Los Redondos: imágenes de la génesis del mito
Por Juan Ciucci
Se sabe, o eso creemos: la historia de Patricio Rey tiene una ligazón directa con el cine. Es que las primeras colaboraciones del Indio Solari con la familia Beilinson se dan con el hermano de Skay, Guillermo. En esos años despuntaba el vicio de cineasta, y en compañía del Indio arman el guión de una película mitológica: Ciclo de cielo sobre viento (1976). Para ponerle sonidos a esas imágenes es que se juntan Skay y el Indio, y dan comienzo a una de las sociedades creativas más importantes de la cultura popular argentina.
En esta película aparece la faceta actoral de Solari, algo desconocido y custodiado que solo a partir de la viralización que Internet supone pudo conocerse popularmente. Son imágenes del comienzo del sueño, de una aventura cultural sin marcos precisos, donde la creación permitía también un escape a los años oscuros de la última dictadura cívico-militar.
Aunque por ahora no esté completo el material al que puede accederse en la web, ya que son fragmentos de aquellas realizaciones, estos permiten tener una idea general de las inquietudes políticas y estéticas que movilizaron esos trabajos. Con ciertas conexiones con trabajos de época como La montaña sagrada, aquella mitológica película de Alejandro Jodorowsky, representan las ensoñaciones de mundos postnucleares y lazos sociales más débiles e imprecisos de lo que imaginamos. Una búsqueda por aquellos caminos hacia un mundo nuevo que parecía inevitable, aun con el horror mordiendo los talones.
Esa experiencia artístico musical fue conformando a Patricio Rey, un espacio que proponía un tiempo de libertad creativa y vivencial. Los registros de aquellos primeros tiempos no se conocían hasta que, ¡por fin! ¡por fin!, llegó El alucinante viaje de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (2014), realizada por el Comando Luddista. En esta vibrante película podemos acceder a las otras filmaciones de Guillermo Beilinson, aquellas de la génesis del mito. Son las primerísimas presentaciones en el Teatro Lozano en el 77, y el mítico viaje a Salta del 78 con la actuación en un cabaret local, entre otros inquietantes materiales patricios. Años de escenarios colmados de artistas, filibusteros varios, bailarinas, recitadores y algunos músicos. Cofradía del placer que escapaba a los decorados del rock and roll, del teatro, de la danza. Son imágenes que recuperan algo ya perimido (quizás olvidado por los cuerpos del presente), y que se anticipaba a la brevísima primavera alfonsinista donde muchos otros intentaron disfrutar del existir.
La película recoge los testimonios de personajes que permanecían en el recuerdo de quienes por allí pasaron, pero que con el correr de la historia parecían no haber existido nunca. Como al Doce y aquellos redonditos de ricota que repartía, algo que aunque ahora podamos ver en pantalla parece aún más inverosímil.
Es que conocer la historia por detrás del mito no siempre logra el fin que los estudiosos quisieran imponerle. Esos relatos que confirman la verdad no son menos increíbles que los que de boca en boca surcaron años de recitales y caravanas por el país, cuando alguno que otro esbozaba aquella frase demoledora: “yo estuve cuando…”. De allí en más todo era posible, y aunque los años de quien tomaba la palabra desmentían aquella posibilidad, quizás podíamos elegir creerle y dejarnos llevar por su narración: fantásticos recitales en tierras extrañas, nombres y sonidos nunca antes escuchados, asombrosas interpretaciones de letras por todos transitadas. Todos fueron y son parte fundante de nuestro ser, ese sentimiento ricotero que nos acompaña de modo indeleble.
Es probable que el material más asombroso de El alucinante viaje de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota sea el viaje que emprendieron a la Ciudad de Salta en 1978. Mito dentro del mito, ese agrupamiento particular recorre las rutas argentinas en plena dictadura genocida rumbo a un cabaret de aquella ciudad, hacia lo que sería la segunda presentación en vivo que realizarían. Esas imágenes nos devuelven demasiadas posibles historias de lo que fueron y nunca más serían, de cómo comienza un camino tan profundo y tan festivo en nuestra cultura popular.
Es que algo que marcó a fuego aquellos años fue el placer y el humor, presentes en canciones, recitales y su primer disco, Gulp!. Justamente, la película termina en la presentación que de él realizaron en Cemento (inolvidable antro cultural que de la mano de Omar Chabán fue un faro para la contracultura de principios de los 80 hasta finales de los 90, cuando su modelo desprovisto de cuidados mínimos llevó a la mayor catástrofe en Cromagnon, y lo que fuera Cemento sea hoy un estacionamiento del gobierno de esta ciudad de aires buenos). Ese final con Gulp! cierra ese ciclo donde una gracia invencible parecía perseguir al Rey Patricio. Sin embargo, sucumbió de muerte natural al poco tiempo: la banda comienza a volverse sobre sí misma, y las estéticas y las canciones toman aires postrevolucionarios, marginales y sesudos. Aquella bocanada de aire fresco comenzaba a agriarse lentamente. Ni arriba ni abajo del escenario parecía posible algo distinto, los tiempos de la apertura se cerraban abruptamente y de aquellos polvos vendrían futuros lodos.
De ese trance que significó el viaje a Salta aún hablaba el Indio Solario en 1985, en una entrevista radial con Tom Lupo: “La filmación en super 8, Los redonditos nacen y se van de gira a salta, en el ´78, en un micro. Porque nos debían en un taller que hacían serigrafía, quedaba una gente en deuda, y una manera de cobrar esa guita que no tenía otra sustancia, una manera que surgió es que este otro grupo amigo que tenía un comercio y nosotros le vendíamos telas, nos pagó el alquiler del micro. Y fuimos contratados a tocar a Salta, un delirio. La filmación de eso, mirá que me encantan los videos, veo mucho, pero una cosa más cruda que eso como filmación no he visto jamás. Con sonido y temas de los redondos de esa época, debe durar unos 30 minutos”.
Aún persiste el recuerdo de la experiencia vital y del registro crudo. La imagen de lo que fue, con la peculiar capacidad de las imágenes por transmitirlo, pero verdaderamente, previo a sercocido por su tecnología. Estos conceptos probablemente acompañaron a la banda ante otros intentos por cocinarlos en pantalla. En esos primeros tiempos Guillermo Beilinson “es parte de los Redonditos”, le dirán a Lupo. Y aporta imágenes al vivo de Patricio Rey, presentes todavía en Fuegos de Oktubre.
La experiencia del Alucinante viaje se vuelve otra travesía hacia aquella historia que parece terminada, pero que no deja de renacer en películas, tatuajes, banderas, remeras, y hasta titulares de prensa. Un halo vital que nos acompañará y que como todo mito, cada día cantará mejor.
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