La mujer no existe
Por Flor Codagnone
Para entender el origen del rock, a mediados de la década de los ’50, hay que irse un poco más atrás, unos años apenas, y sumergirse en una subcultura urbana. Los hípsters eran jóvenes, miembros de una burguesía desencajada, en los márgenes, se identificaban con las minorías, sobre todo, con la negra. Sergio Pujol, lo explica de una manera ingeniosa: «Hacen la operación contraria a la que ensayará Michael Jackson una generación más tarde». Los hípsters quieren desprenderse de lo blanco, de lo anglosajón y de lo puritano y para eso se apropian de la jerga negra, de la música negra, de su modo de andar y de vestir, de sus pasos de baile, de sus movimientos sexuales... Norman Mailer los llama los «Negros Blancos».
Traigo esto a colación porque resulta notable que, tanto en la prehistoria del rock como en su relato de origen, las mujeres parecen brillar por su ausencia. Salvo como objeto. Y es curioso pensar que de todos los grupos minoritarios o de algún modo segregado o discrimado, los hípsters jamás pudieron identificarse con las mujeres. Basta con pensar en el modo en que los beatniks–la cultura literaria de los hípsters– silenciaron a Diane di Prima, Lenore Kandel, Elise Cowen, Denise Levertov o Anne Waldman, sólo por nombrar a algunas de las mejores. Eran sus musas, sus amantes, sus amigas, sus mujeres, pero no tenían el estatus de poetas que ellos ostentaban. Basta con pensar que una de las figuras paternas del mito de origen del rock, Jerry Lee Lewis, se casó con una niña de 13.
En los ’60, las mujeres empiezan a tener un lugar como consumidoras, son las que compran entradas y los discos, en fin, las que siguen a sus músicos preferidos. Y en la escena de la contracultura aparecen las primeras rockeras: Janis Joplin, Grace Slick, Joan Baez... Sin embargo, habrá que esperar hasta mediados de la década de los ’70, con el punk, para que el cuerpo del rock se corra un poco del erotismo masculino (la pelvis de Elvis, los pasos de Jagger) y de la sexualidad machista. Patti Smith, The Runnaways, Debbie Harrie, Siouxie Sioux son algunas de las que pisan fuerte en esta época.
A partir de la New Wave y el pop de los ’80 algunas figuras femeninas destacan –Chrissie Hynde, Madonna–, pero el cupo o al menos la visualización de las músicas y de las cantantes parece volver a disminuir. Pensemos en el grunge de los ’90 y en su frase icónica: «Huele a espíritu adolescente». Fue Kathleen Hanna, la líder de Bikini Kill y una de las figuras centrales de Riot Grrrl, el movimiento feminista alternativo surgido en Washington en los ’90, la que dejó esa frase escrita en la pared de Kurt Cobain y, sin embargo, todos los grupos grunge que hicieron historia estuvieron formados por hombres.
Algunas chicas interesantes del rock
Heim: Las hermanas californianas Este, Danielle, Alana, nacidas entre el ’86 y el ’91 bucean entre el pop y el rock.
Savages: de lo más potente e interesante de la escena londinense actual. La rockean siguiendo la tradición post-punk. El recitado del inicio del tema «Shut up» sobresale.
Vika Mora: del sur de Argentina, nacida en Río Grande, arquitecta y música. En 2014 editó Buceo Piel, su primer y auspicioso disco. Lo más atrapante de ella: el trabajo hace con la voz.
Flor Codagnone es poeta, periodista y traductora. Creó la cátedra Rock y Comunicación Social en la Universidad del Salvador. En abril dará un seminario de Historia del rock (informes en florcodagnone@gmail.com)