Carta Papal: ¿lo karcharon?
Por José Cornejo
Guillermo Karcher no es el vocero papal. Desde 2006, esa tarea la cumple el jesuita italiano Federico Lombardi, que tiene una antigua relación con Francisco I por pertenecer a la misma orden. Lejos de eso, Karcher es el Ceremoniero Pontificio: solamente le compete lo necesario para las celebraciones sagradas. Sin embargo, le apasionan los medios. El día de la asunción de Francisco I apareció en la tapa de todos los diarios del planeta al sostener el micrófono de su Santidad.
Todo indica que alguien convenció a Karcher que la letra vaticana era “un collage de mala leche” y que le correspondía a él, desde Roma, desmentir esa misiva. De esa manera se ganaría la aprobación papal como paladín de la verdad y en simultáneo obtendría una buena dosis de exposición mediática.
Karcher no podría haber sido más inoportuno. Además de perjudicar la excelente relación de Francisco con la mandataria argentina, lo hizo 72 horas antes del esperado Tedeum del 25 de mayo. La misa patria sellará el reencuentro de la jefa del gobierno argentino con el obispo de Roma.
Obviamente, el gobierno argentino salió a responder de inmediato. Las filigranas del papel y el cartero mismo provenían de la nunciatura (embajada) porteña. La mentira tenía patas extremadamente cortas. Solo alguien con un profundo desconocimiento de la realidad política argentina caería en una trampa así. El blooper estaba instalado.
¿Quién pudo haberlo convencido a Karcher? El ceremoniero argentino hace casi una década que vive en Italia. Debe haber sido aconsejado por una actor local, más empapados de estos temas. Es difícil determinar las relaciones exactas del desafortunado sacerdote, pero la Iglesia criolla se divide en dos grandes bandos. Los conservadores, con el obispo platense Aguer a la cabeza, y representantes de la talla del arzobispo de Mercedes - Luján, Ogñenovich. Y los socialcrististianos, cuya figura emblemática fue el purpurado moronense Laguna. Karcher proviene del primer sector. Bergoglio del segundo. Es lógico que quiera ganarse algunos puntos, dado la reciente caída del obispo rosarino también proveniente del primer grupo.
Difícil saber quién pudo convencerlo sobre lo de la carta. Ahora si el objeto era denunciar ante los medios argentinos la falsa misiva, ¿cómo no confiar en Guillermo Marcó? El padre Marcó es un antikirchnerista confeso, por lo que comparte partido con el buen Karcher. Y además tiene una excelente relación con Clarín y La Nación, cimentada en su época de vocero de la Catedral.
Bien asesorado, y mejor vinculado a los medios masivos, Karcher fue a la carga. Haría doblete: le pegaría al gobierno nacional y defendería a su jefe romano. Si la jugada salía bien, incluso sabotearía el Tedeum con la despreciada Cristina Kirchner.
Después del blooper, que dejó en offside la portada del diario Clarín, el que salió a pasearse por los medios fue Marcó. Balbuceó una defensa de Karcher que bien parecía una acusación: “Quizás lo que quiso decir es que no era una carta, sino un telegrama”, observó. Es difícil probar fehacientemente la participación de Marcó en esta intriga. Pero una sola cosa se sabe con certeza de esta trama. Que Marcó está dispuesto a cualquier cosa por instalarse en Roma.