Ucrania: una mojada de oreja poco reflexiva
Por Ciro Annicchiarico
El actual conflicto de Ucrania está reflotando y haciendo visible en la superficie viejos conflictos y tensiones que van mucho más allá de la pretensión del pueblo ucraniano de pertenecer a la Unión Europea o a la Federación Rusa. Eso es pura cáscara superficial. De haber sido aquélla la única verdad, el debate ucraniano por pertenecer a uno u otro concierto de naciones no hubiese traspasado las fronteras de ese país. Hubiera sido la anocdótica situación interna de un país –una más- observada a la distancia como se lo hace ante un conflicto en Darfur o en Mongolia (¿Quién se acuerda de Mongolia y de lo que pasa allí?).
La crisis que desde hace cuatro meses comenzó a crecer en espiral más allá de la ex república soviética, tiene que ver mucho con la geopolítica global. Por un lado con el espíritu expansionista estadounidense, presente en su composición genética desde el origen mismo de ese país, que no necesariamente está relacionado con la defensa de su modelo capitalista, y nada con su alegado espíritu de defensa de la democracia y la libertad, por otro lado con un coctel compuesto por el sentimiento de orgullo herido ruso que se fue amasando silenciosamente desde la caída de la URSS, más la sensación de sentirse sistemáticamente desmigajados y acorralados por aquel ímpetu expansionista estadounidense, en el que la comunidad europea juega el lamentable rol de títere, y por la sensible complejidad cultural y hasta étnica que persiste en los paises que hasta no hace mucho formaban parte del Pacto de Varsovia, que para nada pueden asimilarse sencillamente a la cultura e idiosincracia de la Europa occidental.
Esta situación que hoy se ha puesto abruptamente bien al medio del escenario geopolítico mundial, tiene muchísimo que ver con la vieja estrategia norteamericana de acorralar a Rusia y eventualmente –su deseo último, tan inconfeso como irracional e inviable- de doblegarla y conquistarla por entero. El objetivo subyacente a toda política exterior estadounidense es avanzar en su construcción expansionista y, en el caso concreto de Rusia, terminar poniendo de rodillas todo el norte del mundo y en particular a un país que en términos históricos recientes lo desafió con un modelo que cuestionó la autenticidad de sus principios y la verdad de la supremacía de su poder. Todo el mundo, por lo menos mínimamente informado y con sus neuronas funcionando adecuadamente, sabe que para EEUU son “controversiales” y “enemigos” no los países que niegan la democracia y la libertad, sino los que complican sus intereses.
La bandada de dictaduras antidemocráticas y criminales que EEUU apoyó en Latinoamérica en las décadas de los sesenta y setenta, y el apoyo que brinda a numerosas dictaduras en el resto del mundo, lo pone bien en evidencia. El ex presidente John Quincy Adams (presidencia de 1825 a 1829) fue muy claro al respecto, como un paciente asaltado por el afloramiento de su inconciente en medio de ua sesión de la terapia, afirmó: Estados Unidos no tiene amistades permanentes, sino intereses permanentes. Pocas veces una definición más adecuada saliendo de la cara de un hombre con una de las expresiones de rapacidad más perfectas que la naturaleza haya diseñado. Kissinger, en épocas más recientes, recordó esa frase en ocasión de un conflicto centroamericano. Los únicos que parecen no enterarse de esa verdad son los propios estadounidenses, en su gran mayoría, hipnotizados por el poderoso manejo mediático y cultural con el que son bombardeados a diario.
Pero EEUU hizo mal cálculo en Ucrania. Creyó que meter allí un conflicto a partir de las fantasías de algunos ucranianos que se imaginan que entrar en la Comunidad Europea es como ser invitado a entrar a palacio y disfrutar de las holguras y frivolidades del trono, iba a ser un paso más de minué en el tablero europeo próximo a Rusia. EEUU viene perdiendo el predominio hegemónico mundial desde hace dos décadas. No solo que aparecieron en escena fortísimos competidores económicos que hoy día determinan el comercio internacional (China, Brasil, India), sino que en el mundo se están tomando hoy decisiones prescindiendo de sus opiniones (Brics, Unasur, Alba, Celac).
El problema es que EEUU sigue siendo la primera potencia bélica mundial, y cree que solo con eso es suficiente para imponer sus criterios. Entonces comete errores. Con su afán intervencionista siembra agitaciones y genera conflictos que a poco andar se le van de las manos. Un claro ejemplo de eso son las llamadas “primaveras árabes”, fomentadas por la inteligencia norteamericana con el fin de ampliar su ingerencia en el medio oriente, pero que su evolución muestra un rumbo imprevisible y de muy incierto destino. Ucrania se parece cada día más a una osadía irreflexiva, a una tocada de oreja que más que asustar originó una secuencia de reacciones en cadena que por el contrario a voltearle otro trebejo a Putin, pareciera que lo que va a lograr es una respuesta airada y contundente por parte de la “madre Rusia”, olvidando que el pueblo ruso, históricamete, se cohesiona y reacciona ante los ataques como un oso enfurecido, más allá de cualquier ideología que coyunturalmente comande sus destinos.
El que olvide la magnitud de la contraofesiva soviética de 1942 contra los nazis, que todos creían que ya habían tomado Moscú, apoyada en el clamor ¡la madre Rusia nos convoca!, y no en los principios socialistas, se pierde un dato más que sigificativo de la historia. Aunque los resultados son por cierto impredecibles, podemos imaginar razonablemente una cronología de hechos verdaderamente preocupantes a partir de la actual intentona de desestabilizar Ucrania, en la que vemos que EEUU persiste molestando a Rusia con una sanción económica tras otra, como un domador inexperto que pincha una y otra vez al oso con una punta desde fuera de la jaula, sin darse cuenta que la jaula puede llegar a ser de utilería. Pero en todo caso, si bien las características y límites precisos son por ahora muy indefinidos, lo cierto es que ante la evidente intensificación del conflicto día a día, una profunda reconfiguración del tablero internacional está próximo a verse. Ojalá no sea con sangre, aunque ya se la está viendo en demasía. Porque la sangre siempre, en cualquier caso y bajo cualquier bandera, la ponen los pibes y las familias desesperadas que corren por las calles.