Recuerdos de los años setenta en Buenos Aires (Parte 2)
Por Aura Carballido
(Continuación de la entrevista a Lois donde nos contó del beso entre hombres en los bares de Buenos Aires)
Agencia Paco Urondo: Lois, ¿La vida de los jóvenes se modificaba durante el fin de semana en esa juventud de los años 70?
Lois Pérez Leira: Sí, claro. Los sábados estaba a tope. Quedábamos a una hora determinada para ir a algún recital o peña organizada generalmente por el PC, alguna facultad o entidad solidaria. También era el día señalado para ir a ver alguna película de trasnoche, cuando terminaban las largas charlas. Por aquellos años se hacían muy buenas películas italianas como Metello, de Mauro Bolognini; La Armada Brancaleone de Mario Monicelli, con la actuación de Vittorio Gassman. Recuerdo que cuando la fui a ver al cine la película, que es una comedia, tenía como fondo una canción que se repetía a lo largo de la proyección. La letra decía Branca ….Branca… Branca… León…. León….. León!!! Era tal la alegría e ilusión de la gente que el público le cambiaba la letra y coreaba durante la película Branca…Branca…Branca…Perón…Perón…Perón… con las carcajadas de todos los espectadores. Ese era el ambiente que se respiraba por aquellos años. También íbamos al cine Cosmos para ver cine soviético: Octubre, La Madre, El Acorazado Potemkin, esa clase de películas.
APU: Tengo entendido que en el 75 te marchaste a España. ¿Nos cuentas los motivos?
LPL: Decidí conocer a mi familia en Vigo y recorrer Europa. El ambiente en la Argentina era ya muy complicado, había trabajado en el diario La Calle y todos los días teníamos amenazas de que nos pondrían una bomba. Luego Isabelita lo cerró. Antes de marcharme los compañeros de la barra de la Paz, me hicieron una despedida en una cantina de la Boca. Allí estaban todos los viejos amigos y compañeros de lucha. Entre ellos estaba Daniel Filmus, Gabaldon, Padula, el “Tigre” Luis, “el gato” Aulicino, el Negro Kochen entre otros. Dos días después en el puerto se juntaron como 50 amigos, fue triste pero también emocionante.
A los pocos meses me llega la notica del golpe de Estado de Videla. Por las cartas que me enviaba mi ex novia Inés Ollero me enteré de la dramática situación política que se vivía antes y después del golpe. En 1977 regreso a la Argentina. No imaginaba que la represión era tan grande. Era más fuerte en mí la posibilidad de arreglarme con Inés que los peligros que podía correr. En las cartas que me enviaba me comentaba que se había dejado con el novio que tenía y yo pensaba que era mi oportunidad para recuperar lo que para mí había sido el amor de mi vida. Ella era militante y un cuadro de la Juventud Comunista. Nos vimos varias veces, fuimos al casamiento de su prima Graciela. Toda la familia nos decía: chicos ¿por que no se arreglan? El tío con un tono de voz porteño me decía: ¡Sabés que para la familia vos seguís siendo el novio de Inesita! Pero parece ser que ella no se animaba y decidimos tomar distancia, hasta ver que pasaba, en cada uno de nosotros. Unos meses después de aquel casamiento, Tita, la madre de Inés, me llama por teléfono para decirme que la noche anterior “La Gordita”, como le decíamos en familia, no había llegado a dormir. Suponían que estaba presa. Y a partir de allí comenzó la larga lucha por encontrarla. Su padre César rápidamente se enteró de que había sido secuestrada por la policía y estaba en la ESMA bajo el control del Almirante Chamorro.
Debido a las diferencias que empecé a tener con el PC me expulsaron. Pasé más tiempo en el bar La Paz, donde algunos de mis antiguos amigos del 73 seguían parando. A pesar de la soledad que se vivía en aquellos lugares pudimos conformar una isla, en medio del terror. No éramos muchos los que parábamos allí, la gente tenía miedo. Aunque los viernes y sábado la cifra se multiplicaba. Entre los infaltables estaban “El Negro” Padula, Jorge Asís, Germán Lima, “La Tucumana” Leonor, Juano Villafañe, Víctor Malamud, Carlos Gabaldón, el “Negro” Kochen, Alejandro Medina Bube y Jorge Telerman, que es actualmente Presidente del Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires y Coordina la Comunicación de Campaña Presidencial de Daniel Scioli. Además tuvo un papel diplomático significativo durante varios años, fue Embajador en Cuba, Director de Información Pública de la Organización de Estados Americanos (OEA). Como ves, nuestra juventud tenía valores y con los años seguimos trabajando por construir en política ese cambio necesario.
Por aquellos años se habían acabado los recitales de izquierdas, las Peñas, todo era peligroso. Entonces, con Víctor Malamud, que estaba terminando la carrera de psicología y se dedicaba a vender apuntes y libros en la facultad, nos dimos la tarea de hacer actividades para pasar lo mejor posible la dictadura y mitigar el dolor que teníamos. Organizábamos pequeñas fiestas en casa de compañeros, que nuca superaban las 20 personas. Cada uno llevaba algo para beber o comer. Nunca faltaba una guitarra para cantar, aunque evitando hacer mucho ruido por las dudas.
Víctor había tenido poliomielitis desde pequeño y tenía serias dificultades para trasladarse, lo hacía con muletas y tenía un coche Ami 8 adaptado, donde íbamos de una lado para otro. Yo le tenía mucho afecto y lo valoraba intelectualmente. Era uno de los grandes seductores de mujeres. Solamente con la palabra lograba milagros (ríe).
Durante unos meses montamos un “Mate Concert” todos los domingos a partir de las seis de la tarde en el taller de Teatro del Turco Hassan, en la zona de Constitución. El nos alquilaba la sala, nosotros vendíamos la bebida y empanadas para recaudar los fondos y cada noche distintos músicos o artistas actuaban sin cobrar un mango. Especialmente cantaba Hugo Massei, Irene Demberg, un sobrino de Falú que era guitarrista y otros. Víctor Malamud y nuestros amigos poetas recitaban. Fue una experiencia interesante.
Con los amigos poetas del Taller literario una noche fría del viernes del 1 de julio de 1977 arreglamos hacer una pequeña fiesta en la casa de Adriana Valetti. Los padres no estaban y su hermano Roberto aquella noche se marchaba con su compañera María Elena a la casa de los padres de ella que vivían en la zona Norte. Roberto tenía 18 años y tocaba en la banda de música de Canal 9 y María Elena era compañera nuestra del taller, muy buena escritora y declamadora. Los dos se marcharon en la moto, que hacía poco habían comprado.
La noche trascurrió como todas las fiestas, hablando de literatura, de política, haciendo chistes, escuchando música, bebiendo vino. Recuerdo que estaba “la Tucumana” Leonor, Victor Malamud, creo que Irene Demberg que cantaba muy bien tangos y otros compañeros. Al llegar la despedida casi a las cinco de la mañana, Adriana, la dueña de casa, nos dice a algunos de los que estábamos en la reunión si nos queríamos quedar a dormir esa noche. En el reparto de camas me tocó la cama matrimonial de su hermano Roberto.
Unos días después nos llegó la noticia de que aquella noche Roberto y María Elena habían sido secuestrados. Un operativo militar los había parado en el camino y trasladado a un recinto militar. La noticia para mí fue impactante. Tremenda. Había dormido en su propia cama. Tan jóvenes y llenos de vida. Eran artistas, militantes de la Fede, pero no estaban en ninguna organización a favor de la lucha armada. Días después otro compañero del Taller también fue secuestrado el día quince, Claudio Alejandro Ostrej. Y tan sólo dos días después, el diecinueve, me enteré de que también había sido secuestrada quien había sido mi ex novia Inés Ollero. Eran años convulsionados que dejaron mucho por investigar pero que también forjaron cuadros políticos excelentes.