Ramallo: La vuelta de los castillos en el aire y el fin de la patria inclusiva
Por Fernando Latrille
Ramallo cumple 153 años. La promoción para que visitantes vengan a conocer nuestro partido incluye el promocionado Castillo de Obligado. Claro que esa promoción del palacete nunca es contextualizada. Por eso es oportuno dar cuenta de ello, de aquel país para pocos de los castillos en el aire y el fin de la patria inclusiva.
“Dueña de las mejores praderas del planeta, incluso con el clima más favorable, la oligarquía pudo producir carne a costos bajísimos en relación a los costos promedio del mercado mundial”, escribió Norberto Galasso y señaló: “Raúl Scalabrini Ortiz evaluó que existía una relación de 1 a 5, mientras Federico Pinedo estimó que producir 1 kg de carne, en Francia, costaba más de ocho veces que en Argentina”, para destacar que “la clase dominante procedió como los jeques árabes cuya renta petrolera se traduce en fastuoso despilfarro, en vez de convertirse en sustento del crecimiento económico de sus países y del mejoramiento de las condiciones de vida de sus pueblos”, señaló en su libro “De la Banca Baring al FMI”.
Resulta oportuno en estos tiempos amarillos, donde al igual que esa oligarquía se desea un país para una minoría, como esa que se ocupaba del derroche, remitirnos a la historia, esa que habitualmente no se cuenta.
En el Partido de Ramallo, que hoy 24 de octubre cumple 153 años, está el castillo de Obligado que es visitado el predio por ciudadanos de la región, forma parte del “turismo” que se ofrece desde hace años desde el Municipio. También desde el Museo de Ramallo se recomienda ese paseo. La mayoría de los ramallenses han realizado una visita al lugar que se vende de una manera romántica y descontextualizada de lo que era ese país donde una minoría, la oligarquía, hacía gala de su dilapidación.
“El primer zonzo que conocí era yo mismo…porque creía en todas las zonceras” decía Jauretche y es aplicable a quien escribe, ya que fui uno de los zonzos que ha contemplado el castillo de Obligado sin hacerme demasiadas preguntas o comprando simplemente la versión romántica que repiten tantos.
Lo cierto es que la República Argentina tiene en cuanto a su producción agropecuaria características muy singulares. Ha sido beneficiada por una gran fertilidad, tiene una capa de humus muy importante que hace que sea una de las praderas más fértiles del mundo, un clima muy favorable, puertos cercanos y esto permitió desde que se conformo el país como productor de carnes y cereales en las últimas décadas del siglo XIX, poder hacerlo a muy bajos costos.
Aquí es preciso analizar detenidamente cuando se habla, como en el último conflicto agropecuario en 2008 de retenciones, porque ese bajo costo implica no sólo una ganancia normal, que es la ganancia que se conoce en todo el sistema capitalista de cualquier empresario, sino que tiene una renta extraordinaria y a veces se hace más que extraordinaria cuando los precios internacionales suben mucho, y que se ha definido como renta agraria diferencial.
Esto consiste que en Argentina producir un kilo de carne cuesta muchísimo menos que a un productor europeo. El productor argentino gana toda una renta superior, diferencial, extraordinaria, que es la que ha permitido una acumulación importante de capital argentino, que no se ha traducido en una argentina industrial hasta la llegada de Perón, pero si se ha traducido
antes del peronismo en la creación de grandes y fastuosos palacetes, en una vida rumbosa de los grandes estancieros parecidos a los jeques árabes, es decir, parecidos a los países pobres con una minoría muy rica.
Esto no se explica, no se cuenta, no forma parte de la historia que se detalla a quienes visitan el castillo de Obligado ubicado en Ramallo a pocos kilómetros de “La Vuelta de Obligado”, del partido de San Pedro. Todo se esconde, y lo único que se teje es una historia romántica. De esa manera ramallenses y distintos argentinos que visitan el palacete no pueden evidenciar lo que es fundamental saber, y que da respuesta al por qué este país tiene sus desencuentros entre quienes desean una Argentina inclusiva y quienes defienden un país para pocos.
El kirchnerismo tomó las retenciones no solamente como política económica de desacople de los precios de exportación con los del mercado interno haciendo que la canasta básica de los alimentos no sea inalcanzable para las ciudadanas y ciudadanos sino también con el propósito de que ese dinero recaudado por el Estado fuera puesto al servicio del sector industrial que es el que brinda puestos de trabajo con los mejores salarios y lo que marcó tener un proyecto de país inclusivo.
Es por eso que resulta fundamental, siempre que nos referimos a esta parte de la historia, a que la misma no sea de museo- estanca, sino que nos permita una relación con el presente, el aquí y ahora. Cuando evidenciamos que gobiernos como el de Cambiemos, el gobierno de Macri, lo primero que hizo fue bajar las retenciones a las exportaciones es preciso recordar lo que sucedía cuando ese minoritario sector se había apropiado de la Argentina, que era ese granero del mundo, la Argentina exportadora de materias primas, donde vivían de forma exquisita quienes dominaban el país.
Hoy nuevamente retrocedemos a ese primer centenario, donde los castillos, los palacetes, el derroche, son lo que admiramos de esos ricachones que nos dicen a los pobretones que la copa algún día derramará sobre nosotros. Ellos exportarán todo, y lo que quede recién lo volcarán al mercado interno obligando a que los consumidores paguemos la carne o los derivados de los cereales al precio de exportación, como decía Alfredo Luis De Angeli en el 2008, hoy senador nacional por el PRO: “el que quiere lomo que pague 80 pesos el kilo”.
Ellos hoy vuelven disfrutan de esa ganancia exorbitante como la tuvieron en su momento y las despilfarraban en sus viajes por Europa o en palacetes o castillos como el de Obligado. Uno se pregunta ¿por qué no se cuenta esta historia? ¿Por qué ante la visita al castillo de Obligado nadie contextualiza cuál era ese país donde los Obligado, los Anchorena los Unzué eran los protagonistas del despilfarro permanente? ¿Por qué en las escuelas secundarias los profesores de historia no dan cuenta de lo que era la Argentina cuando una minoría gobernaba?
La batalla sigue siendo cultural- comunicacional, porque el ver no significa mirar. Podemos ver y quedar encantados con el castillo de Obligado pero ese ver sin mirar significa no saber absolutamente nada de nuestro país. Y nadie defiende lo que no conoce. Y las minorías de eso saben, por eso quizás esté en ellos el deseo a que asistamos impávidos al disfrute, ese de la ñata contra el vidrio, a ver y contemplar esas construcciones magníficas, que es la forma de añorar ese pasado que hoy vuelve, no de la misma forma, pero vuelve. Culturalmente cautivos asistimos a ver pero nadie nos ayuda a mirar lo que verdaderamente fue ese país y compararlo con el presente que los vuelve a colocar como los ganadores.
Norberto Galasso describe muy bien en el capítulo titulado El parasitismo oligárquico que está en su libro “De la Banca Baring al FMI” a esa minoría que supo adueñarse del país: “Pero la oligarquía no solo despilfarra a mares la renta agraria diferencial en sus habituales viajes por el exterior, sino que éstos ocasionan también otros motivos de derroche”, expresa el historiador y añade “que los argentinos ricos pasean por los alrededores de París y al toparse con algún castillo medieval, se encaprichan en que Argentina también debe tenerlos, aunque no haya vivido el feudalismo”.
Así, describe Galasso, “contratan, entonces, a los principales arquitectos de Francia y a su regreso, se construyen fabulosas mansiones, capaces de equipararse a las europeas: el Palacio San Martín, de la familia Anchorena, con 8.000 metros cuadrados cubiertos, que funcionó hasta hace muy poco como cancillería, frente a la Plaza San Martín”.
En su enumeración sobre la investigación realizada señala “el Palacio Pereda, hoy embajada del Brasil, que el estanciero Celedonio Pereda hizo construir cuando volvió de París enamorado del museo Jacquemart-André, al que hizo tomar como modelo”, como también “el Palacio Ortiz Basualdo, hoy Embajada de Francia, en Cerrito y Arroyo, que Daniel Ortiz Basualdo mandó construir al arquitecto francés Pablo Pater, hacia 1912”.
Así mismo, menciona “el Palacio Errázuriz, Residencia del matrimonio Errázuriz-Alvear, hoy Museo de Arte Decorativo, en Avenida Libertador 1902, diseñado, en 1913, por el arquitecto francés René Sergent; el Palacio Sans Souci, en Victoria, construido en 1914, también con planos de Sergent, por la familia Alvear”, y detalla que “constaba de 25 dormitorios, 14 baños importantes, un salón imperial, un jardín de invierno, un salón dorado, un salón para billar y uno para biblioteca”.
Pero su exhaustiva descripción no termina y señala “el Palacio Paz, hoy Círculo Militar, que asombra a Georges Clemenceau, en 1910 (‘El señor Paz ha construido un fantástico palacio en el más hermoso barrio de Buenos Aires.’)”, como así también “el castillo de los Guerreros, en la estancia ‘La Raquel’, junto al río Salado, sobre la ruta 2, del año 1870, refaccionado en 1906”. Enumera el de la “familia Luro, en la provincia de La Pampa, en el coto San Huberto, de 20.000 hectáreas, donde Pedro Luro colocó, a principios del siglo XIX, ciervos rojos, jabalíes y faisanes para que procrearan y poder dedicarse a la caza con sus amigos; el castillo de la estancia ‘San Jacinto’”.
Al finalizar su extensa lista menciona el existente “en el partido de Rojas, perteneciente a las familias Unzué-Alvear, de 24 habitaciones, inaugurado en 1924, con diseño del arquitecto francés Camus; el castillo de estilo normando de los Martínez de Hoz en Chapadmalal”, y enumera “el castillo de la familia Obligado, a pocos kilómetros de ‘La Vuelta’; ‘Villa Victoria y Villa Ocampo, ambas mansiones de la familia Ocampo, en San Isidro y Mar del Plata; el Palacio de Cristal de los Duhau en los pagos de Ajó y tantos otros”. Esa argentina para pocos ha vuelto, quizás no construyan esos palacetes de aquellos años que menciona Galasso pero sin dudas que sus enormes ganancias estarán aseguradas para atesorar dólares, esos que tanto se cuidaban cuando gobernaba el kirchnerismo para la industria y que hoy se privilegian para la especulación financiera y la fuga de capitales.