“No quieren seres humanos empoderados”
Por Matías Bustelo
La autora mendocina Liliana Bodoc tiene 57 años y su primer libro, Los días del venado, primero de la Saga de los confines, fue publicado en el año 2.000, hace sólo 15 años. Pese a haber empezado a publicar “de grande”, como José Saramago o Raymond Chandler, tanto por volumen de ventas como por su calidad literaria, hoy es reconocida como una de las más relevantes escritoras argentinas de la actualidad.
Autora, además de los otros dos libros para La saga de los confines (Los días de la Sombra y Los días del fuego), de las novelas El espejo africano, Diciembre, súper álbum y Presagio de carnaval y el volumen de relatos Relatos de los confines, también se anima a reivindicar su rol político y hacer público su disgusto ante los avances electorales de la derecha verificados en Argentina durante el último año.
AGENCIA PACO URONDO: Empezaste a publicar en el año 2.000, en épocas difíciles para la Argentina que, sin embargo, permitían advertir que se venía una nueva forma de ver las cosas y de mirarnos, como al mirarse al espejo para que el espejo, por fin, no nos devolviera una imagen falsa de nosotros mismos. ¿Te parece que eso que vivenciábamos influyó en la visión “nuestroamericana” que se ve en La saga de los confines?
Liliana Bodoc: Definitivamente. No creo, en lo absoluto, en los actos individuales y en las inspiraciones privadas o íntimas. Creo que, de alguna forma, siempre son reflejos del reflejo ideológico de lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Yo recuerdo claramente cómo estaba buscando una mirada distinta de los pueblos originarios, sobre nuestro ser mestizo, sobre nuestra potencia continental. Y desde luego que todo eso influyó enormemente. Y diría que fue tan decisivo como lo estrictamente literario a la hora de empezar La saga de los confines.
APU: ¿Te habías interesado antes por una visión política en particular?
LB: Sí. Desde muy chica. Crecí en un hogar en donde todos pertenecían al Partido Comunista y eran también militantes. Crecí y aprendí a pensar como ellos. Sigo haciéndolo en muchísimos sentidos y siempre entendí el arte no como panfleto pero sí como una mirada política sobre la realidad.
APU: ¿Qué sentís que en estos momentos aporta tu obra a las letras argentinas y, en general, al campo de la cultura nacional?
LB: Siempre es difícil evaluar eso en realidad, con cuánta cercanía que uno tiene con su propia obra. Pero me lo preguntás y me animo a decirte que me junto con un montón de colegas y amigos que estamos trabajando en la palabra literaria y creo que hay un reposicionamiento de la literatura fantástica, sobre todo del género de la épica fantástica, habitualmente resignado a los estantes de lo menos valioso literariamente hablando, en el mejor de los casos para los chicos, para los adolescentes; a la literatura de evasión, poco comprometida, de mala factura, por decirlo así. Y hay muchos que estamos trabajando para que se entienda que el registro de la literatura fantástica es enormemente serio y es rotundo también para hablar de la realidad.
APU: Desde el Río de la Plata se hizo un aporte muy grande a la literatura fantástica en castellano, con nombres como Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar, Felisberto Hernández o Borges, ¿desde los Andes argentinos qué aporte se hace a la literatura en lengua castellana?
LB: Mirá, vos me decís los Andes y a mí se me viene el nombre de Di Benedetto como si se me viniera el Aconcagua. Se me viene así como una figura absolutamente señera y apenas reconocida o apenas empezándose a reconocer como debe ser reconocido, porque fue una voz muy contundente, una voz bisagra. Pasa eso en la literatura, hay buenas voces y hay voces bisagra, que instalan un antes y un después. Yo creo que Antonio Di Benedetto fue uno de esos.
APU: El 22 de noviembre en Argentina algunos vastos sectores recibieron un golpazo que se sintió después en Venezuela, ¿sentís que ese golpazo político puede repercutir en todo lo que hemos creado en la cultura popular en los últimos años?
LB: Sin ninguna soberbia, no tengo la menor duda. Hoy nos levantamos con la noticia de que había desalojado por la fuerza un centro cultural en Recoleta . Yo creo que eso es apenas el inicio de lo que va a ser, claramente para mí, una avanzada de la extrema derecha que nos deberá encontrar peleando, pero peleando con muchísima firmeza. Van a avanzar como siempre han avanzado, porque también es parte del acoso sobre la ternura, sobre la belleza, sobre la gracia, sobre la música, porque todo eso empodera a los seres humanos y ellos no quieren seres humanos empoderados. La verdad es que son días de mucha, pero mucha, tristeza.
APU: Desde el aparato editorial argentino alguna vez se llevó literatura en castellano a todo el mundo. Hoy 500 millones de personas hablamos castellano, hablamos el segundo idioma más hablado de la Tierra. ¿Sentís que la industria editorial de Buenos Aires, de Córdoba, de Mendoza, de Salta, de Rosario o de La Plata, puede llegar a recuperar los pasos que dimos hacia atrás?
LB: Yo haría una división. Diría que las multinacionales, esas macro editoriales que además se van comiendo unas a otras, tienden, por razones claramente económicas y mercantiles, a forzar, a bajar una línea lingüística, a priorizar la lengua del poder. Y seguramente hay algunas pequeñas editoriales tratando de diversificar la propuesta literaria, la propuesta de la lengua, del idioma, todo lo mucho que podemos decir en castellano. Yo creo que claramente esto va a venir desde otros lugares, desde las editoriales independientes, la FLIA, las editoriales pequeñas. Seguramente que hay algunos escritores que logran llegar a esas grandes editoriales y conservan su voz, pero me parece que va a ser desde otro lado el lugar.
APU: ¿Por qué sentís que tu obra, que tiene caracteres muy particulares, repercutió tanto en el público lector?
LB: Yo creo que la repercusión de La saga de los confines, que yo siempre agradezco y celebro y que llegó a mi vida cuando yo, la verdad, no pensaba en absoluto en ser escritora, quizá tenga que ver con toda una época en que nos empezamos a sentir orgullosos de lo que somos, de lo que pensamos, de nuestra magia, de nuestro color. La saga de los confines fue quizá uno de los espejos en los que los lectores se vieron reflejados. Héroes americanos, ya no anglosajones. Magos chamánicos, no ya druídicos. La empatía emocional que generó La saga de los confines entre los lectores tiene mucho que ver con eso. Algo muy parecido a nosotros.
APU: En tu obra hay algo que se vislumbra en la prosa pero que falta en el libro, que es la poesía. Recuerdo alguna frase como “la velocidad como una hilera de erres” de tu novela Diciembre, súper álbum. O sea que está la poesía pero, ¿podemos esperar el libro de poesías de Liliana Bodoc?
LB: No sé en verdad. Yo soy una gran lectora de poesía y en verdad aprendo desaforadamente de los poetas. Y, lo digo con absoluta convicción, creo que son los grandes maestros de la lengua porque son los grandes maestros del silencio también, de la economía. Tampoco me atrevo a decir que no, que nunca jamás de ninguna manera, pero por ahora me quedo con la poesía pero como el condimento para la prosa. Me parece que la prosa con el condimento justo de poesía puede ser muy potente. Por ahora me quedo con eso. Pero como género todavía no me animo y me parece que no me voy a animar. Hay un personaje mío que es poeta, eso sí, pero no soy yo.