El Indio y la década kirchnerista
Por Enrique de la Calle
¿Qué relación tiene la obra del Indio Solari con los años kirchneristas? Con facilidad se vincula al artista con las posiciones del Gobierno Nacional, lo cual no está mal si se considera que él mismo lo ha señalado de ese modo en diferentes presentaciones públicas. Así lo sienten muchos kirchneristas (abundan remeras y banderas k en los shows) y también los ricoteros no oficialistas, que incluso han llegado a criticar ese “giro partidario” del cantante, como contraste de lo que habría sido un modus operandi de Los Redondos.
¿Una contradicción? Podría serlo, si se recuerda que en su etapa ricotera, el Indio afirmaba aquello de “que no creía en las ideologías”, mientras defendía un arte político, pero no contestario ni vinculado con ningún ismo. En los últimos años, el pelado rocker no dijo necesariamente otra cosa, aunque en los hechos elogiara con vehemencia las posiciones del Gobierno. Pero vale insistir con esa pregunta que comienza el párrafo: ¿es políticamente incoherente el Indio? Acaso, ¿No hay un punto de contacto que va de divina TV Fuhrer a una posible defensa de la ley de Medios? ¿El kirchnerismo no tiene mucho de ricotero? Por lo pronto, casi todos los actos k concluyen con Juguetes perdidos, himno redondo.
De cualquier modo, no nos interesa acá profundizar sobre si ese planteo actual del Indio va en línea, contradice o incluso traiciona argumentos tradicionales de Patricio Rey. Lo que intentamos plantear es otra cosa: ¿Qué ocurre con los discos solistas del Solari? ¿Qué diálogo establecen con los actuales tiempos políticos y sociales del país?
La respuesta a ambos interrogantes es difícil. En los discos ricoteros se podía sentir con fuerza la presencia de temas, discusiones, personajes y ambientes propios de los ochenta, los noventa y la crisis por venir en 2001 (“No da más, la murga de los renegados”, se dice en un oscuro y denso álbum de 2000). En sus últimos trabajos, en cambio, ese vínculo entre obra y época se da de un modo diferente, distante. Es difícil plantear que El Tesoro de los inocentes, Porco Rex, El Perfume de la Tempestad y ahora Pajarito, bravos muchachitos, sean discos kirchneristas. ¿Hay década ganada para esos personajes que preocupan al poeta?
Una primera hipótesis de por qué ocurre eso pueda pasar por el progresivo abandono de una mirada social para enfatizar en la descripción de historias más personales, que parecen girar cada vez más en torno a los sentimientos, los miedos y las alegrías del propio Indio, que por lo que sabemos ha decidido, hace un tiempo, recluirse en su familia, el afecto de un puñado de amigos y su casa, donde incluso funciona su bunker creativo. Un Indio más preocupado por las contradicciones de la existencia humana que por la estructuras políticas o económicas (El Tesoro... puede funcionar como una bisagra de ese cambio).
Antes del cierre, escupimos una última hipótesis que se pretende polémica: si bien es este último Indio el que se ha expresado a favor del Gobierno, es en realidad su producción como líder de Los Redondos la que mejor se lleva con el discurso oficialista (y con su sujeto más movilizado, los jóvenes), de allí que se usen canciones de esa época para cerrar actos o musicalizar programas kirchneristas.
Hemos terminado, sin dar por concluida la discusión. Como tenemos en nuestras manos un nuevo disco del artista que más nos ha emocionado en nuestras vidas, qué mejor que finiquitar escuchando una de las canciones que está empezando su camino hasta convertirse en himno generacional. Nos fuimos con Había una vez... ¡Bye, bye!