Un civil en medio del fuego de Malvinas
Por Lucio Albirosa, desde Mendoza | Artículo publicado por primera vez el 3 de abril de 2018
Pregunta: Fuiste un voluntario envuelto de coraje al decidir estar en la guerra.
Juan Naumowicz: Es poco el patriotismo y a mí me duele muchísimo. Yo fui porque quise, no porque me hayan obligado. A mediados de marzo de 1982 ya sabía que venía un posible enfrentamiento, una patriada de ir a tomar Malvinas. Yo era civil pero fui el nexo del área comercial entre el gerente general de una empresa y la fuerza para la compra de equipos; se trajeron desde Japón con suma urgencia en carácter de “material bélico secreto”. Llegaron a Ezeiza donde los cargó un camión hasta Palomar y luego un Hércules hasta Comodoro Rivadavia. Nadie estaba preparado para saber cómo se utilizaban esos equipos, por lo tanto, pedían gente capacitada para ir a instalarlos y operarlos allá, pero no había nadie. Yo quise ir. Fui con otro pibe. Me enviaron bajo la orden del Brigadier Mayor Héctor René Roig; él también comandaba las regiones aéreas por entonces. El día de mi cumpleaños recibí la noticia del viaje. Entré a Malvinas el 14 de abril del 82 como personal civil convocado, en un Tango 02. El martes 13, sufrimos un desperfecto en el aire y el día que arribamos, otro avión lleno de soldados se clavó de punta al despistarse. De milagro no sucedió nada.
P: ¿Nunca supiste por qué te obligaron a volver antes?
JN: No. Yo estaba en el aeropuerto el 3 de mayo cuando apareció un comandante del primer Hércules que pisó Malvinas, después del primer bombardeo, buscando a un PCC (Personal Civil Convocado). Yo estaba allí tratando de arreglar algunos equipos cuyos cableados fallaban a raíz de los estruendos. ¡No me quería volver! El tipo puso la mano en la pistolera que llevaban los comandantes en el pecho y mirándome fijo a los ojos, me dijo: “no me obligue”.
P: ¿Ustedes se encargaban de enviar los partes de guerra e informes al continente?
JN: Sí. Inclusive, cuando vuelvo quedo en contacto con Gómez Fuentes y fui nexo entre el grupo de Vigilancia Aérea en Bs As (Merlo) y la Secretaría de Comunicaciones y con ATC (Argentina Televisora Color): ahí estaba José (Gómez Fuentes). Si bien el canal tenía de todo, en el lugar donde estaba el teléfono al cual llamaban desde Malvinas, no había nadie que lo atendiese y se cansaban de llamar.
P: Existió una clara censura a los medios ¿cómo te afectó eso?
JN: Ya en Buenos Aires, tenía mis equipos de comunicación y mucho material en mi grabador, era todo un “play” y “rec”. Grababa todo lo que decía Nicolás (Kasanzew) desde Puerto Argentino, después venía una moto desde el canal a buscar los casettes y así editarlos; la mayoría salía todo cortado al aire al momento que Gómez Fuentes lo sacaba en el programa “60 minutos”. Decía que salía en vivo y era mentira, en verdad se grababa y arreglaba a media tarde, en Malvinas había toque de queda. No podía ser nunca en vivo a esa hora de la noche. Eran audios truncados. Tengo casettes todavía. Muchas veces quedaban los micrófonos encendidos en la sala de correos que había allá en las islas y podía oírse el vuelo rasante de los aviones.
P: ¿Te dolió volver ?
JN: La vuelta fue dura después de obligarme a subir al avión. Llegué justo para el cumpleaños de mi madre. Lo material mío quedó todo en la isla. Fui el único civil en el vuelo que trasladó a treinta soldados –militares y de Fuerza Aérea- de los cuales veinte, más o menos, estaban muy heridos y tres habían fallecido al momento del aterrizaje.
P: ¿Te empujó el coraje para ir a Malvinas?
JN: Todos tuvimos miedo por algo. El 1 de mayo yo estaba durmiendo en el jardín de infantes al que había sido destinado, me llamaron desde el aeropuerto que estaba a seis kilómetros de distancia. No había transporte, por lo tanto, debía caminar hasta allí. Me avisaron que los equipos no estaban funcionando. Me abrigué y salí para allá. Con toda honestidad, no recuerdo cuánto llevaba caminado, pero aproximadamente ya había pateado cerca de cuatro kilómetros y escuché claramente un bombazo. Estaba en medio del campo, sin nada alrededor, a oscuras y no podía encender ni una linterna. Mientras caminaba seguían los bombazos: allí quedé despegado a cinco centímetros del piso en cada estruendo. Llegué finalmente al aeropuerto y no me pasó nada, ahora cuando escucho bombas en las manifestaciones, en los festejos de una cancha o fiestas de fin de año, creo que estoy en la guerra, suena igual. Son cosas que van quedando.
P: Nunca hiciste público lo que viviste ¿Cuáles fueron las razones?
JN: Con Blanca (Ince) y Kasanzew, en Miami, nos pusimos a hablar. Blanca tenía ganas de escribir un libro con historias verídicas de la guerra y en definitiva dijimos que “no” porque la literatura escrita ya no se ve o no se consume mucho. Imagínate que Malvinas es solo un recuerdo en abril (NdR: Nicolás Kasanzew escribió “Malvinas a sangre y fuego”, 1982, y “La pasión según Malvinas”, 2007).
P: ¿Guardas tanto orgullo como dolor?
JN: Lo que siempre va a emocionarme es que hice el Servicio Militar Obligatorio y allí juré la bandera (silencio). Pude cumplir el juramento. Eso me lo traje, me queda y es un recuerdo que trato de olvidar y no puedo porque fue una guerra tonta. Guardo muy malos recuerdos de la marina porque no ayudaron como debían y hasta pudimos haber ganado. El poco material que había, por ejemplo. Nos quedamos sin aviones aun sabiendo del coraje de los pilotos.
P: ¿Un gesto actual que te emocione en referencia a Malvinas?
JN: Pablo Carvallo, por ejemplo, un muchacho que escribe libros y dona las ganancias a las esposas e hijos de pilotos fallecidos en combate; eso me lo guardo, el resto es historia.
P: Existe una falta de reconocimiento tanto en lo moral como en lo económico hacia los ex combatientes por parte del gobierno. ¿Qué pensás al respecto?
JN: Yo no puedo estar cobrando la pensión de un tipo que fue mutilado en la guerra cuando en verdad estuve en un jardín de infantes. No puedo cobrar lo mismo, o bajame el sueldo a mí o aumentale al hombre mutilado. Insisto en que los chicos que estuvieron en Comodoro Rivadavia, Rio Gallegos o en Río Grande esperando a ser cruzados a las Malvinas sufrieron el desarraigo terrible de estar ahí con el traste fruncido, hablando mal y pronto, equipados para subir a un avión, sabiendo ellos que había una guerra: no como los primeros chicos que fueron sin saber dónde iban. Ni los oficiales sabían, no es como muestran en la película “Iluminados por el fuego”, por ejemplo. No sigamos con la mentira.
P: Vos estuviste comunicando desde el sitio del fuego ¿Cómo tomaste la noticia de Gente diciendo “Estamos ganando”?
JN: Yo estaba en Argentina cuando salió la revista. Eso lo transmitió el propio Kasanzew porque los primeros combates le dimos con todo, después nos fuimos quedando, la marina no actuaba (silencio). Si no vamos a una guerra con todo, no sigamos peleando. La artillería estaba en tierra, tiraban con lo que podían; con FAL, con PAM, mientras que los británicos llegaron hasta con trajes térmicos.
P: ¿Podemos decir claramente; infrarrojos, miras telescópicas y armamento de innovación versus fusiles de aire livianos?
JN: Por supuesto. Recuerdo la PAM, pistola ametralladora liviana que se trababa al tercer disparo automático por lo gastadas y mal usadas, al igual que los FAL, con eso estaban nuestros chicos. Cuando los iban llevando en el barco, les iban enseñando a maniobrar y practicar.
Nota del redactor
La presencia de Juan en el Continente Blanco fue reconocida por la Base Matienzo de la Fuerza Aérea Argentina (Lat. 64° 58 Sur) en 1997 y la Base Marambio de la misma fuerza (Lat. 56° 43W) En 1998, recibió la distinción “Amigos de la Fuerza Aérea” por Resolución 476/88 en 1996. En 1990 recibió por parte del Honorable Congreso de la Nación, en carácter de combatiente Personal Civil, la distinción por su intervención en la lucha armada por la reivindicación territorial de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur.
El 21 de noviembre de 2013 recibió la condecoración del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por su participación en efectivas acciones bélicas llevadas a cabo en el Teatro de Operaciones Malvinas y en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur, desde el 2 de abril de 1982 hasta el 14 de junio de 1982. Recibió el grado de “Alférez” del Cuadro del Personal Militar Superior de la Reserva, fuera de servicio de la Red de Observaciones del aire de la Fuerza Aérea Argentina; en carácter de Radioaficionado prestador de servicios en el Teatro de Operaciones del Atlántico Sur. En 1985, a tres años de la guerra de Malvinas, Naumowics prestó su entereza y humanidad al socorro de las víctimas del terremoto que sacudió a México en el mes de septiembre de ese año; acto que le valió un reconocimiento a su valor por parte de la Embajada de los Estados Unidos Mexicanos.