiente.

El neoliberalismo se desarrolló en la década de 1990 con Fernando Affonso Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso, década en la que comienza una desarticulación del ABC y una pulverización de las zonas industriales. En 1989 el tornero metalúrgico Da Silva fue derrotado en las elecciones presidenciales por Collor.

El jingle de campaña Sin Miedo de Ser Feliz usado en estas presidenciales de 2022 es una reedición de aquel usado en esa elección por el PT, que llevaba al candidato obrero a la contienda. Era la primera elección post dictadura: el primer voto para muchas personas, el primer voto en democracia. “Sem medo de ser feliz” tiene que ver con eso, y con la apuesta al hombre de barba, frente al candidato modosito del establishment. En las elecciones siguientes, y aunque no fuera la canción “oficial”, la militancia petista siguió cantándola. 

Cuando Lula llega en 2002 a la Presidencia, ya había disputado y perdido tres elecciones: 1989, 1994 y 1998. Él decía que quería gobernar para que la gente pueda comer tres veces al día. Las élites se burlaban, ¿ese es tu programa de gobierno? 

La gente pasó a comer tres veces al día y cambió la historia del país. 

El presidente obrero

La política de Lula cuando en 2002 llega al gobierno estaba orientada a conseguir y acentuar el sostenimiento de los niveles de demanda a partir del aumento del salario mínimo de acuerdo a los índices de crecimiento del PBI y por encima de la inflación, la suba del gasto público (luego de una reforma fiscal) y facilidades de crédito para el consumo y la producción. Realizó, además, modificaciones en las políticas sociales, como la expansión del Programa Bolsa-Família, que para el 2009 atendía a un cuarto de la población total (25,4%).

Durante los gobiernos de Lula y el inicio del primer gobierno de Dilma, se crearon 21 millones de puestos de trabajo. Las actividades que tuvieron mayor crecimiento fueron: servicios, con 6,1 millones de nuevos empleos; seguidos por las y los trabajadores del comercio, con 2,1 millones; la construcción civil, con 2 millones; administración, con 1,6 millones; industria textil, con 1,3 millones, y sector público, con 1,3 millones. Fue significativa la ampliación del trabajo femenino, llegando a casi el 60 por ciento de los puestos de trabajo.

“Muchas veces, compañeros del mismo Partido de los Trabajadores, compañeros ideológicamente más refinados, creían que era un gobierno de conciliación. Siempre he entendido que un gobierno de conciliación es cuando uno puede hacer más y no quiere hacerlo. Ahora, cuando uno sólo puede hacer menos y termina haciendo más, es casi el comienzo de una revolución, y eso fue lo que hicimos en el país”, planteó Lula en la citada entrevista La Verdad Vencerá. 

Allí mismo, también sostuvo: “Siempre intento colocarme del lado de los adversarios. Ellos deben estar pensando: “Inventamos un fraude para del golpe, y lo conseguimos… Logramos sacar a Dilma. ¿Hicimos todo esto para que Lula vuelva?”.  

Sobre ese aspecto tenía razón, no lo dejaron competir en aquel escrutinio.

Autonomía y soberanía 

Entre profundas contradicciones, el gobierno de Dilma Rousseff había sufrido en 2016 un golpe de Estado vía parlamento. Eso implicó la llegada al poder del Michel Temer, quién impulsó una serie de reformas regresivas, entre ellas la laboral y el techo de gastos de la administración pública. Dos años después, con Lula preso y proscripto, Jair Bolsonaro se erigió en la Presidencia del país.

Un aspecto que pasa desapercibido en este contexto, está entre las reflexiones del ex líder metalúrgico en torno a los intereses externos sobre Brasil: “Después del descubrimiento del pre-sal, Estados Unidos restableció la Cuarta Flota del Atlántico [en 2008]. ¿Para qué? Nosotros somos un continente en paz, y también lo demostramos en nuestra relación con África. Tenemos fronteras marítimas con todos los países de África bañados por el Atlántico, desde Cabo Verde hasta Sudáfrica. Y no tenemos ningún problema con nadie. Entonces, lo único que debe ser tenido en cuenta en ese contexto es el pre-sal. Las petroleras de todo el mundo no se conformaron con la famosa Ley de Parteja (estableció el régimen de exploración del pre-sal por el que el 75 por ciento de las regalías serían destinadas a educación y el 25 restante a la salud) y con la tesis de que el petróleo es nuestro”.  

El pre-sal son campos petrolíferos descubiertos en 2006 por Petrobras en las profundidades acuíferas, sobre los cuales el presidente Da Silva estableció una prioridad nacional. Se estima que son 80 mil millones de barriles de petróleo y gas, lo que dejaría a Brasil en posición de sexta mayor reserva del mundo, detrás de Arabia Saudita, Irán, Irak, Kuwuait y Emiratos Árabes. 

Al evaluar los beneficios del pre-sal y la fuerte apuesta de miles de millones de inversión en aquella investigación (que Lula mencionó en el debate frente a Bolsonaro de cara al segundo turno), analizó entonces: “Lo que hicimos fue creer. Soñamos con recuperar la industria naval. Porque no tiene sentido un país que tiene 8 mil kilómetros de frontera marítima y use camiones para que hagan cuatro mil kilómetros en busca de mercadería cuando el transporte se puede hacer por barco. El problema es que nuestra marina mercante fue liquidada en los gobiernos de Fernando Collor y Fernando Henrique Cardoso. Hoy, 85 por ciento de nuestro transporte es terrestre. ¿Con el potencial de producción que tenemos, vamos a seguir pagando flete? ¡No! Vamos a armar una industria naval poderosa, que tenga un pedacito en Brasil, un pedacito en Argentina, un pedacito en Venezuela, y ser dueños. Porque, al contrario de lo que se deriva del complejo de inferioridad del brasileño, cuando construyamos un bloque en América Latina seremos una fuerza económica en el mundo. Tenemos que pensar en grande. No en términos de uno o dos mandatos”.  

Elecciones 2022

La historia a partir del 1 de enero de 2023 está por escribirse. Lo cierto es que Lula ganó la primera vuelta del 2 de octubre en las elecciones más polarizadas desde la redemocratización (Da Silva y Bolsonaro tuvieron, juntos, el 91,6% de los votos). Y, si bien obtuvo una victoria muy importante, el bolsonarismo, si existiere tal fenómeno, logró buenos resultados en el Congreso y en las gobernaciones de los estados, y logró también hacer tambalear el tablero de los cálculos previstos por buena parte del sector petista. 

Lula estuvo en la cárcel por 580 días, y en Brasil hubo intentos de golpes desde el 2005. El PT sufre además la persecución judicial y mediática más importante de los últimos años en Brasil. Aun así Lula saca más del 48% de los votos. 

Para Paulo Pereira, del PT en Argentina, “podría decirse que los poderes económicos están fuertes, pero en esta contienda han perdido la capacidad de interlocución política, Aécio Neves no está, Cardoso no está…”. Habían pensado en Sergio Moro, que nunca llegó a la contienda presidencial. Según Joao Pedro Stedile, de la dirección nacional del Movimiento de los trabajadores rurales Sin Tierra (MST), el estado profundo de Estados Unidos “quería la chapa Moro-Santos Cruz, que era de total confianza de ellos, pero se olvidaron de combinar con el pueblo brasileño y esa propuesta se quedó un mes, y no salió del 3 por ciento. Entonces, Moro, asustado porque el necesitaba inmunidad parlamentaria, intentó lanzarse a diputado aquí en San Pablo, la justicia lo impidió, entonces volvió a su estado en Paraná” donde se postuló como senador. 

Los medios de comunicación Veja, IstoÉ y O Globo tuvieron un rol fundamental durante el proceso de juicio político a Rousseff y la proscripción a Lula. En sus declaraciones, el entonces juez Sergio Moro cita a O Globo como fuente en reiteradas ocasiones. Uno alimentó al otro, lo que se evidencia en una gran campaña mediática para postularlo como presidente, que no tuvo frutos para ese cargo, donde finalmente no compitió. 

Presidenciales 

Lula ganó con 57.259.504 votos, lo que equivale al 48,43% del total (sin contar los nulos, abstenciones y blancos). Le faltaron un millón y medio para ganar en primera vuelta y obtuvo 6 millones más que el actual presidente. Es el primer candidato que no ocupando el poder llega en primer lugar a la segunda vuelta. 

Por el contrario, Bolsonaro es el primer candidato que siendo presidente no logra vencer en la primera vuelta, aunque su 43,2% -52.072.345 votos- supera las expectativas de todas las mediciones previas. 

En tercer lugar, Simone Tebet se ubicó con 4,16% y, en cuarto, Ciro Gomes con 3,05%. En ambos casos, ya declararon su apoyo por Lula, aunque se sabe que los votos no son completamente trasladables. En el caso de Tebet, lo hizo más bien sola que con su partido, el MDB. En el caso de Gomes, lo hizo más bien su partido (PDT) que él mismo. 

Lula ganó la primera vuelta en 14 estados: Alagoas, Amapá, Amazonas, Bahia, Ceará, Maranhão, Minas Gerais, Pará, Paraíba, Pernambuco, Rio Grande do Norte, Sergipe e Tocantins. Respecto a la elección general de 2018 el PT volvió a ganar en 4 Estados: Minas Gerais, Tocantins, Amazonas y Amapá.

Bolsonaro lo hizo en el Distrito Federal (Brasilia) y en 13 Estados: Acre, Espírito Santo, Goiás, Mato Grosso, Mato Grosso do Sul, Paraná, Rio de Janeiro, Rio Grande do Sul, Rondônia, Roraima, Santa Catarina y São Paulo.

Lula venció en los estados del Nordeste y en parte de la región Norte. Bolsonaro venció en los estados del Sur y Centro Oeste.  

En el Sudeste Lula venció en Minas Gerais, el segundo mayor colegio electoral y que posee características particulares porque los ganadores nacionales ganaron también en Minas desde 1989, siempre por porcentajes similares a los de todo el país, como ocurrió ahora también (Lula: 48,29; Bolsonaro: 43,6). En San Pablo y Río de Janeiro, donde Bolsonaro venció, el voto se inclinó al presidente en el interior paulista y en la mayor parte de Río, incluyendo las zonas de favelas, como el oeste y norte. Aunque en el área metropolitana de San Pablo e incluso algunos de sus barrios céntricos, así como en los distritos más ricos de Río (sur y centro) lo hizo por Lula.

Los estados y gobernaciones

De los 26 Estados y el Distrito Federal, el próximo 30 de octubre habrá balotaje en 11.

De los 15 donde se definió la elección, el presidente tiene apoyo en 9, y otros 4 en cargo actual que disputan elección el 30. Lula tiene 5 electos y 4 actuales en disputa. 

En los tres mayores distritos electorales (San Pablo, Minas y Río), el Partido de los Trabajadores (PT) tenía mayores expectativas, y así lo comentaban desde el búnker ubicado en el barrio Consolaçao donde se conocían los resultados. 

Por ejemplo, en San Pablo, donde el PT inició y cerró la campaña del primer turno, habrá segunda vuelta entre Tarcísio de Freitas (Republicanos), que obtuvo 6,62% más que Fernando Haddad (PT). En su discurso tras conocerse los resultados, Da Silva nombró enfáticamente a Haddad reimpulsando su campaña. Si bien tiene alguna leve chance, será una contienda difícil para el PT, aún cuando el cálculo electoral pretendía que el varias veces gobernador de San Pablo (SP) y hoy candidato a vicepresidente, Alckmin, traccionara lo que no traccionó.

En Minas Gerais, el aliado de Bolsonaro Romeu Zema (Novo) fue reelecto gobernador con 56,18%.

En Río de Janeiro, el bolsonarista Claúdio Castro (Partido Liberal, PL) fue reelecto con amplísima mayoría, 58,67% sobre 27,38% de Marcelo Freixo (PSB).

El Congreso

El PT consiguió 69 diputadas y diputados federales, 13 más que su actual bancada de 56, siendo este su mejor desempeño en 8 años, cuando en 2014 Dilma fue reelecta. Junto a la Federación Brasil de la Esperanza (PT/ PCdoB/PV) ese número se eleva a 79. La composición con otros partidos aliados otorgaría una base de apoyo de 138 escaños.

El PL de Bolsonaro despunta como la gran fuerza en la cámara con 99 lugares, el mayor desempeño de un partido en 24 años. Junto a sus aliados Progresistas (PP) y Republicanos, son al menos 188. El partido que salió en tercer lugar es Uniao Brasil, que obtuvo 59 escaños. De esta manera, lo que se da en llamar el Centrao, como corazón de la camára baja brasileña, y sus aliados, que conformarían la centro-derecha, suma una base de 273 sillas.

En un análisis de la composición de la cámara, Pereira, del PT Argentina, evaluó que “hace un año y medio Bolsonaro no tenía partido político, ahora tiene el PL, que es un partido de alquiler. Y significa que ninguno de esos diputados tiene fidelidad a Bolsonaro, esos diputados son lo que nosotros llamamos o Centrao, que es muy famoso que están con cualquier presidente que gana porque necesitan mantener sus estructuras políticas en territorio. Es decir, necesitan presupuesto, necesitan mantener sus espacios políticos y van a transar con cualquier gobierno electo”.

Desde el campo progresista, Psol y Rede Sustentabildade, aliados de Lula, aumentaron sus representantes en una importante elección del coordinador nacional del Movimiento de los Trabajadores y Trabajadoras Sin Techo (MTST), Guillerme Boulos, que fue el diputado federal más votado de San Pablo y el segundo a nivel nacional.

Por los movimientos populares, ganó además el de los Trabajadores Rurales Sin Terra (MST), con Valmir Assunção (PT) y Marcon (PT). San Pablo votó a su primera diputada federal indígena, Sonia Guajajara (Psol), y también lo hizo Minas con Celia Xakriaba (Psol). También lograron escaños las primeras diputadas trans, Erika Hilton (Psol) y Duda Salabert (PDT), ambas concejalas por la ciudad de San Pablo y por Belo Horizonte en Minas.

El más votado del país fue el liberal Nikolas Ferreira de Minas Gerais. Por la misma fuerza, Eduardo Bolsonaro parece haber perdido vigor, ya que en 2018 fue el más votado en SP y en esta ocasión fue reelecto con menos de la mitad de aquellos votos. Otra liberal, Carla Zambelli, se ubicó detrás de Boulos como la segunda más votada en San Pablo. El tercero fue el mencionado hijo del actual presidente y el cuarto fue otro bolsonarista, el ex ministro de Medio Ambiente Ricardo Salles.

Cercano a Bolsonaro, fue elegido también el ex secretario especial de Cultura Mario Frias, aunque el presidente no logró colocar en la cámara al ex de la Fundación Palmares, Sergio Camargo, y al ex secretario de derechos autorales del gobierno Felipe Carmona. Representantes de la persecución judicial como Rosangela Moro y su pareja el ex juez Sergio Moro también ganaron escaños, al igual que el ex jefe de la fuerza de tareas de la operación Lava Jato Deltan Dallagnol. En Senado, ingresaron el vice Hamilton Mourão, el pastor Magno Malta, la Ministra de la Familia, Damares Alves, y el ex Ministro de Ciencia Marcos Pontes.

En la Cámara alta, la mayor bancada será del PL, que tendrá 13 representantes. União Brasil, 12 senadores. MDB y PSD, 10 senadores cada uno.

Segunda vuelta y una oportunidad histórica

Las encuestas no captaron con precisión lo que aconteció el 2 de octubre, sobre todo en el voto oculto a Bolsonaro y los vaticinios sobre victoria en primera vuelta de Lula. El sabor amargo se hizo sentir desde el bunker del PT cuando recién al 70% de los votos contabilizados el ex presidente se ubicó por encima del actual y se esperaba con ansias la carga de datos del Nordeste lulista que venía corriendo de atrás. Hoy las encuestas ubican como ganador a Lula con diferencias entre 8 y 2,6 puntos, reduciéndose la brecha en las últimas presentadas.

El contexto, entre otros elementos a analizar, como qué significan los fenómenos como el de Bolsonaro, es de una campaña de mentiras diseminadas por el oficialismo sobre que Lula cerraría iglesias, que hizo un pacto con el diablo y que votar al PT es un pecado. En las últimas horas, esto provocó que el Tribunal Superior Electoral esté habilitado a borrar contenidos falsos con multas de hasta 20 mil dólares, por lo que el gobierno lo acusó de censura.

En la búsqueda del voto religioso, Lula se mostró con sectores católicos y evangelistas. A estos últimos dedicó una carta pública de compromiso en la que aclara que su gobierno respetará la libertad de culto y a la familia.

Mientras tanto, Bolsonaro salió a decir que no es un pedófilo tras bochornosas declaraciones en las que se refirió a niñas migrantes venezolanas: “Paré la moto en una esquina, vi unas niñas, bonitas ellas, de 14, 15 años, estaban arregladas, un sábado en un comunidad. Eran parecidas. Pintó onda (pintó um clima) y volví. Les pedí entrar a la casa y entré. Había unas 20 arreglándose, todas venezolanas. Yo me pregunto…¿Chicas bonitas de 14, 15 años se arreglan un sábado ? ¿Para qué? Para ganarse la vida”.

Se conoció, además, que empresarios amenazaron a sus trabajadoras y trabajadores si votan a Lula y que por el contrario obtendrían beneficios si votan a Bolsonaro. La Central Única de Trabajadores de Brasil (CUT) puso a disposición su página web para relevar los casos y desde el Ministerio Público de Trabajo se conocieron centenares de denuncias al respecto.

En torno a las propuestas y acciones, el presidente adelantó el cronograma de pagos del Auxilio Brasil y bonos de gas. Lula contratacó afirmando que durante el gobierno de Bolsonaro el aumento del combustible fue el más alto de la historia, pero que por la elección lo está reduciendo y presionando a Petrobras para aumentar sólo después del segundo turno, lo que incrementará los precios de alimentos y remedios.

Da Silva prometió además elevar el mínimo no imponible del impuesto a las gananacias para quienes ganan hasta 5 mil reales, salarios fuertes por encima de la inflación, reducir el precio de los alimentos para apoyar a pequeños productores, invertir en obras como el programa Mi Casa Mi Vida para generar empleos, renegociar las deudas de las personas a través del programa “Desenrola Brasil” y otro plan de créditos con bajos intereses para los empredimientos, el “Empreede Brasil”.

El Nordeste y el Sudeste fueron lugares visitados por ambos contendientes en el camino al 30 de octubre. Con fuerte presencia en Río y en San Pablo, Lula camina las calles apuntalando su presencia en favelas, donde está yendo a buscar la remontada final.

El 30 de octubre será el último veredicto y se conocerá a quien ocupe el Palacio de Planalto​, sede del poder ejecutivo​ del Gobierno Federal, por cuatro años desde el 1 de enero de 2003, en una elección que definirá no sólo el futuro del pueblo brasileño, que merece vivir con dignidad y en una democracia plena que sin dudas significá enormes desafíos, sino además para toda la región.

Que la alegría no sea sólo brasileña.

*Artículo publicado originalmente en Radio gráfica.

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