Madrugada de un hincha de Racing

  • Imagen
    Final del campeonato
    Foto: Julián Álvarez (Télam)
Fútbol

Madrugada de un hincha de Racing

24 Octubre 2022

Escribo estas líneas de madrugada, después de un domingo intenso como pocos, y desde la tristeza profunda e imaginable de un hincha de Racing. La Academia perdió un campeonato que pudo ganar en los últimos cinco minutos, después de redondear una campaña que, con altibajos y todo, la ubicó como el mejor equipo del año en cosecha de puntos en el fútbol masculino argentino.

La desazón deportiva, sin embargo, no puede clausurar la mirada histórica. Quienes crecimos entre los ’80 y los ’90 sabemos de bancar la parada contra el riesgo de descenso, la quiebra, la privatización e incluso la desaparición. En la modestia de enfrentar las cargadas del aula o la oficina o, como muchos heroicos resistentes, con el cuerpo defendiendo las instalaciones del club frente a amenazas de remate.

Más allá de su gestión actual, la levantada de Racing tras la vuelta de la democracia en el club –con la caída bochornosa del gerenciamiento y la recuperación del control por parte de la masa societaria- es un buen ejemplo contra los discursos privatistas que sobrevuelan siempre al apetitoso fútbol y su mercado cautivo.

Vivir ocho años en que se conquistaron tres títulos, se participó ininterrumpidamente de copas internacionales y se accedió a definiciones como la de este domingo 23 es algo que resultaba difícil soñar en otras épocas.

En la cancha, Fernando Gago le dio identidad a un equipo que recién amagó consolidarse sobre el final. Consiguió más de lo que prometió: no peleó hasta la última fecha, sino hasta el último minuto.

Boca también se rearmó sobre la marcha, desde la base de jugadores de valía comprobada y más fe que juego. Se gana también en la voluntad de ganar. En Avellaneda y el sur de la Capital, los partidos parecieron escenificaciones de Schopenhauer.

Que uno de los goles del campeonato lo haya marcado Sebastián Villa reabre polémicas entre la aplicación del principio de inocencia y las mayores prerrogativas de que goza el patriarcado. Villa no es, lamentablemente, el único futbolista en esa situación. Que Juan Román Riquelme sea uno de los grandes ganadores será un contratiempo grande para quienes vieron al club como un trampolín hacia proyectos excluyentes de país. Al cierre de estas líneas, Mauricio Macri no había tuiteado su celebración de “hincha de Boca”, como se define en esa red social.

Seguramente habrá habido quienes no querían que un triunfo de sus colores consagre a su clásico rival. Es natural. Tanto como convertir o no un penal. Los han errado Diego Maradona y Lionel Messi. La razón por la que el segundo concedido a Racing lo ejecutó Jonathan Galván y no Gabriel Hauche puede pasar a ser una incógnita de largos años. Como ocurre con los secretos de Estado, tal vez la respuesta correcta demore décadas o no llegue nunca. Puede, incluso, que no exista. En el camino, las especulaciones podrán ser alimento de aves rapaces o relleno a mano de esa penosa exigencia del oficio: decir algo, completar minutos, asegurar tema para el próximo programa.

Huracán, Gimnasia y Atlético Tucumán hicieron campañas que difícilmente olvidarán. Tanto que cuando durante la semana previa todo el país hablaba de Boca y Racing, el Globo todavía estaba en condiciones de dar una sorpresa que hubiera sido antológica.

Durante una parte del campeonato, parecía que nadie quería ganarlo y el chiste era que tal vez la AFA pudiera haber decretado que el ganador sería quien saliera segundo. Una broma posible, en un escenario doméstico donde hace años no se juegan consecutivamente dos torneos iguales y un equipo puede salir campeón e irse al descenso o terminar último y quedarse en Primera. A veces parece un milagro que todavía nos florezcan Messis.

Cuatro de los llamados “grandes” decidieron el campeonato. Boca y Racing se lo disputaron, en un imprevisto sprint final a dúo. River e Independiente fueron árbitros de la definición. Durante una semana pareció que lo más atractivo del año futbolístico estaría en corroborar si ambos partenaires irían a menos o no. Jugaron con dignidad. Los cuatro.

En un fútbol global que cada día asombra por el vaciamiento y la pérdida de identidad que semanalmente describe en sus columnas José Luis Lanao, es una buena noticia poder todavía guardar alguna esperanza, un secreto indicio, de que en el césped siga germinando lo más genuino y artesanal de este juego: pretender hacer una jugada inesperada, aspirar a tapar un penal o sorprender con la música de aquella red que embolsa una pelota.

A menos de un mes de un nuevo Mundial, con tanta oscuridad como ilusiones, tal vez no sea poca cosa. Incluso puede que nos habilite a permitirnos el riesgo de una recreativa ingenuidad. Esperemos no quedar en off side.