Polémica en torno a Tévez: ¿Cuándo es violencia y cuándo no?
Por Matías Fabrizio
Como siempre digo, mejor aclarar las cosas de entrada. La tremenda patada de Tevez en La Paternal era roja directa, sin pasar por la doble amarilla, y hubiera merecido no menos de tres fechas de sanción. Fue mal, sin mala intención ni muy a destiempo, pero sí con la imprudencia de hacer un movimiento exageradamente de arriba hacia abajo. Por eso es que impactó de la forma en que lo hizo, provocando la terrible fractura en el pobre juvenil del Bicho. En esta nota no se va a poner en discusión la espantosa actuación de Luis Álvarez ni que el 10 merecía la expulsión. No obstante, y al igual que en mayo con el lío copero, se van a marcar las contradicciones típicas de los que señalan con el dedo según los nombres y no según los hechos.
Jugadas como las de Tevez hay muchas, con esa forma de trabar que describimos anteriormente. Muchas. La enorme mayoría de las veces se disputa la pelota o no pasa de un pisotón muy fuerte en el pie. Por eso es que, y más allá de la inconducta de Carlitos, hay una cuota importante de mala suerte. Una mala suerte que no tuvo Nicolás Aguirre anoche en el Monumental, cuando punteó una pelota antes que Leo Pisculichi llegue a disputarla. El zurdo de River estiró la pierna y, bien de lleno con la suela, piso todo el tobillo del volante, de costado. Aguirre tuvo la suerte de no romperse nada. Como ya se había desgarrado en una jugada anterior, quedó en el piso, Diego Ceballos hizo la vista gorda con una amarilla y pasó todo de largo. Con una pizca de mala fortuna, Aguirre se iba fracturado. Esa, y que la de Tevez-Ham fue de frente, quizás, es la única diferencia entre la patada del 10 de Boca y la del enganche de River: la consecuencia. Puede ser entendible la bronca ante una lesión de tanta importancia, pero ¿si hay fractura es de mala leche y si no la hay no pasa nada? ¿Así funciona el código de moral de estos impresentables del micrófono y la red social?
Acá está la discusión a dar. La importancia de la consecuencia para juzgar. Hace 15 días en el Boca 0-1 San Lorenzo, Mario Yepes, de quien creo que nadie hablaría mal, pegó una plancha. No a ras del suelo, no a centímetros de la pelota, sino a un metro y monedas de altura. Le dio con la suela al muslo de Sebastián Palacios. Si el Tucu no hubiera saltado para tocar la pelota, esa patada le hubiera dado de lleno, con los tapones, en el costado del estómago. No sólo no lo echaron sino que no fue tapa de Olé ni salió nadie a hablar de mala intención. A los jugadores de Gimnasia Oliver Benítez y Maxi Coronel sí los expulsaron, pero en ningún lado se indignó nadie por la fractura tremenda que podrían haber causado, sobre todo cuando Coronel le pegó bien de plancha en la tibia a Gino Peruzzi. Una vez más, ¿cuál es la línea? ¿La misma plancha está mal si hay lesión pero si no la hay, vaya y pase?
Generalmente, cuando alguien arranca una frase con “el que ha jugado…” o “los que lo vivimos…”, es porque va a completar con un verso. Ese intento previo de descalificar a los que escuchan, interponiendo la regla de que ninguno de ellos es apto para contradecir, es para escudar un chamuyo. Eso hizo Gorosito, que de la fecha 14 para acá, solamente pudo vencer a Chicago y a Crucero del Norte. ¿Le habrá querido tirar leña al fuego para que no se hable de su insostenible continuidad al frente del Bicho? Sin ir más lejos, uno que algo ha jugado y seguramente entiende de fútbol, Cristian “el Lobo” Ledesma, dijo: “no veo mala intención, son cosas que pasan”. José Artese quizás no haya jugado profesionalmente, pero sí es profesional de la salud y trabaja de doctor en Argentinos Juniors. Además de contar cómo fue la primera y exitosa intervención a Ham, coincidió con el “Lobo” y dijo: “no creo que ningún jugador quiera lesionar a otro, la lesión fue algo casual”. Al parecer Argentinos, como club, no pedirá una sanción de oficio. No más preguntas señor juez.
Con respecto a medir o no las consecuencias de estas infracciones a la hora de sancionar, o incluso pedir una sanción de oficio, hay que tener en cuenta que en un deporte de contacto, las lesiones están siempre ahí nomás de darse. Es decir: una tremenda patada puede provocar una lesión terrible, caso Ham, pero también puede generar un golpe y nada más. Y a la vez, una jugada con poca fuerza, y con algo de mala suerte, puede terminar en lo peor. Otro ejemplo: si dos jugadores disputan de frente una pelota dividida, ambos se tiran con los pies hacia adelante –jugada que se ve seguido- pero sólo uno termina fracturado, ¿qué se hace? ¿Se sanciona al no lastimado, sólo porque no salió lastimado? En un escenario así, cualquiera de los dos puede salir perjudicado, es fortuito quien sí y quien no, e incluso puede pasarle algo a ambos. La sanción debe venir exclusivamente cuando la acción lo amerita y con la extensión que corresponda, sin importar si la víctima estará seis meses, cuatro semanas o diez días sin jugar. Alcanza con pensarlo al revés: si un patadón tremendo no rompe ningún hueso, ¿no cabe un puñado de fechas?
Acá lo que han hecho unos cuantos es volver a mostrar la hilacha. Por Ham no se preocupó ninguno de estos. Solamente se encargaron de destrozar a Tevez, quién se ocupó y puso hasta a los médicos de Boca a disposición del Turquito. Aprovecharon para tildar de mala leche a un jugador que jamás ha cometido estas infracciones, sino que las ha recibido, y para acusar que a Boca le quieren regalar el campeonato. Se olvidan varios detalles: si quisieran entregar en bandeja el título al Xeneize, Darío Herrera no hubiera obviado la clarísima tarjeta roja para Ponzio en el Monumental y Fernando Echenique no le hubiese perdonado la vida dos veces a Yepes, cuando pegó la desleal plancha voladora o al menos cuando luego cortó un avance de frente al arco. Hablan nuevamente del gas pimienta como parámetro de que Boca hace lo que quiere, y dejan de lado que por eso el Xeneize sufre la sanción de Conmebol más fuerte en más de 20 años. Deberán armar mejor la opereta.
Para erradicar la violencia de las canchas hay que empezar donde hace falta: en los violentos. En los periodistas, en los árbitros, en los dirigentes y los barras, que generan esa mala fe, y por último, en los jugadores que pegan. Pero en los que pegan siempre, no en los que reciben y reciben, y una vez se equivocan peor que nunca.
“Para el hincha” es eso. Una sección para el hincha de Boca. De parte de otro hincha. Uno que, simplemente, escribe en una página y habla en una radio, en lugar de manejar un taxi, conducir una fábrica o ser empleado estatal. Es un lugar para volcar sensaciones, opiniones, broncas y alegrías, y reflejar la identidad del club, con pasión y chicanas, pero con autocrítica y respeto. Y sin Angelicis.