Invocaciones: “Perón es un ideal encarnado”
Acto organizado por la comisión Auxiliar Femenina de la Confederación General del Trabajo en el Teatro Colón - 16 de diciembre de 1949
Compañeras y compañeros del secretario de la C.G.T: Ante todo quiero agradeces emocionada a la Confederación General del Trabajo, y en especial a su comisión femenina, el que me brinde la oportunidad, tan popular, tan cara a mis sentimientos y tan familiar en mi acción constante en pro de las clases humildes y proletarias del país.
He aceptado dirigirles la palabra a las compañeras trabajadoras del país, porque es muy honroso para mí el hacerlo en estos momentos en que las fuerzas partidarias femeninas se están organizando paulatinamente alrededor de la doctrina y de la causa peronista femenina para llevarla adelante, porque es la causa de la Patria, o sea la del General Perón.
A las compañeras que trabajan a diario, les pido que colaboren con las censistas y subcensistas, porque ellas no tienen más que una misión específica: la de censar para saber cuántas mujeres estamos enroladas en la causa peronista. Las dirigentes saldrán de la masa. Las más laboriosas, las más abnegadas y las más disciplinadas serán las que surgirán, porque la masa será la que elegirá y yo respaldaré a las elegidas con el cariño y el respeto que siento siempre por las decisiones del pueblo.
Momentáneamente no tenemos otra misión que la de censar, y toda colaboración que se reste al censo peronista femenino significará restarles a las mujeres una posibilidad para que luego sean verdaderas dirigentes del partido peronista femenino. Yo siempre he pensado que las dirigentes no se hacen: nacen.
Con estas palabras, que están al margen de mi conferencia aprovecho esta oportunidad para aclarar de que no me he olvidado de ninguna mujer que ha trabajado, trabaja y trabajará por la causa del peronismo, porque yo siempre he tratado de ser un puente entre el pueblo y el General Perón.
Las más anónimas tal vez, pero las más sacrificadas y las más fervorosas, que trabajan en los pueblos de las provincias, de las gobernaciones y en los barrios suburbanos, están presentes en mi corazón de peronista fervorosa. Por eso hago un llamado a las peronistas. El censo peronista femenino tiene por finalidad, simplemente, la de enrolar orgánicamente a nuestras mujeres para saber cuántas somos y de dónde estamos.
Esa es la primera etapa, la más ardua y la más lenta. La segunda, la de la acción política, vendrá cuando surja en cada barrio, en cada circunscripción, en cada pueblo, en cada gobernación y en cada provincia, una peronista auténtica, una peronista fervorosa que ha de tomar la bandera del peronismo con el cariño, con la abnegación y con la fe que tengo yo en todos los descamisados de la patria.
Yo quiero que estas palabras mías sean de agradecimiento no sólo a las compañeras que organizaron este magnífico acto, sino también a las que dejando su labor, abandonando sus preocupaciones diarias, han venido con una inquietud espiritual y partidaria a escuchar la voz de esta humilde mujer descamisada, a quien las circunstancias han puesto al lado del insigne líder de los trabajadores argentinos en esta hora magnífica de la patria.
Me alegro honda e íntimamente por lo que este acto significa como expresión de lo que es y será el Movimiento Peronista Femenino, movimiento del pueblo, sostenido por las manos honradas de militares y militares de mujeres argentinas, hechas al sacrificio del trabajo duro de todos los días, en el taller, en el hogar, en el campo o en la fábrica.
Así he soñado y he querido yo que fuera este Movimiento Femenino Peronista, movimiento de mujeres humildes, en cuya mirada limpia se ve la pureza de sus intenciones, sanas y generosas; movimiento de mujeres de trabajo dignificadas por la tarea cotidiana, santificadas por el sacrificio de lo que significa darse al hogar y a la patria con amor entrañable y permanente; movimiento en cuya carne y en cuyo espíritu se engendra el espíritu y la carne del pueblo, que es el espíritu y la carne de a patria misma.
Desde los días en que era una más en las filas del pueblo, y lo mismo ahora en que mi pueblo me ha otorgado el privilegio de conducir la bandera de esperanza, siempre he deseado y he soñado que el movimiento político sea esto que hoy tenemos la dicha inenarrable de contemplar y que va ganando voluntades y corazones por todos los caminos que conducen hacia todos los confines de la patria.
Nuestro movimiento es, por definición, movimiento del pueblo, de Patria, porque en último término la Patria es el pueblo mismo. Peronismo es Patria y por eso nunca tendrán cabida en las filas de este movimiento o en sus cuadros dirigentes los privilegios de ninguna clase, porque ello significaría la muerte del Movimiento Peronista.
Han pasado los tiempos en que los pueblos eran dirigidos por círculos oligárquicos. Ha llegado la hora de los pueblos y no la de la anarquía. Ha llegado la hora en que todos los hombres y mujeres se sienten responsables del destino común, del destino del pueblo y por ende de la Patria. En esta era no puede concebirse de ninguna manera que un movimiento político nazca desvinculado o se desvincule del pueblo, cayendo en manos de círculos privilegiados, máxime si este movimiento es gestado y organizado con mujeres de todos los tiempos y de todos los pueblos las que han sufrido y las que han derramado lágrimas por los actos de gobiernos que daban la espalda a la realidad de la Patria, preocupándose únicamente de las prebendas y franquicias del poder.
Nuestro movimiento por eso abre sus puertas al amor, a la generosidad y a las aspiraciones idealistas de todas las mujeres de la Nación que trabajan y luchan en todos los rincones de país. Trabajan y luchan a la par de los hombres y lo mismo que ellos; en una hora solemne de la historia, fueron despreciadas con un insulto por los círculos privilegiados, insulto que hoy es un timbre de gloria: “descamisado”.
En nuestro movimiento femenino, primero serán las descamisadas, porque ellas son el pueblo; y aunque sea necesario repetirlo mil veces, el pueblo es la Patria y su grandeza nuestro máximo ideal.
Los descamisados, hombres y mujeres, realizaron la epopeya magnífica del 17 de Octubre de 1945. Cerraron las fábricas, abandonaron talleres y oficinas, cruzaron los puentes del Riachuelo, y cuando no hubo puentes cruzaron de cualquier manera. Acudieron cantando y llorando a la vieja Plaza de Mayo, que desde 1810 no volvía a ver a su pueblo, al auténtico pueblo argentino, que reclamaba otra vez, como entonces, el derecho de marcarse su propio destino en la historia de la humanidad.
Nosotras las mujeres, no debemos olvidar que los descamisados salvaron así al país caer en as manos sucias de la oligarquía, a quien le habían pagado ya la traición con los treinta dineros de moneda extranjera.
Cómo no voy a desear yo y luchar incansablemente por que ese movimiento femenino que viene a apoyarlo a Perón no caiga en manos de quienes lo traicionaron, a las órdenes de Braden. Cómo no voy a tratar yo, por todos los medios posibles, como mujer del pueblo, como peronista y como esposa del General Perón, que el movimiento femenino, que se llama así mismo peronismo, esté asegurado contra toda traición y para asegurarlo yo no conozco otro camino que el de ponerlo en las manos limpias y leales del pueblo.
El pueblo siempre es leal. Ya el coronel Perón solía decir en la Secretaría de Trabajo y Previsión: Yo confío en el pueblo; yo tengo fe en mi pueblo. Y el pueblo se jugó por él en el preciso momento en que aparentemente todo estaba perdido. Nuestro Movimiento Femenino se organiza también con una gran fe puesta en los valores esenciales del pueblo. No podría ser de otra manera: sería como si no creyéramos en nosotros mismos.
El gobierno de Perón es, por otra parte, gobierno del pueblo. Cualquiera puede llegar al Presidente de los argentinos sin ninguna limitación. A él llegan los más famosos, los más humildes, los más encumbrados y los más modestos; pero él escucha a los embajadores y a todo el mundo con el mismo interés con que escucha a los obreros de las fábricas, aunque a sus obreros -estoy segura y puedo afirmarlo- los atiende con el corazón porque los ama entrañablemente.
Quiero que, para bien de todos los argentinos y aun de todos los hombres del mundo, nuestra obra sea un ejemplo para la sufrida humanidad, para que reencuentre el camino tan anhelado de la paz, de la justicia y de la bondad en que quiere vivir.
Esta concepción social ya ha sido expuesta por mí en la inauguración de la Ciudad Infantil, cuando dije que queremos una patria grande, no por la extensión territorial, sino por la suma inmensa de felicidad de todos sus hijos; una patria feliz, no por la existencia de pocos muy ricos, sino por la salvación de muchos pobres menos pobres; una patria entregada a la alta tarea de engrandecer los valores humanos, la solidaridad, la cooperación y el justicialismo sin excepciones. Para esto el general Perón no ha hecho conferencias, porque éstas no solucionan los problemas: ha hecho realizaciones y ha entregado al mundo su justicialismo, que es orgullo de todos los argentinos.
Para hacer una patria grande es necesario hacer justicia al pueblo; para tener una patria feliz, es necesario hacer justicia al pueblo; para hablar de paz, es necesario empezar por hacer justicia con el pueblo. Por eso nuestro querido Presidente dice siempre que los únicos que pueden salvar a los humildes son ellos mismos. Por eso nosotros tenemos una doctrina eminentemente popular; por eso el general Perón gobierna con el pueblo y para el pueblo; por eso rompe a diario los círculos cerrados de una oligarquía vendepatria.
Ya el pueblo argentino se ha-cansado de que una minoría llamada dirigente y que constituye la más cruda oligarquía, quiera gobernarlo. ¡Ellos, que vendieron la patria al extranjero! ¡Ellos, que sumergieron al pueblo en la peor de las ignominias y le quitaron lo último que debe perder un ciudadano: la esperanza! ¡Ellos, que anularon al pueblo su personalidad! El general Perón restituyó a cada argentino el orgullo de sentirse tal y -lo más grande de Perón- promovió la dignificación del hombre por el hombre.
Yo me uno a mi pueblo fervorosamente, porque cuanto más lo trato más lo comprendo, más lo quiero y más lo valoro. Fue el pueblo descamisado que en horas inciertas para la argentinidad, cuando las fuerzas de la antipatria, de la más cruda oligarquía, quiso arrebatarle a Perón, el que salió a la calle.
Ellos, que todo le habían quitado al pueblo y nada habían hecho en su beneficio; ellos, que habían vilipendiado y sumergido al pueblo en la peor de las ignominias, llegando a la explotación del hombre por el hombre, quisieron arrebatarle a su líder y entonces, los descamisados salieron a la calle a decirle presente a la Patria al restaurar al coronel.
El gobierno peronista no es ni puede ser gobierno de círculos. Por eso Perón está al alcance de su pueblo. Su pueblo puede verle todos los días en la casa de gobierno, o en cualquiera de los actos populares a los que asiste. Su pueblo puede escuchar su palabra y conoce su pensamiento claramente, porque Perón habla sin retaceos de ninguna clase, con la claridad honrada de los hombres que no tienen porqué ocultar ninguna cosa.
Es que Perón ha creado una nueva manera de ser gobernante. La única manera de ser gobierno del pueblo es acercarse al pueblo. Eso ha hecho Perón. Todo movimiento político que apoye a Perón deberá sustentarse en los mismos principios y debe ser de íntima estructura popular.
Yo me he extendido en estas consideraciones, tal vez tal vez abundantes, porque siento la necesidad de insistir sobre este fundamental aspecto del movimiento que ha querido elegirme como abanderada.
Y como abanderada del Movimiento Peronista Femenino, yo no puedo llevar, yo me niego a llevar otra bandera que no sea la bandera del pueblo. El día que me sintiera incapaz de interpretar a mi pueblo, como lo interpreto fervorosa y fanáticamente, renunciaría antes de defraudar a este pueblo, cuyo espíritu y cuya carne llevo en mí, y de cuya estirpe no podrán hacerme renunciar ni los halagos de la grandeza ni las grandezas del poder, porque no puede traicionar al pueblo, que sería traicionarme a mí misma.
Nuestro movimiento, que se identifica con el sentir y con el pensar de nuestro pueblo, no puede tener sino su mismo ideal, su misma doctrina y su misma pureza. Su ideal: la grandeza de la Patria. Su doctrina: el Justicialismo. Su pureza: su acrisolada honradez. Por eso, el Movimiento Peronista es el pueblo que no tiene otro líder que el general Perón.
El alto ideal que nos conduce y nos orienta hacia las costumbres de nuestro objetivo es la grandeza de la Patria, tal como la sueña y tal como la realiza nuestro gran líder, el general Perón.
La Patria que el movimiento Peronista Femenino desea es la que se ha ido gestando en estos tres años de permanente lucha por construir una nueva Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana.
Agradezco a las compañeras peronistas, el cariño que sienten por mí, que soy la más modesta de las colaboradoras del movimiento femenino. Yo prefiero seguir siendo lo que tantas veces me han dicho los descamisados: La Dama de la Esperanza.
Y así como cuando los generales le preguntaron a Alejandro el Grande, después de una gran conquista:”¿qué te guardas para ti? Para mí me guardo la esperanza”, yo le pido al pueblo descamisado y peronista que a mí me reserve la esperanza de ser la hermana, la amiga de todos los descamisados de la Patria, dispuesta a alentar, a restañar una herida, a acudir en ayuda de cualquier hermana o hermano necesitado. Dejen para Evita la esperanza y luchemos todos en un ideal para el general Perón y para la Patria.
La grandeza de la Patria constituye el supremo ideal de las mujeres peronistas. A nosotras nos corresponderá, en la vida cívica que ya hemos iniciado bajo el signo de la nueva Argentina de Perón, la tarea silenciosa y fecunda de consolidar esta grandeza. A nosotras nos corresponde fundamentar esta grandeza material sobre valores espirituales para que la nueva Argentina de Perón tenga permanencia en la historia de la humanidad.
Lo único que vence a los siglos es el espíritu de los pueblos. A nosotras, las mujeres, nos toca infundir el espíritu del peronismo en cada argentino y trasmitirlo de generación en generación. A nosotras nos corresponde mantener el sentido idealista del peronismo porque solamente el desinterés y la generosidad llevados hasta el heroísmo pueden construir y consolidar la grandeza de la Patria. Solamente un peronismo idealista, desinteresado y generoso puede mantener por muchas generaciones la bandera argentina flameando al tope de todos los mástiles de la Patria.
Quizá por primera vez el pueblo argentino opina y sabe lo que quiere y adónde va. A nosotras nos corresponde incitar a la lucha, al trabajo por la grandeza nacional, a todos los hombres de nuestros hogares, contra todo lo que puede ser semilla de destrucción o de desgracia: contra las ideologías extrañas al pueblo y a la nacionalidad; contra los halagos y las tentaciones con que la oligarquía capitalista del país o los imperialismos extranjeros intentan engañar o conquistar para utilizar como puente a los trabajadores y trabajadoras argentinos.
A nosotras nos toca custodiar la bandera peronista desde nuestro puesto de vigías, en el hogar, en el taller, en la calle, en la oficina o en las fábricas, porque de esta manera guardaremos el porvenir del país y la permanencia de su grandeza soberana sobre las bases del peronismo, que son las bases y las ansias de las masas populares.
La grandeza de la Patria, nuestro máximo ideal, es signo de todo nuestro amor y nuestro sacrificio. El movimiento peronista femenino tiene una doctrina que en nuestro país y en el mundo entero va siendo conocida como el justicialismo de Perón, en el que los hombres del mundo ven una firme esperanza de paz y de trabajo que colma sus ansias de justicia, tan olvidadas por muchos gobernantes. Ellos saben que el pueblo argentino, conducido e inspirado por Perón, ha realizado ya la doctrina justicialista y quieren adoptarla para ser felices, con toda la felicidad que nosotros poseemos.
Nosotras, las mujeres peronistas, debemos conocer la doctrina para enseñarla a nuestros hijos, a nuestros novios, a nuestros padres, a nuestros hermanos, para difundirla por todos los ámbitos de la Patria, a fin de que, siendo conocida, sea aceptada con amor, que es la condición esencial para que sea vivida por todos y consolidada en todas partes.
En otra oportunidad he de referirme extensamente a la doctrina peronista y a la mujer, pero ahora sólo quiero decir que la doctrina es cuanto Perón ha expresado a su pueblo, desde la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión y todo cuanto el pueblo ha deseado y ha querido que Perón realizase desde ese día en que le prestó su apoyo, en la infinita fe que solamente es patrimonio de los pueblos grandes.
En otro orden de cosas, he afirmado que el Movimiento Peronista Femenino no tiene más que una sola fuerza. Quiero repetirlo para que sepan mi conducta, mi ideal y mi corazón, que son los del pueblo.
Y aunque al principio de esta exposición he ahondado este concepto, quiero reiterarlo aquí con una afirmación rotunda y definitiva. No solamente queremos conservar y mantener el apoyo de las fuerzas populares a favor del peronismo. Queremos más que eso. Queremos que sea esa nuestra única fuerza, porque sabemos que esa es la fuerza invencible, la del alma popular.
El 17 de octubre y el 24 de febrero son dos pruebas irrefutables. Por un lado, la fuerza del dinero oligárquico unido con la fuerza del imperialismo, con la fuerza del capitalismo internacional y con la fuerza de los internacionalismos extremistas, y por otro lado, la tiza y el carbón de los descamisados.
Por un lado, todas las fuerzas materiales conjuradas por Braden y por los vendepatrias argentinos para la traición. Por el otro lado, el corazón del pueblo, toda la fuerza de su espíritu resistido al conjuro de un hombre: Perón. Triunfo del pueblo, triunfo de la única fuerza que no se puede dominar cuando está impregnada de espiritualidad.
Nosotros, que somos custodios del espíritu del pueblo, tenemos la responsabilidad de mantener incólume la pujanza extraordinaria de nuestra única fuerza: la del pueblo. Y para ello tenemos la obligación de impedir que fuerzas extrañas al pueblo minen su estructura y sobre todo, velar porque nunca, bajo el pretexto de alianzas tentadoras, se infiltre en el pueblo la fuerza que el 17 de octubre y el 24 de febrero lo traicionaron.
Los opositores dicen que esto es fanatismo, que yo soy fanática de Perón y del pueblo, que soy peligrosa porque soy demasiado sectaria y demasiado fanática con el General Perón y con los descamisados de la patria. Yo les contesto con Perón: el fanatismo es la sabiduría del espíritu. Qué importa ser fanático en la compañía de los mártires y de los héroes.
Al fin de cuentas, la vida alcanza su verdadero valor no cuando se la vive de una manera egoísta, nada más que para uno mismo, sino cuando uno se entrega a la vida toda íntegra, fanáticamente, en aras de un ideal que vale más que la vida misma. Yo contesto que sí, que soy fanática de perón y de los descamisados de la patria. Por fin el movimiento peronista femenino no tiene, lo mismo que el pueblo argentino, más que un líder: Perón.
Yo no he de decir aquí de Perón sino lo que he dicho siempre hasta el cansancio, en todas partes y en todos mis discursos. Perón está tan identificado con la patria que yo veo en él a la patria misma. Después de tantos años de vivir al lado de él, conociendo su espíritu como nadie puede conocerlo, en la vida pública y en la intimidad del hogar, yo puedo seguir diciendo, cada vez con más cariño de esposa, de peronista y de argentina, que si Perón merece tener un pueblo como el de los descamisados argentinos, el pueblo argentino merece tener un presidente como Perón.
A veces pienso que Perón ha dejado de ser ya un hombre como los demás; que Perón es un ideal encarnado. Y este pensamiento es el que debemos meditar y difundir las mujeres del movimiento peronista femenino. Perón es el ideal argentino hecho figura de hombre. Es el viejo ideal de todas las esperanzas argentinas hecho carne. Por eso el movimiento político puede tenerlo como líder único sin correr el peligro de desaparecer el día infausto que falte Perón porque siempre quedará Perón al frente de su pueblo como un ideal, como una bandera, como una guía, como estrella para señalar en las noches el camino de la victoria definitiva.
Todas estas cosas deberá realizar y tener en cuenta el Movimiento Peronista Femenino para poder triunfar y para poder hacer honor a los derechos conquistados por la mujer en el terreno cívico.
No quiero extenderme más ni debo hacerlo, porque los minutos durante los cuales yo las retengo son valiosos para ustedes. Si los hombres de negocios cuidan su tiempo por aquello de que el tiempo es oro, nosotras no debemos olvidar que el tiempo de las descamisadas de la patria es descanso, cuando no pan para su hogar, consuelo para sus hijos y alegría para su familia, merced a esta obra que está realizando el general Perón en nuestra Patria y al desvelo constante que todos los que trabajamos intensamente en pro del peronismo y de la Patria, y para lograr la unidad espiritual entre pueblo y gobierno.
Mi anhelo es el de cualquier mujer argentina que tenga el privilegio y el honor de ser la primera dama desee, como deseo yo, ser Evita antes que la esposa del Presidente de la República, si ese Evita es dicho para calmar un dolor en algún hogar de mi Patria.
Por eso acepté ser abanderada de las mujeres peronistas si mi nombre puede ser vínculo de unión, si mi nombre puede servir para mitigar inquietudes y aquietar en cualquier momento los espíritus llevando la tranquilidad y el bienestar a todos los hogares de la Patria. Pero eso sí; que no se trate de poner a la compañera Evita en ningún círculo, porque yo sólo quiero estar en el corazón de todas las descamisadas de la Patria.
Con la colaboración de todas las mujeres descamisadas, que desde ya descuento, y con la laboriosidad de la comisión femenina de la C.G.T., descuento el éxito de este Partido, que no es de nadie sino de todas, de este Partido, que yo ambiciono sea el orgullo del general Perón por su disciplina, por su unidad, y por sobre todo por saber esperar, ya que el que sabe esperar, ya que el que sabe esperar es que el triunfa.
No quiero abusar dela amabilidad de las compañeras peronistas, porque no ha de faltar oportunidad de seguir conversando. Solamente quiero depositar en ustedes las aspiraciones de esta humilde mujer, que no quiere ser más que el corazón del Movimiento Peronista, de este Movimiento que dejo en manos de las mujeres trabajadoras de mi país, porque sé que al hacerlo, aseguro el porvenir del peronismo y por lo tanto el porvenir de la patria.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos en un instante de peligro. Selección y producción de textos: Negra Mala Testa Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)