Menotti y los debates ausentes
La noticia de la muerte de César Luis Menotti llegó a las redes sociales mientras se jugaba la final de la Copa de la Liga, entre Vélez y Estudiantes. El resultado de los penales hizo convivir los zócalos que despedían al Flaco con las imágenes de la celebración pincha, albirrojos colores que vistieron durante años a la filosofía futbolística opuesta al primer entrenador que ganó Mundiales de mayores y juveniles con la Selección argentina.
Debajo de esas coincidencias, un dato actualizaba un debate que Menotti planteó desde sus inicios como seleccionador. Uno de los muchos, la mayoría desoídos por un sistema que fingía demencia. Uno de los tantos, si se atiende también a los que no propuso pero -lo haya querido o no- propició: el Mundial del ’78, la dictadura, el partido con Perú, la exclusión de Diego Maradona.
Otras columnas se dedicarán, con mayor o menor seriedad, a ellos.
El cabezazo de Goliat
El partido definitorio del domingo encontró a dos equipos campeones mundiales. Pocos países tienen cruces entre monarcas globales con tanta frecuencia como el nuestro.
Uno de los finalistas, Vélez, le dio en 1994 a Buenos Aires la condición de única ciudad del planeta con tres campeones del mundo. Cinco, si se suma a la lindante Avellaneda. Con el otro contendiente del domingo, el país totaliza media docena: ninguno fuera de los conglomerados de Buenos Aires y La Plata.
En Argentina amamos encabezar récords, pero esos datos muestran una realidad naturalizada: la macrocefalia porteña se verifica también en el fútbol. Es un debate ausente, que pocos han encarado.
Menotti sí lo hizo, cuando advirtió que si las ligas del interior morían -y muchas lo hicieron- se apagaría el fútbol como expresión cultural, cotidiana y cercana. Tarde o temprano, eso impactaría en la generación de futbolistas y en el valor mismo de las competencias. Puede estar ocurriendo, ya: hace casi un cuarto de siglo que un equipo argentino no consigue un título mundial.
Cosechar donde germina
El mismo ciclo que cambió la historia del Seleccionado, convirtiéndola en un símbolo de prestigio, procuró construir sus planteles con jugadores del interior. Buscó retoños en las ligas indirectamente afiliadas a la Asociación del Fútbol Argentino, cuyos mejores equipos accedían a los Nacionales. Talleres, que ese año había disputado la mítica Final que Independiente ganó con ocho jugadores, aportó al campeón del mundo de 1978 tres de sus referentes: los defensores Miguel Oviedo y Luis Galván, y el gran 10 Daniel Valencia.
El santiagueño Galván no suele ser tan reconocido como debería. Jugó siete años y dos Mundiales en la Selección, todos mientras vestía la camiseta de Talleres y cada domingo enfrentaba no a alguno de los llamados cinco grandes, sino a las escuadras de la Liga Cordobesa de Fútbol. No le fue mal: al cabo del partido consagratorio contra Holanda, se convirtió en uno de los pocos en la historia en obtener un 10 en la calificación de la prensa internacional acreditada en una Final mundialista.
La cuestión federal planteada por Menotti fue además la objeción más seria que se le hizo al programa Fútbol para Todos: la televisación abierta de los partidos nacionales -decía el entrenador- podía vaciar las canchas del interior silvestre, donde pocos años antes había crecido un talento único como el del jujeño Orteguita.
Es que en la misma enunciación, naturalizada, se esconde una falacia: la hoy llamada Liga Profesional es una órbita nacional, pero mayormente concentrada en el AMBA, La Plata o Rosario, incluso con torneos de casi 30 participantes.
Quiénes somos, hacia dónde vamos
El fútbol no es una materia cualquiera en nuestro país. Forma parte de una identidad colectiva, que suele encontrar en él las liturgias laicas de los domingos, pero también uno de los pocos ítems donde ostentar condición de super potencia global. Acaso por ser una parte tan fuerte de la cultura popular, el sistema nunca ha logrado destruirla o vaciarla del todo.
Toda realidad puede, sin embargo, ser transitoria. Deporte o juego, en nuestro fútbol se inserta una matriz exportadora e imitadora de modelos externos de formación mientras subestiman los propios, que hicieron nacer Maradonas y Messis. Una organización, además, profundamente unitaria. Nuestra historia enseña que al vínculo entre extranjerización y centralismo no puede denunciársele incoherencia.
No es tan grave lo que sea como que no se plantee siquiera la duda, mientras surgen pibes criollos hinchas del Real Madrid o el Liverpool.
Los mencionados en esta nota de lunes son sólo una parte de los debates que -por el momento, al menos- murieron el domingo, con Menotti.