Lago Escondido: ¿Una anomalía o una constante en la pérdida de soberanía del Estado?
Por Guillermo Martín Caviasca (*)
Entre el 4 y el 11 de febrero realizamos la quinta marcha a Lago Escondido. Ubicado al sur de la provincia de Río Negro, se encuentra apropiado por el magnate británico Joe Lewis. Lewis es dueño de más de 11000 hectáreas desde 1996, cuando con el menemismo se desarrollaba un periodo de extranjerización generalizado de la Argentina. Para la enajenación de estas tierras de frontera se requirieron acciones especiales de los poderes provinciales, ya que se encuentran en una zona protegida. En realidad las acciones del gobierno para permitir que esto sucediera son similares o se encuentran encuadradas en la misma lógica de extranjerización (inversión para los difusores mediáticos de la entrega) de los más diversos bienes nacionales, entre ellos amplias porciones de nuestro territorio.
El lago se encuentra rodeado por la propiedad de Lewis, quien impide su acceso o, cual señor feudal, solo lo permite bajo la supervisión de sus representantes locales. Así, la empresa de Lewis se ha hecho del poder en el municipio de El Bolsón, siendo la que suple, ante la ausencia total de Estado, pequeñas necesidades de la gente del lugar, como un traslado en ambulancia, una excursión de una escuela al lago o el aporte de energía de su propia central eléctrica. El magnate no utiliza esta propiedad con fines productivos o comerciales sino como residencia de descanso o centro de reuniones de su imperio mundial. Es dueño, además, de Pampa Energía, con Marcelo Midlin, que controla gran parte de la generación transporte y distribución de la energía en Argentina. Toda la región de los lagos esta en un agresivo proceso de extranjerización y apropiación por parte de inversores que van desde el Emir de Qatar a Benetton, sin ignorar varios ricos personajes locales.
La extranjerización y la pérdida de soberanía
La extranjerización de la economía argentina es un hecho muy conocido. En lo que hace al tema de la tierra, que nos toca en Lago Escondido, cualquiera pude consular el catastro y comprobar cómo en nuestro país la extranjerización se acentúa en zonas sensibles como la frontera minera, la selva misionera, los Esteros del Iberá, la cordillera patagónica y amplias zonas de extracción de petróleo, con recursos diversos, o estratégicas, como cerca al estrecho de Magallanes.
En este sentido, la extranjerización de la economía en general (industria, comercio, finanzas, servicios, etc.) es una carga y un poder contrario a cualquier proyecto nacional. Pero la tierra guarda un sentido particular de mayor complejidad, ya que es un espacio material básico de la existencia de la Nación, de vida y tránsito de los argentinos. La tierra es lo último y definitivo que se pierde.
Sin embargo esto no es todo lo que queremos señalar. Según todas las doctrinas de Estado y poder político, dos de los atributos básicos de una comunidad son la seguridad interior y la defensa exterior en manos de esa comunidad. No se reduce a eso, pero es básico, inicial. Donde un Estado pierde la capacidad de presencia a través de las fuerzas de defensa o seguridad, ha perdido su soberanía. Que no queda en un limbo, alguien se hace cargo de ella. Los narcos en un barrio, los revolucionarios en la lucha por la liberación, los paramilitares en alguna sociedad en descomposición, la delincuencia, un fracción de separatistas, una milicia… o un enclave empresario-colonial extranjero que posee diversos espacios a lo largo del mundo donde una oligarquía financiera y el viejo (y vigente) imperialismo construyen su soberanía global transnacional, sus instituciones globales, sus “inversiones” también globales”, su saqueo global, su justicia transnacional. Debilitando los Estados-Nación. En una etapa en la que la sustracción de soberanía territorial parece ser una clave de evolución de la nueva institucionalidad.
Los Agrupamientos Sanmartinianos y la quinta marcha por la soberanía
Hay muchos espacios en nuestro país donde el pueblo debe tener presencia para impedir la pérdida de soberanía sobre nuestros bienes. De hecho, la historia nos enseña que cuando el Estado y sus herramientas están ausentes, impotentes o del lado del opresor, es el pueblo organizado el que salva a la Patria. Así fue en la época de las invasiones inglesas y en la resistencia peronista. Y aquí, hoy, están ausentes.
Lago Escondido es un símbolo. Un empresario británico veda el acceso que la ley garantiza a un espejo de agua. Por eso, mediante dos columnas avanzamos sobre este enclave extranjero. Una por la montaña (entrando por el oeste) y otra por el camino que debería ser el de libre tránsito, pero hoy bloqueado (por el este). La empresa movilizó a sus tributarios y a una fuerza de choque que, con violencia, impidió la llegada de la columna del camino este (de Tacuifí). Mientras que por el camino de montaña, después de una dura travesía de más de 40 kilómetros, durante tres días y cargando cuatro kayaks, llegamos a la cabecera oeste con cincuenta compañeros y compañeras, nos instalamos y navegamos el lago. Se desembargó en una isla y se la bautizó “isla de los Patriotas”. Luego se navegó hasta la cabecera este, donde se encuentra la mansión de Lewis, y se desembarcó nuevamente. Hasta allí se desplazaron las unidades de choque del magnate para atacar a los compañeros, quienes igualmente hicieron valer sus derechos y acamparon esa noche ante la amedrentación constante de la lumpen patota.
Pero este hecho que relatamos, el de impedir a los argentinos acceder a nuestros lagos, no es lo más grave. Aunque ya de por sí es inadmisible.
Peor aún es que durante la preparación de la marcha se trabajó para que el saldo de la misma fuera, entre otras cosas, la presencia de las fuerzas del Estado (Prefectura) en este lago. Implicaría un avance primario de soberanía, una garantía de seguridad o, al menos, de responsabilidad del Estado. Sin embargo, no fue así.
A pesar de la orden del Ministerio de Seguridad y de la garantía de la Prefectura de que estarían presentes, no se atrevieron a pasar la tranquera de Lewis. Solo negociaron garantías de la empresa para nuestras vidas. Tal como si se estuviéramos en otro Estado y las fuerzas argentinas hablaran con fuerzas chilenas, o paraguayas, o suecas.
La argumentación es que siendo tierras provinciales y Lewis un propietario privado, el Estado nacional no tiene jurisdicción… la provincia… la justicia… etc.
A esto se agrega que la policía provincial carece de total autoridad, es como subsidiaria o dependiente de las posibilidades (comunicaciones, transporte, entre otros puntos) que la empresa le otorga. Por lo tanto, los agentes de Río Negro parecen actores apenas presentes ante la fuerza del magnate. Se agrega a esto la intervención por la empresa de nuestras comunicaciones, algo totalmente ilegal por parte de un privado.
De esto hablamos cuando hablamos de pérdida de soberanía en un grado superior. Si en Malvinas el imperialismo británico ejerce por la fuerza militar evidente su dominio y pretende extenderlo a torda el área marítima y antártica, en el continente es el capital transnacional, con mecanismos más sutiles y consensuados pero igual de efectivos, el que nos sustrae soberanía.
Hecha la ley, hecha la trampa
Desde hace décadas, fijemos la Constitución de 1994 (a nivel mundial la consolidación de un andamiaje jurídico supranacional), existe un enjambre de legislación que tiende a limitar al Estado o los trabajadores y favorecer al capital o grupos supra o trans-estatales. Tiende a debilitar la capacidad de los gobiernos de intervenir en contra de los intereses de los poderes establecidos. Lo de Lago Escondido es una muestra que podríamos extender a muchos casos, que van desde la deuda externa y el sistema financiero a la apropiación de nuestras empresas y recursos por transnacionales.
En ese sentido la argumentación de nuestro gobierno respecto de que se hizo todo lo que se pudo para apoyar la Marcha es real. Ahora bien: es real dentro del andamiaje de la sumisión y dependencia. Y como la Historia indica, en todas las ocasiones que busquemos para comprender estos asuntos de luchas sociales o nacionales siempre hay un statu quo que cambiar y para ello hay que tener decisión y coraje, no encuadrarse en ese andamiaje.
El enemigo no es tan grande como nos quieren hacer creer, solo se necesita organizar al pueblo. Aquí 300 militantes populares terminamos penetrando las tierras de Lewis con gran sacrificio, pero superior patriotismo. El Estado, con todos sus recursos y fuerzas, podría hacer mucho más, con decisión política. Hay que desarmar este andamiaje legal de dependencia, hay que buscar los infinitos resquicios de interpretación y usarlos para el lado de las mayorías populares. Para la Prefectura primero deben estar la Patria y los derechos de los ciudadanos, y no la propiedad privada. Debemos recuperar ese 70 por ciento de Argentina de manos extranjeras, para cumplir las esperanzas que el pueblo expresó en elecciones.
Corremos el riesgo de ser extranjeros en nuestra propia tierra, o perder partes de nuestro país.
(*) Historiador de las Universidades de Buenos Aires (UBA) y La Plata (UNLP).