Clarín, O'Globo y la corrupción criminal
Por Juan Carlos Martínez (*)
La manipulación de la realidad a través de los grandes medios de comunicación se ha naturalizado de tal manera, que hasta el más corrupto de los seres humanos puede aparecer haciendo campaña contra la corrupción.
Es el caso, entre tantos, del presidente Mauricio Macri, convertido en teórico de la lucha contra la corrupción mientras que por su prontuario, en un país medianamente serio, hace tiempo que en lugar de estar sentado en el sillón presidencial estaría con su trasero sobre el banquillo de los acusados y muy cerca de ir a la cárcel.
Esta forma de manipular y engañar a la gente tiene en los grandes medios de comunicación el eje de una sistemática campaña de acción psicológica. En Brasil es la cadena O’Globo, en tanto en la Argentina marcha al frente el diario Clarín.
La simple lectura de sus titulares anticipan sin mayor esfuerzo por parte del lector los contenidos de la información. “Tras un show político, Lula quedó preso y ya cumple su condena por corrupción” dice Clarín (foto) sin un mínimo de prudencia sabiendo, como saben sus editores, que el ex presidente de Brasil ha sido condenado no por las pruebas reunidas sino por las certezas que tiene el juez, según la propia confesión del magistrado.
O sea, que el principio de inocencia ha sido reemplazado por el principio de sospecha nacido pura y exclusivamente en la subjetividad del juez.
En todo caso, la prisión de Lula no ha estado precedida de un show político sino de un show judicial. Una comedia puesta en escena por hombres y mujeres de toga que han colocado al estado de derecho y a la democracia al borde de su extinción.
No es el primer caso ni será el último, pero cuando Clarín habla de corrupción, la memoria no puede menos que instalarse en los tiempos de la dictadura militar, cuando el poderoso grupo se apropió de Papel Prensa de manera absolutamente ilegal.
Sus legítimos propietarios cedieron la empresa bajo amenazas y torturas, el método salvaje que aplicaban los verdugos dirigidos por el genocida Camps, el carnicero de Buenos Aires quien, en el caso de Papel Prensa, manejó la picana sin intermediarios.
Este capítulo de la historia de Clarín no está escrito sobre presunciones sino sobre la base de pruebas. Fue un acto de corrupción agravado por un delito de lesa humanidad.
Lo mismo hay que decir acerca de la apropiación de dos menores de edad por parte de la desaparecida propietaria de la empresa, Ernestina Herrera de Noble, también durante el terrorismo de Estado.
Todo es eso es algo más que corrupción. Es corrupción criminal.
(*) Juan Carlos Martínez es periodista y escritor. Habitual colaborador de esta AGENCIA, dirige el periódico pampeano Lumbre y escribe para Radio Kermés, de Santa Rosa, La Pampa. Entre sus libros, uno se vincula específicamente con la temática abordada en esta nota: La apropiadora, que focaliza en la historia de Ernestina Herrera de Noble y los hermanos Marcela y Felipe.