Así estamos
Estaría bien que dejáramos de lado la obligación de decir cosas del estilo de “a pesar de todo se demuestra que la ética triunfa en la historia”, o “que la batalla por la memoria la ganamos”; o de hacer la épica ñoña de la “gente de a pie” y, en otra nota –todo es Página/12 de los dos días de inmediato posteriores al 24 de marzo- gozar con el recital de los Rolling Stones en Cuba, casi igual que en La Nación. Ahorrémosles ayuditas antidepresivas a los empoderados, incluso al que llevamos adentro.
Pensando en lo que hicimos y en lo que podríamos hacer, hay una breve secuencia del programa La letra inesperada, pensado y conducido por Ricardo Forster, que vale la pena atender. Capítulo 4, “Para todos y todas”; agosto o septiembre de 2013, sábado a la noche por la Televisión Pública, ATC, Canal 7, o todo a la vez. Poco después del minuto 13 –se sigue viendo en youtube-, Forster conversa con Alicia Kirchner, la ministra de Desarrollo Social, que explica: “Cuando yo llegué esto estaba rodeado de organizaciones que reclamaban (...) Acá hay que empezar a transformar y a jugarse, y las cosas van a ser distintas. Entonces les dije a las organizaciones, les pedí los domicilios en los lugares donde estaban, y digo no necesitan venir acá, yo voy a ir los lugares donde ustedes están.” Forster asiente, nada que repreguntar ni que agregar en el off, aunque a la hora de la edición hayan escuchado esto cientos de veces. La música se pone más emotiva y corona lo expresado.
Esto de la desmovilización de las organizaciones sociales o, para no cargar las tintas y ser fieles a la cita, que se queden en sus casas, siempre rondó al peronismo, quizás más como ilusión conservadora que como realidad. En el momento kirchnerista el asunto adquirió, al menos en parte, una forma nueva. Vale prestar atención entonces a las imágenes. La entrevista es introducida y luego se verá intercalada por diferentes planos del edificio del Ministerio de Obras Públicas, donde la ministra tiene su despacho. Inaugurado en 1936, es emblemático de un Estado potente y activo en la economía y en la sociedad, cuestión que, como se sabe, el peronismo continuará dándole inflexiones propias, nacional populares sinteticemos. El MOP se ubica en una intersección que, además, se alimenta en la imaginación histórica porque fue el fondo del Cabildo Abierto de agosto de 1951, en el que la multitud y la CGT le piden a Evita que acompañe a Perón en la fórmula presidencial. Tras años de abandono, el kirchnerismo lo volvió a colocar en un lugar relevante, también a través de la intervención de Daniel Santoro con las dos caras de Eva en líneas de hierro que se sostienen sobre el edificio. Una severa mirando hacia el centro de la ciudad; la otra, fraterna y alegre, al Riachuelo.
La fascinación, o poco menos, por el Estado obró en muchos sino en todos; la impresión incluso de que se lo podía habitar sin mayores incomodidades ni costos. En algo se explica porque se lo puso en pie luego de que su desguase lo condenara a un lugar sólo útil para los negocios del capital más concentrado. De la mano con eso, La letra inesperada –podríamos nombrar otros artefactos que por entonces circulaban- daba la impresión de que nos habíamos engullido al enemigo, que a lo sumo quedaba Clarín –así, sin raíces sociales nutricias-, y que entonces caminábamos estas tierras solos y satisfechos. Pegada a esta escena se pone en pantalla a Milagro Sala, el contrapunto, casi la excepción; y de tan prolijo y maduro que es lo que se muestra no se llegan a advertir los zarpazos que daba la dirigente de la Tupac para contrarrestar a los enemigos que ya estaban planeando apresarla. Comentamos las palabras de Alicia Kirchner con uno de esos jóvenes compañeros que supo dirigir zonas del Estado con no poca inteligencia y contundencia –todo rasposo para que no vaya por el camino para el que fue creado, al que responde congénitamente; o hacia la nada-, y respondía que no es cuestión de correr por izquierda a Néstor cuando apenas tenía el 22 por ciento de los votos. No, no se trata de eso, sino de la dinámica por la cual el Estado se erigió como principal sostén de un proceso político que tuvo mucho de reparador, algo de transformador y, si quiere decir algo, también de emancipador. Estábamos por escribir “pero que a la vez aquietó a la sociedad”, pero sería injusto, porque el kirchnerismo produjo un notable capítulo de movilización social. El problema que aprieta es cómo caracterizar la que fue nuestra y a la que estamos atados.
Contrafácticamente se podría decir que, después de mayo de 2003, esa fuerza social incursionando todos los meses en la capital, con palos y cubiertos los rostros, constituía un problema sobre todo para quienes todavía no odiaban al kirchnerismo, precisamente porque estaba reconstruyendo la autoridad política y la gobernabilidad en un país patas para arriba. Malones con voluntad negociadora que eran la marca de la crisis, su huella, el recuerdo incluso de los piquetes y de los saqueos, invenciones de los excluidos cuando las formas clásicas producían poco. Si hubo una pizca de miedo y confusión en las clases dominantes y también en las que se consideran respetables, esa cicatriz a la vista la hacía durar, las obligaba a la contrición –en diminutivo- por haber desoído por años sus reclamos y su dolor. Entre paréntesis: hoy, cuando el miedo vuelve a rondarnos a nosotros, amenazados de quedar fuera de la ley, recordamos que la política no es nada sin ese condimento. El kirchnerismo se hizo en la excepcionalidad del 2001, a la que mantuvo abierta para construir, sobre los cimientos en ruina del Estado argentino, otra cosa; también para dar lugar a políticas de redistribución, de derechos humanos y libertades individuales que no es nada seguro, a las últimas me refiero, que necesitaran de esa situación para afirmarse. Sospechamos que no pasó lo mismo en cuanto a las presencias sociales o, lo que no es exactamente igual, no se hizo lo suficiente para que la individuación extrema de la sociedad, propia de esta etapa del capitalismo, encontrara un límite más firme.
Quizás duraba menos el kirchnerismo en el gobierno si esas organizaciones sociales seguían traspasando las puertas de la ciudad, pero no luciríamos así de fláccidos y testimoniales como nos vemos. ¡Qué bajón! ¿Es sólo un espejismo de impaciencia pequeñoburguesa? Obama, negro y agradable pero con la buena memoria de un imperio que sabe cómo dar una manito para destruir lo que lo contradice, aunque sea sólo un poco, se sorprendió y mostró al sonreír su dentadura reluciente por lo rápido que se desmoronó lo nuestro. Hasta Jorge Fernández Díaz se nos anima; escribe el autor de Mamá, una historia íntima: “la basura seguirá saliendo a flote en el mar embravecido. Y se acercan los tiburones”. Porque lo que nos complica es que el tipo de movilización que animó el kirchnerismo -su pico en el Bicentenario y con la muerte de Néstor, quizás también el 9 de diciembre último- no está siendo eficaz a la hora de intervenir en la situación actual. No asusta a nadie o, lo que es muy parecido, no tiene capacidad de parar la producción o de alterar la cotidianidad de la sociedad. Tampoco de volverse audible fuera del cerco de los amigos que ponen me gusta en fb. Caricias a la identidad en pena. El número de esas movilizaciones no es el tema, sino el nervio propio y el ajeno que toca. ¿Y la del 24? Es un surco previo y que repercute en una situación más larga. De todas formas, sólo cuando volvíamos para nuestras casas, alguien preguntó, con inocultable extraño, acerca de si había ardido alguna bandera de EEUU esa tarde, con toda la prudencia del caso. Me dicen que sí y, aunque me gustaría tener esa foto, es evidente que no es éste el tema.
Es cierto, no se tramó lo suficiente con los sindicatos, no se apostó ni se puso cabeza en apuntalar renovadas conducciones. Vaya y pase para Cooke, pero para el mismo Perón fueron un problema durante esos 18 años. Con fordismo y pleno empleo. Con todo, no sólo la sociedad había quedado transformada con el peronismo sino que las clases populares se habían fortalecido y la identificación política era indudable, con mito a cuestas. El kirchnerismo movió a la sociedad, lo demás está en veremos. Mientras esperamos que se definan mejor las fuerzas con qué contamos y que el ingenio de la lucha social y política invente nuevas formas de intervención, de lo que se trata es de darle una vuelta más a lo que señalaba Mariátegui: en contraste con el lema de una era racionalista –“pienso, luego existo”- y, sumemos nosotros, contra el “consumo luego existo” que tanto hizo “desaprender a la clase”, cómo conjugar de la manera más eficaz y atinada el “combato luego existo”. ¿Con la espada, con la pluma y la palabra? ¡Pero si eso además de anacrónico es sobre Sarmiento! En plural.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos para un instante de peligro. Selección y producción de textos Negra Mala Testa y La bola sin Manija. Para la APU. Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)