La violencia de géneros es también violencia institucional
Por Malena A.
Me siento a escribir en un nuevo aniversario de la Masacre de Budge, hecho por el cual el 8 de mayo se conmemora el Día Internacional de la Lucha contra la Violencia Institucional. A 30 años de la masacre, del asesinato de tres pibes en 1987 en manos de la Policía Bonaerense, pienso en la organización barrial, en la condena de los efectivos, en la lucha que la tragedia desencadenó. Y pienso en 2017. En “El Estado policial en la era Macri”, como supo describir Santiago Asorey en una nota a diez meses del inicio del gobierno de Cambiemos. Pienso en el gatillo fácil, en las detenciones arbitrarias, en la portación de rostro, en las razzias, en la situación en las cárceles, en la criminalización de la protesta, en la represión. Pienso en que Milagro Sala está presa hace 16 meses por ser indígena, mujer y luchadora social.
Y también pienso en las pibas, en el Ni Una Menos. Pienso en Belén, en Araceli, en las detenidas luego del 8M, en las represiones luego de los Encuentros de Mujeres. Pienso en las denuncias no recibidas, en las violencias de todos los días. Si, pienso en la violencia de géneros en el Día Nacional de la Lucha contra la Violencia Institucional. Me siento y reflexiono: El Estado es responsable y la violencia de géneros es violencia institucional.
En 2014 Belén fue denunciada por médicos por un aborto espontáneo. La justicia tucumana la condenó a ocho años de prisión. Belén estuvo casi tres años presa y en marzo de 2017 la Corte de la provincia la absolvió con un fallo que remarca la existencia de “violencia institucional acaecida en el ámbito médico y judicial”.
En enero de este año, Elizabeth Alvez fue asesinada de 15 puñaladas por su marido. Minutos antes de su muerte, la policía de Tigre había visitado su casa debido a una denuncia realizada por una vecina.
El 8 de marzo de 2017, luego de la masiva movilización por el Paro Internacional de Mujeres, la Policía de la Ciudad detuvo a 20 personas al salir de una pizzería.
El 17 de marzo de este año, Angie Velásquez Ramírez falleció en la Unidad penitenciaria N°22 de Olmos al no recibir los medicamentos que necesitaba.
Araceli Funes fue encontrada muerta 26 días después de su desaparición. Por la causa, tres policías bonaerenses fueron separados de sus cargos. La hipótesis de la complicidad policial se extiende y se reafirma cuando el principal sospechoso de su asesinato es encontrado, no por las fuerzas de seguridad, sino por vecinas del Bajo Flores.
Éstos son sólo algunos de los casos que presentan la convivencia y connivencia que hay entre la violencia de géneros y la violencia institucional. La revictimización que viven mujeres cuando van a denunciar a su agresor. La pregunta, siempre de más, “¿pero vos qué hiciste?”, que reciben otras tantas cuando se acercan a una comisaría. El sometimiento machista que las instituciones de salud ejercen sobre las mujeres que van a tener sus hijxs. Que el largo de la pollera, que estaba sola, que a dónde iba.
Y además de pensar en las tragedias, en los y las que ya no están. En los y las que faltan. En el recrudecimiento de la violencia con un Estado que se corrió, que se hizo a un lado, que la mira desde afuera. Además de eso pienso en la organización. Pienso que la salida no es el punitivismo. Pienso en la movilización, en la sororidad. Con bronca pero con convencimiento de que, como pasó luego de la Masacre de Budge, como sucede en cada movilización del Ni Una Menos, como en cada cuadra que nos encuentra marchando, en cada comisaría reclamando ante una detención arbitraria, la organización es la única salida. La única posibilidad de hacerle frente a un Estado responsable. La única manera de pararnos frente a una justicia muchas veces injusta, revictimizadora y machista.
La organización, el abordaje integral, el laburo en los barrios, en los sindicatos, en las escuelas. La movilización ante cada injusticia pero también el reclamo continuo de políticas públicas que eviten la violencia institucional y de géneros.
A 30 años de la Masacre de Budge, combatimos la violencia institucional con organización y tomamos su lucha como ejemplo ante cada injusticia. Somos conscientes de que las luchas de género, por suerte cada vez más visibles, son también luchas contra la violencia institucional con un Estado que mira para otro lado y por lo tanto es responsable.