El último Bowie
Por Boris Katunaric
Después de su etapa más comercial iniciada en 1983 con el disco Lets Dance, junto a los siguientes discos de la misma orientación musical, Tonight (1984) y Neverlet me down (1987), y luego del fracaso de su banda de Hard rock Tin Machine, David Bowie comienza a reinventarse una vez más, esta vez en los noventa.
The rise and falls y a la inversa
Habiendo pasado por dos etapas contrapuestas entre éxito y fracaso (no es la primera vez que DB se encuentra en un atolladero creativo) y una voz que había quedado desmejorada desde los 80 (como se puede apreciar en cualquier recital de esa época), a partir de Black tie, White noise (1993) David Bowie comienza una lenta recuperación de identidad y lo hace a través, obviamente, de ese eclecticismo que lo definió siempre.
Black Tie, White Noise es un disco que pasó bastante desapercibido para la crítica del momento, si bien es un disco que suena maravillosamente en la calidad de los arreglos, las baterías y los bajos con mucho groove, muchos coros y vientos, una estética muy soul, además de haber contado con la simbólica participación de su guitarrista estrella de los 70, Mick Ronson, quien murió al poco tiempo.
Welcome to the Jungle
Pero es en 1995 cuando DB rompe la escena de la música a nivel mundial con su disco Outside, increíblemente renovado tanto en sentido estético como en sentido musical y también en lo que lo caracterizó durante gran parte de su carrera, la creación de personajes. Nathan Adler, detective de crímenes artísticos en un mundo posapocalíptico.
En este disco es fundamental la vuelta de Brian Eno, quien había trabajado con Bowie en la Trilogía de Berlín en los años 70. La marca de Eno en este trabajo es la la atmósfera que atraviesa el álbum de arriba abajo mientras la guitarra de Reeves Gabrels destroza toda melodía posible apoyada en la base de un baterista súper excepcional como Sterling Campbell. Una densidad que solo saben manejar los maestros, una oscuridad y agresividad en canciones como “Hello Spaceboy” que marcaron el primer sacudón Bowie en los 90.
En esta etapa de su carrera, un Bowie de 50 años sigue creciendo en calidad musical y estética. Earthling aparece como una superación de Outside, primero por ser un álbum mucho más sintético y bien definido en la música industrial, el techno, el jungle en canciones como “Dead Man Walking” o “Little wonder” y, siempre rockero, en “Im afraid of americans”. La introducción de Mark Plati en la producción del disco es esencial, tanto en la grabación como en el escenario a partir de 1999 como músico de la banda; también en este sentido hay que destacar la presencia de Gail Ann Dorsey en el bajo y en los coros, una parte fundamental en el equipo de bowie.
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La mejor voz
1999 es el año en que Bowie vuelve al pop, abandona las máquinas y logra en el escenario una voz realmente madura y prolija, además de potente y con los graves bien puestos; lo podemos ver tanto en su disco Hours…, en las canciones “Thursday's child” y “Something in the air” (donde la rompe realmente) como en el recital que realizó en 2000 en el estudio de radio de la BBC de Londres. Allí tocó un tema muy poco conocido que realizó para la película "The Falcon and the snowman", cuya banda de sonido estaba a cardo del guitarrista de jazz Pat Matheny. La colaboración de Bowie es en la canción “This is not America”, un hermoso tema que podemos encontrar en este recital.
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Heathen es una obra maestra de principio a fin. Siempre es interesante remarcar quién produce los discos, como lo venimos haciendo en esta nota. Este es el caso particular de Tony Visconti, quien trabajó desde el inicio de la carrera de Bowie hasta 1980. Volvió para hacer un trabajo excelente. Desde el extrañísimo e impracticable loop de guitarra con un aire de trip Hop en el primer tema “Sunday”, los solos de guitarra, súper rabiosos de Pete Townshend en “Slow Burn” y el falsete de Bowie en su poderoso estribillo. El actual King Crimson, Tony Levin, al igual que Townshend, es uno de los invitados más destacados haciendo de “Slip awai” un tema aún más conmovedor en la línea del bajo. “5.15 the angels have gone” merece un destacado reconocimiento entre los temas del disco, tal vez por su agradable riff de guitarra limpia, unos teclados sencillos y una base muy hipnótica que se quiebra de golpe con el estribillo lleno de fuerza y la peculiaridad de que le sigue un solo de batería (nota personal: para los que alguna vez fuimos bateristas es realmente extraño el modo en que este se da, de una manera tan híbrida y desconcertante: https://www.youtube.com/watch?v=l5XSyuJl4sw).
El último
Los dos discos anteriores a Blackstar, Reality y The next day, si bien tienen una década de distancia, son bastante similares en cuanto a estilo, reflejan bastante lo que fueron las presentaciones en vivo de A Reality tour, con una banda bien consolidada, rockera, con muchas guitarras; Earl Slick y Gerry Leonard son los responsables de este sonido que se complementa en planos distintos, las guitarras más rabiosas y las más aéreas respectivamente. El premio al momento más conmovedor del disco es en la canción “Where are we now”, cuando dice: “As long as there's me”.
Pero Blackstar es algo completamente distinto, por empezar es el único disco en el que no está en la tapa, pienso que Bowie debería querer saldar algunas cuentas con su carrera y hacer mierda todo otra vez. El avant garde jazz que lleva la mayor parte del disco, tal vez con una fuerte influencia de su héroe Scott Walter, hizo que Bowie cambiara toda la banda de la que hablábamos antes para convocar a figuras del jazz.
Se encuentra en el frenético tema homónimo, el que abre el disco. Una batería trabada y frenética, acordes arabescos, vientos, flautas, pueblan ese paisaje marciano. “Lazarus” juega con un sencillo riff de guitarra que atraviesa todos los climas por los que atraviesa la canción llegando al final como desencajado, con un pequeño defasaje en el tempo: “Just like that bluebird, Oh I’ll be free”... un Bowie liberado del tiempo puede implementar este tipo de conceptos.
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“Sue (Or In a Season of Crime)” pareciera la base de una improvisación de King Crimson en 1972, así lo demuestra el riff y los pasajes de guitarra de Ben Monder y el saxo de Donny McCaslin. "Girl loves me" es el tema con más influencia de trip hop por el ritmo, la oscuridad y la lentitud de la canción junto con una voz que da la sensación de cierta ironía.
La canción que cierra el disco, una de las más hermosas y sencillas, más pop si se quiere, nos dice: “no puedo entregarlo todo”, y aun así creo que lo hizo en este último y brillante disco. Así prefiero recordarlo.